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Lo que más me sorprende del fenómeno best seller es la inmediata calificación de literatura de baja calidad por el simple hecho de ser libros superventas, pues mire, hay de todo.

Llegan las vacaciones y con ellas, el anhelo de un poco de tiempo libre para hacer aquello que nos gusta y no podemos en la época lectiva: pasear sin prisas, cenar con amigos al aire libre y leer lo que ha quedado pendiente. Los suplementos culturales se hacen eco de esta demanda y ya llevan semanas publicando las listas de los libros “imprescindibles” para el verano, las lista de los libros más vendidos, los llamados best seller.

De ellos quiero hablaros precisamente y para defenderlos. Estoy a favor de estos libros, denostados por algunos y leídos por la mayoría. Porque seamos sinceros, las obras que vemos mayoritariamente en las hamacas y toallas de las playas o las piscinas son casi siempre best seller, literatura de consumo. Y tiene su lógica, en vacaciones puede que no apetezca tanto leer un libro complejo, sesudo y capital  pero sí un relato que nos distraiga, que nos sumerja en una historia sugestiva y atrapante.

Los libros fundamentales son difíciles y requieren un trabajo extra de asimilación. Quizás no sea nada fácil sacar hasta la última gota de jugo a la Metamorfosis de Ovidio, los Ensayos de Montaigne y los versos dorados de Virgilio o de Horacio en una playa abarrotada de gente o en el tedio de la cola de un aeropuerto, donde sufrimos constantes interrupciones. Pero lo que más me sorprende del fenómeno best seller es la inmediata calificación de literatura de baja calidad por el simple hecho de ser libros superventas, pues mire, hay de todo. El Conde de Montecristo fue un éxito en su momento y el Quijote, que no ha dejado  de reeditarse desde que lo publicara Juan de la Cuesta en 1605. O recientemente Patria, de Fernando Aramburu; libro impresionante, inmenso, duradero como pocos. Porque en el territorio de los superventas se mezclan, como en todo, genio y filfa. Libros como El Reino de Emmanuele Carrere, con libros de presentadores de televisión escritos por negros. Pero esa es la rica variedad del mercado, que cada lector elija atendiendo a su formación e intereses. 

Ningún escritor, ninguno, tiene la llave maestra para parir un superventas, ni ellos mismos; por eso ni Dan Brown ha vuelto a repetir el éxito del Código da Vinci, ni JJ Benítez ha vuelto a seducir tanto como con Caballo de Troya. El marketing es básico, pero hay algo mágico e insobornable que nos hace devorar una historia o no. Por eso lean este verano, por favor, lo que quieran, lo que sea, un best seller o la Fenomenología del espíritu de Hegel pero lean. La vida sin libros debe ser infinitamente más insulsa, más vacía, peor.

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