El arte del amor

Nadie debería ver nunca a un niño con un arma en la mano. Esa imagen incomprensible, grotesca e hiriente jamás debería producirse

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

'No a la guerra'. Viñeta de Iñaki y Frenchy.
'No a la guerra'. Viñeta de Iñaki y Frenchy.

Cada 14 de febrero los mensajes de amor inundan nuestros medios de comunicación, nuestras redes sociales y, si tenemos algo de fortuna en estas lides, también nuestras vidas. Han pasado apenas once días desde el último San Valentín y yo aún tengo nítido en la retina mi recuerdo más impactante de aquel día. Uno que no tiene nada que ver con el amor, una instantánea que nos golpeó como un puño de odio. El 14 de febrero de 2022 pudimos ver un vídeo que se hizo viral en el que niños de apenas cuatro años y también ancianos aprendían a manejar armas.

Procedían de una de las ciudades ucranianas limítrofes con Rusia y los estaban enseñando a montar y cargar metralletas ante la acuciante amenaza de invasión lanzada por el Kremlin. Una invasión que hoy más que nunca resuena en nuestras cabezas como una nefasta realidad. Aquel día del amor presagió odio. Y ya lo tenemos aquí.

Nadie debería ver nunca a un niño con un arma en la mano. Esa imagen incomprensible, grotesca e hiriente jamás debería producirse. Ni mucho menos la desesperación de las gentes, aterrorizadas por la incertidumbre del qué pasará ahora. En aquel vídeo del día de los enamorados también aparecía Valentyna, una mujer de avanzada edad que sostenía a duras penas un arma de gran tamaño en sus brazos mientras aseguraba que defendería su hogar y a sus hijos con toda la fuerza que le quedara. Valentyna nos lo aseguró en San Valentín. Hoy probablemente estará asustada, temerá por su ciudad y por los suyos, por su libertad. Quizás lo haga pistola en mano.

Tras los primeros bombardeos rusos en territorio ucraniano se ha puesto en jaque todo atisbo de estabilidad internacional. El tablero de juego ha cambiado. La UE asegura que habrá sanciones a Rusia, la OTAN anuncia planes defensivos, el G7 condena unánimemente y Boris Johnson llama dictador a Putin. Mientras tanto, mientras el mundo aunque no lo parezca siga girando, Valentyna trata de hacer acopio de víveres. Sacar dinero en el cajero, llenar el depósito del coche y comprar toda la comida enlatada posible pasan de ser tareas cotidianas a actividades de alto riesgo. Y a las preocupaciones de antes se las ha tragado una explosión. 

Se han escuchado ya los primeros llantos de bebés por el atronador estruendo de las bombas, se han vivido ya los primeros hacinamientos en las estaciones de metro, en las carreteras que desembocan en la frontera, se han escuchado ya los gritos de las mujeres de Kiev que preguntan desesperadas adónde ir y qué hacer. 

«Ganar cien veces en cien batallas no es el apogeo de la habilidad. Someter al enemigo sin pelear es el apogeo de la habilidad». Eso escribía Sun Tzu en El arte de la guerra en el siglo V a. C., y hoy, al albor del segundo cuarto del XXI, parece que no hemos terminado de enterarnos. Algunos siguen a vueltas con ese dudoso arte, incluso con la cruenta paradoja de la guerra para combatir las guerras. Algunos, desde una poltrona inmerecida y absurda, siguen perpetrando la execrable práctica de construir el odio y exportarlo para seguir fabricando armas. Algunos olvidaron hace demasiado tiempo lo que es hacer el amor. 

Mientras escribía esta columna, las tropas rusas han entrado en Chernóbil. 

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios (1)

Angel Hace 2 años
Muchas gracias por las palabras Antonia. El escenario es desesperador.
Lo más leído