ramblas.jpeg
ramblas.jpeg

Es curioso cómo se siente una tragedia, cuando pasa en uno de los sitios que forman parte de tu vida. Es diferente el impacto cuando ves muertos, heridos, sirenas y dolor en lo que para mí siempre ha sido un sitio relacionado con alegría y felicidad. Esa parte de Las Ramblas, ayer cubierta de dolor, es la primera visita que hice nada más bajar del autobús, recién llegada a la que iba a ser mi nueva ciudad. Estuve dos horas sentada. Sin hacer nada más que mirar el ambiente, ver la gente pasar, y disfrutar de esa actividad. Acababa de llegar a mi nueva ciudad y lo que estaba viendo me encantaba. Durante los siguientes años, muchos de mis momentos felices tuvieron lugar allí. Mi primer beso contigo, a lado de Canaletas, justo al lado de tu vespa mal aparcada. ¿Recuerdas? Las tardes y noches de charla entre amigos con un coctel en mano en Boadas. Esas comidas en la terraza de ese restaurante, viendo pasear a la gente. Y todos esos besos robados esperando en esos semáforos que ayer no consiguieron frenar la barbarie.

La tragedia impacta más, mucho más, cuando ocurre en ese lugar donde has reído, donde has paseado, donde has besado y donde has vivido. Barcelona me acogió cuando me quedaban pocos días para cumplir 18 años. Barcelona es una ciudad que acoge: abierta, amable, cariñosa, generosa. Me acogió a mí y seguirá acogiendo a muchas personas. De aquí y de allí, por un día o por una vida.

Barcelona acoge. Igual que muchas otras ciudades. Y me gusta. Por eso tiene esos rasgos que tanto me gustan: mente abierta, creativa, espontánea, multicultural, rica, respetuosa, divertida, innovadora, curiosa y generosa. Por eso sufrí tanto al ver la barbarie, la crueldad, la falta de respeto por las vidas humanas y la locura justamente en Las Ramblas. Allí donde hubo besos, el pasado jueves 17 de agosto hubo muerte y lágrimas. Las emociones de tristeza, incredulidad, impotencia y rabia se van entremezclando todavía hoy. Al seguir las noticias y ver que no solo la barbarie pretendía llegar a Las Ramblas, también a Cambrils y a Alcanar. Y quien sabe si a algún punto más.

La rabia es natural es estos momentos. Y tengo mucha rabia. Pero por suerte Barcelona me acogió, y gracias a ella esta rabia no la siento por quien no es culpable. Barcelona me acogió y me enseñó muchas cosas. Me enseñó que existen muchas formas de vida diferentes y de muchas culturas diferentes. Barcelona me enseñó que lo desconocido no es malo. Que lo desconocido se vuelve conocido y acabas amándolo si haces el paso por conocerlo, sin miedo y con la mente abierta. Barcelona me enseñó a ser curiosa y me animó a viajar, a visitar otras ciudades y culturas. Barcelona me enseñó a convivir y a trabajar día a día y con armonía con otras personas que tenían formas de vida muy diferentes a las mías. Barcelona me enseñó a respetar. Barcelona me enseñó a abrirme a las personas, fuesen o no fuesen de mi raza, de mi cultura o pensasen o no como yo. Barcelona me enseñó a querer entender las diferencias.

Barcelona me enseñó que lo desconocido no es malo. Que lo desconocido se vuelve conocido y acabas amándolo si haces el paso por conocerlo

Los atentados han sido una barbarie. Y perpetrados por bárbaros. Y sabemos quiénes son. ISIS, Daesh o estado islámico (Lo siento, no pienso ponerle mayúsculas a este nombre propio). Muchos nombres para mucha sinrazón. Un grupo extremista islámico que tortura, viola y asesina a sangre fría a niños, mujeres y hombres. ¿Y sabéis quienes son el 90% de sus víctimas? Civiles indefensos. Civiles indefensos musulmanes. Por eso muchos huyen de sus países. Por eso viven con terror los que se quedan.

La tristeza no se va. La rabia tampoco, pero ahora también tiene otras causas además del dolor por el atentado. Un día navegando por las redes y leyendo posts y tweets es suficiente para darme cuenta de que no todo el mundo ha tenido la suerte que yo he tenido. De que Barcelona me enseñara respeto, curiosidad y convivencia. Desde ayer no paro de leer, incredúla, como muchas personas culpan a los musulmanes (a todos) de la barbarie. Porque parece ser que han venido todos a matarnos y a robar nuestro trabajo y dinero. TODOS. Por eso piden que los expulsen, que se vayan todos a su país.

Por suerte soy curiosa. Y he leído un poco el Corán. También otros libros religiosos claro. También he viajado a países magrebíes y árabes, algunos países tenían gobiernos laicos y otros eran musulmanes. Por eso estoy triste. Porque sé bien que decir que los musulmanes son terroristas es como decir que todos los catalanes apoyamos el independentismo. Es como decir que todos los jerezanos son unos flojos. Es como decir que todos los que votan a derechas son unos fachas. Y es como decir que todos los gitanos roban. Es decir: un sinsentido incoherente y sin ninguna base más allá del miedo y el desconocimiento.

Pero este sin sentido me entristece más cuando sabes que muchos de los civiles musulmanes están aquí precisamente para huir de estos barbaros llamados ISIS: Para salvar sus vidas y las de sus familias. ¿Os imagináis como debe sentirse uno de los musulmanes sirios refugiados que están en Barcelona? Su peor pesadilla lo persigue y llega allí donde se creía a salvo. Y vuelve a ver muertos en las calles, provocadas por los mismos que el ya conoce y teme. Pero lo peor es que además, te dicen que tú, porque eres musulmán, eres el culpable. Te dicen que eres el que los alimenta y los fomenta y notas miradas de rechazo y odio a tu alrededor. Y ves como escriben sobre ti en las redes sociales: sobre tu deseo de vernos a todos muertos, sobre tus ganas de hacerte volar en pedazos y sobre cómo vas a inculcar el odio a tus hijos. ¿Cómo va explicarle esa persona a sus hijos que muchos españoles quieren que vuelvan a su país, a una muerte segura y que además lo quieren expulsar porque les culpan a ellos de esas muertes?

Yo quiero vivir en un país tolerante, curioso, despierto, innovador, abierto, respetuoso con todas las culturas y formas de vida

Yo quiero vivir en un país tolerante, curioso, despierto, innovador, abierto, respetuoso con todas las culturas y formas de vida y sobretodo quiero vivir en un país solidario. Pero también quiero vivir en un país seguro. Donde los que opinamos igual y los que opinamos diferente podamos salir a pasear sin temer que un bárbaro nos arrolle con una furgoneta porque sí, porque le da la gana.

Ayer la policía consiguió parar otros atentados, y detener a gran parte de los implicados. Y hubo una buena colaboración entre los mossos d´esquadra y la guardia urbana y las otras fuerzas de seguridad del Estado. Todos hemos visto las fotos y vídeos: Cuando las posibles víctimas corrían huyendo de los terroristas, los policías corrían en sentido contrario. Seamos un país abierto, pero demos también herramientas y recursos a los profesionales que nos darán seguridad. ¿Sabéis que muchos policías no tienen chaleco antibalas? ¿Y que algunos de los que lo tienen se lo han comprado ellos? Desde que Europa está amenazada por el ISIS, España ha ido reduciendo las unidades policiales en lugar de incrementarlas. Recortes presupuestarios. Había menos agentes a finales del 2016 que en 2011. A más amenaza, menos agentes y menos recursos. ¿No sería lógico pensar que deberíamos incrementar la seguridad en lugar de recortarla? A pesar de eso, ellos siguen corriendo en dirección contraria.

A través de esta tragedia he visto muchas cosas. He visto el odio de muchas personas y he visto la tolerancia y respeto de otras. He visto solidaridad. He visto valentía. Y espero que pronto vuelva a ver besos en Las Ramblas.

#Yoteacompaño #notengomiedo #graciaspolicia

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído