Bienvenido a mi jubilación

Os aseguro que no son fáciles estos momentos en los que uno siente un terremoto, un tsunami, un cielo rojizo en Doñana en un atardecer desde Sanlúcar, una tarde de lluvia donde todo huele

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Bienvenido a mi jubilación.  JUANMIGUEL
Bienvenido a mi jubilación. JUANMIGUEL

Escribo en el primer día de mi jubilación, anticipada, tras muchos años sujeto a un horario, al cumplimiento de una jornada de trabajo, y a una ocupación obligatoria, efectiva, y “útil” del tiempo. Los que entienden de las dependencias humanas dicen que lo más difícil de superar para quienes quieren dejar de fumar es el hábito, deshabituarse, aprender a vivir sin hacer algo que llevamos haciendo mucho tiempo o  casi toda la vida. En esas estoy yo ahora, por eso imaginarán que ando un poco, bastante, o muy perdido.

Entre los hombres que estamos intentando marcar distancia entre nuestra masculinidad y el machismo, y comenzamos a ver y reconocer las desigualdades y las violencias que nuestra manera de comprender el mundo, esa en la que nos han educado y socializado, causa en las mujeres y en otros colectivos de personas minoritarios, marginados, e invisibilizados, está de moda el término “deconstrucción. 

A lo largo de la existencia las personas pasamos según nuestra edad, por diferentes etapas, estados, espacios, tiempos, en los que nuestra principal obligación debería ser vivir en el presente, pero en los que casi siempre andamos más enredadas en lo que nos pasó, o en el futuro que no llegó, que vendrá, pero que no sabemos cómo será, y nos perdemos lo mejor y lo peor, vivir. A los hombres por el rol que nos asignaron nos sucede, y de esta forma vamos cumpliendo años, pasando de puntillas por nuestras vidas y la de las demás, hasta que nos jubilamos sin habernos dado cuenta de nada, y lo más importante, sin conocer si quiera quienes somos.

Nunca me ha gustado hablar de éxitos y fracasos en la vida, esta no es una carrera competencial donde tengamos que ganar o perder. Plantear la vida de esta forma es a lo que no es empuja el sistema que todo lo entiende en esas claves. Yo procuro vivir un presente donde hay días buenos, malos, regulares, soy feliz, sufro, estoy en las profundidades, y también en las alturas.

A las personas no nos enseñan ni a conocer, ni mucho menos manejar lo que sentimos, no me gusta el término “gestionar emociones”, me suena a empresarial y los seres humanos no somos eso. De hecho, la mayoría no sabemos ni como somos, y por eso nos sentimos tan inquietas e inseguras cuando sentimos. Pero en esta incultura de lo interior, de lo que somos, o como me gusta decir, de lo que se cocina en nuestros adentros, las mujeres la han sabido manejar mejor, quizás por el rol afectivo, cuidador, el de las complicidades, las lágrimas y las emociones, que el patriarcado le asignó, en un ejercicio de esa egolatría masculina de pensar que no eran los atributos del poder y el éxito, sino de la dependencia, la debilidad, y la sumisión. Por eso viven más que nosotros, son más fuertes, aunque sean el “sexo débil”, comparten, y entienden la vida de una forma más natural y humana.

En mi caso, ese comenzar a tomar distancia con la masculinidad y el machismo, me ha llevado no a conocerme mejor, pero si a aprender, a dejarme llevar, a no intentar racionalizar todo lo que siento, e intentar saber quién soy, que es lo que siento, cuando lo siento, porqué y como lo siento. En conclusión, a descubrirme, y descubrir a muchas personas que estaban a mi alrededor, y a quienes había guardado en el armario de mis etiquetas, y estereotipos. 

Os aseguro que no son fáciles estos momentos en los que uno siente un terremoto, un tsunami, un cielo rojizo en Doñana en un atardecer desde Sanlúcar, una tarde de lluvia donde todo huele, el brillo de unos ojos entre luces blancas, pantallas, y teclados. Corazones, sueños, amores, deseos, pasión, llanto, dolor de estómago, vértigos, alegría nostalgia, desazón, miedos, gestos, sonrisas, miradas, labios, andares, sentir, todo eso junto, mezclado, separado, justo en un par de horas, en un día, sin esperarlo, sin preverlo, y luego el silencio, procesarlo todo en muy, muy difícil, y mi cabeza aún sigue intentado identificar y colocar cada cosa en su sitio, pero pienso que es una misión imposible, que solo el tiempo logre alcanzar.

Ahora comienza una nueva etapa, el piloto que me avisa de que estamos aterrizando lleva tiempo encendido, siento el nudo en la garganta, y me agarro al cinturón de seguridad, pienso en que quizás sea el vuelo más largo de mi vida, oigo como el tren de aterrizaje sale de su escondite. Las ruedas rozan la pista, el traqueteo, lo brusco. El nudo sigue en mi garanta, tengo mucho miedo. Bienvenido a tú jubilación hombre, me dice el azafato al bajar.

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