Aquellos peligrosos noventa

Hace unos días, Pugh ha salido a la palestra por cometer la osadía de lucir un vestido con transparencias cuando asistió a un desfile de la firma Valentino

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Aquellos peligrosos noventa. Florecen Pugh, en una imagen reciente.
Aquellos peligrosos noventa. Florecen Pugh, en una imagen reciente.

Creo que recordaré toda mi vida el momento en el que vi el desnudo de Kate Winslet en Titanic. A finales de los noventa, las preadolescentes españolas ―o por lo menos las de mi círculo― todavía teníamos padres que rebobinaban hacia adelante las películas cuando salía alguna teta rebelde en escena, o cuando los protagonistas se ponían más cariñosos de la cuenta. Así que ese desnudo, en pantalla grande, tan bello, tan espléndido, tan libre… me cautivó por completo. Indudablemente, la movían unas ganas de seducir al chico guapo que no le cabían en el pecho, pero también el deseo de mostrarse poderosa, fuerte y decidida. Algo que en 1998 no se estilaba ni de lejos. Menos aún lo hacía en 1976, cuando Marisol, “desnuda y joven”, posó para la mítica portada de Interviu, demostrando cómo la niña prodigio explotada del franquismo había muerto del todo.

Winslet no llegaba a los 23 añitos cuando alzó la vista por primera vez en la memoria de muchos y dejó que el ala de su sombrero diera paso a un rostro inolvidable. Y todos nos enamoramos de ella. Un par de horas más tarde se nos desnudó por completo, en una estampa que no puedo calificar más que de sublime. Sin embargo, eran los noventa. Y eso implicaba muchas cosas. Para empezar, que demasiada gente se creía con derecho a criticar el físico de las mujeres. De la espectacular Winslet se dijo que estaba gorda, que se la veía mayor, que incluso parecía la madre de un pueril DiCaprio… Y todo porque sus brazos no eran esqueléticos y porque su cuerpo contaba con alguna curva, bastante bien puesta por cierto. Pero eran los noventa.

Ahora vivimos en otra época y en otro mundo. En los años del empoderamiento, del me too y de la sororidad, jamás se nos ocurriría que podemos vivir una situación similar. Y eso que los hechos a veces incluso consiguen arrebatarnos un buen titular o las buenas intenciones. La actriz, también británica, Florence Pugh tiene 26 años. Es oriunda de Oxford, a unos 40 kilómetros de Reading, la ciudad natal de Kate Winslet. Es heredera de la inolvidable Rose Dewitt Bukater en la temprana edad a la que alcanzó la fama y en sus Lady Macbeth en común. También las ha unido algo más: la estupidez de la gente. 

Hace unos días, Pugh ha salido a la palestra por cometer la osadía de lucir un vestido con transparencias cuando asistió a un desfile de la firma Valentino. Y resulta que sus pechos han resultado “decepcionantes” y “demasiado pequeños”. Las redes sociales, que no existían en 1998, han ardido con comentarios de este tipo ante los pezones de Florence Pugh. Y yo no he podido evitar acordarme de la Winslet, de su desnudo imponente y de las críticas de entonces. Ahora que ya no son los noventa, ahora que ya hasta cantamos a coro que no nos dan miedo las tetas, ahora que nos queremos vivas y fuertes, seguimos sometiendo nuestros cuerpos a una mierda peligrosamente parecida. Y encima la hacemos viral.

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