Bruno, el alcalde de aquí al lado

Llega Bruno García con épica, con gol en el último minuto, con una canasta cuando el tablero se iluminaba de rojo PSOE en Cádiz

31 de mayo de 2023 a las 17:02h
Bruno García, durante la campaña electoral, junto a los jardines de Varela de Cádiz.    GERMÁN MESA
Bruno García, durante la campaña electoral, junto a los jardines de Varela de Cádiz. GERMÁN MESA

En los años 90 cuajó un estilo de comedia. Funcionó un tiempo. Resultó efímero como toda moda. Tenía como protagonistas a personajes que debían resultar reconocibles y cotidianos, con tramas románticas comunes. Recibió la etiqueta de "girl" o "boy next door", el chico de la puerta del lado, películas de vecina encantadora. La desaparecida, que no fallecida, Meg Ryan encarnó esos papeles más que nadie.

La cercanía, la gente próxima, siempre se consideró virtuosa por más que luego, si podemos, cerremos el ascensor antes de que entre un vecino. Pero ese embuste nos humaniza. Tiene buen cartel. En la ficción como en la realidad. Está por ver a qué terreno pertenece la política de partidos.

Los candidatos a lo que sea se afanan desde siempre por resultar cercanos. Saludan con efusión física a niños y se muestran pacientes con ancianos. Cuando acaba la campaña, la ventanilla del coche oficial y la puerta del despacho vuelven a levantarse como la valla de Melilla.

La proximidad geográfica debiera ser una versión aceptable de la cercanía pero nada más tentador y absurdo que picarse con la ciudad más cercana, con el pueblo colindante, con el que trabaja en esa mesa pegada. A Bruno García León, nuevo alcalde de Cádiz, se le achacó tras su nombramiento como candidato, que naciera y fuera vecino de Jerez. Por más que lleve 16 años con sede laboral en Cádiz, desde que debutara como concejal en su primera etapa (2007-2011).

Los que tiraron la pulla y escondieron el tuit se cansaron pronto. Quedó en comentario privado. Resaltar el involuntario lugar de nacimiento, como el color de piel, la edad o la orientación sexual de otro sólo mancha al que apunta. Desprestigia. Viste poco. Como recurso político muestra una pobreza famélica. Así que caducó enseguida.

Ser natural de un sitio es tan intrascendente que permite situaciones anecdóticas y contradictorias. Una de ellas dice que todos los alcaldes de Cádiz en democracia han nacido, y crecido en algún caso, lejos de la ciudad. Carlos Díaz en Sevilla. Teófila Martínez en Cantabria y Kichi en Rotterdam. Así que uno de Jerez es, de forma empírica, por kilómetros recorridos, el más cercano de todos.

Bruno (con ese nombre puede prescindir del apellido, como Teófila) es —según esa medida ridícula del localismo, el hermano chico y tonto del nacionalismo criminal— el regidor más cercano que ha tenido la ciudad.

Su equipo de fútbol, otra de las banderas que agarran los talibanes de la esencia rancia y sucia, ha visto llegar a sus últimos dirigentes de Córdoba, Italia, Marbella, Madrid o Sevilla. Del sevillismo, más concretamente. Algún resquemor levantó que Juanma Moreno llegara a enfrente de Triana con una guardia de korps de su Málaga natal. Imbéciles hay en todas partes, en cada estadio y a todas horas.

La conclusión es que la cercanía, la simpatía y la campechanía están lejos de ser una virtud. Son condiciones neutras. Puede que Stalin fuera un gran compañero de farra. Quizás Goebbels tenía un trato exquisito. Pinochet sería educadísimo. Academia militar, claro. Hasta Jack El Destripador, si le hubiésemos puesto nombre, pudo ser un amoroso padre de familia, un colega siempre de buen humor. Todos hemos tenido paisanos cercanos, compañeros y jefes jocosos, agradables, que practicaban la miseria a escondidas por interés, cobardía y placer.

La cercanía en el trato no es un pacto, es la nada. El lugar de nacimiento nunca puede ser una tara, un impedimento. Algunos millones de madrileños, catalanes y vascos se lo podrían tatuar. Bueno, todos nos lo podríamos grabar en las meninges. Más inteligente parece tratar de observar y obtener alguna opinión sobre los dirigentes políticos, o empresariales, o culturales, o futbolísticos por sus hechos, por sus actos, decisiones, nombramientos y ceses.

Con una sonrisa y un abrazo pueden resaltar en la foto y el vídeo, el tuit o la story, pero conviene atender a qué proponen, promueven, apoyan, rechazan y deciden en consejo de ministros, en consejo de gobierno, en pleno municipal.

Realmente, lo sabemos. Cuando nos sentamos, nos brota el juicio y se nubla el postureo. O eso quisiéramos creer. Cádiz acaba de cerrar la etapa Kichi de forma brusca y contundente. Le ha pedido que le devuelva más de la mitad de votos y concejales. Eran prestados. Como siempre. 

El chaval del pueblo, uno de los nuestros, salía con mi primo en la comparsa, estudió con tu hermana en La Viña, trabajó con el cuñado de mi sobrina... Todo lo que tú quieras. Esos vecinos han acabado atragantados por el "cansancio", según definición de su sucesor, David de la Cruz. Es el que ha puesto la cara para recibir la bofetada de realismo que algunos querían dar a su predecesor.

Llega Bruno García con épica, con gol en el último minuto, con una canasta cuando el tablero se iluminaba de rojo PSOE. Pupilo aventajado y precoz de Teófila Martínez, miembro convencido de la escuela juanmista.

El hecho de que practique la política de la afable sonrisa y el saludo cordial nunca será garantía de nada. Por más que en su caso parezca propio de su naturaleza personal, honesto y verdad, esas técnicas tan útiles en campaña se diluyen a las pocas horas, desaparecen entre semana y durante tantos meses como tienen cuatro años. El folklore de las formas, la buena educación y el origen se desvanece rápido. Ojalá. Entran a jugar otros elementos.

El reto de combatir la sensación de retroceso y decadencia de una ciudad que envejece a la velocidad del patinete es gigantesco. Cada vez somos menos y cada vez más ancianos. Tendrá que atender a un vecindario bipolar que oscila entre la autocomplacencia y el abandono, sin la pragmática moderación equidistante. Los servicios públicos básicos se han deteriorado, ya desde los últimos años del PP en la Alcaldía, y el resto está fuera del control de un ayuntamiento. Lo tiene, si no crudo, marinado con tanto salitre.

El objetivo es volver a convencer a muchos que Cádiz, ciudad limitadísima como ninguna, necesita fundirse con su entorno y su provincia –especialmente Jerez ¡blasfemia! y Campo de Gibraltar– para ser algo más. La idea es tratar de convertir la moda turística en una fuente de riqueza real compartida con los trabajadores, no sólo de los llorones. Compatible con otras, en vez de fuente de molestias, temores y más fugas.

Hay muchas más urgencias y los empadronados, hayan nacido donde les tocara, tengan el apellido extranjero que tengan, les gusten más o menos las palmadas en la espalda, esperan ayuda para tratarlas.

Si el responsable de poner alivios o remedios nació en Riofrío, Parla o Motril, si se maneja con muchas sonrisas, verbo torpe o huraña cara larga, resulta completamente irrelevante. Por muy divertido que sea montar juegos de palabras con el Mamelón y el papelón. Ha quedado claro, una vez más, que a la hora de votar pesa poco. Los chascarrillos de tu pueblo y el mío, los abrazos efusivos, sólo sirven en la barra. En la mesa, de trabajo, hay que olvidarlos.

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