Me encontré con William Shakespeare. Miraba en silencio, a través de la reja, la pared de la iglesia que estaba al otro lado de la calle. Y, al sentirme atraído por lo embebido de su contemplación, me atreví a acercarme.

 - Miro fijamente esas piedras porque cuando desvío la mirada hacia otros materiales más recientes, no comprendo. Los latinos también sois bastante finos con la espada y apasionados con el cuchillo, ya sabéis que la destreza con las armas no es nada sin el jerez - me dijo invitándome a compartir junto a él banco y mesa-. Pensaba en ese escritor, Jorge Luis Borges, cuando se preguntaba: “¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz”.

Y continuó:

He visto cómo gira vuestra vida en torno al cuidado del vino y que así igualmente tratáis a la literatura. Ya sabéis de mi pasión por el Sherry. Ese entusiasmo me ha traído hasta vuestra ciudad porque quiero sentir de cerca esta tierra. Aquí las calles desprenden distintos aromas, incluido el del vinagre, tan necesario. Uno no puede vivir sólo de eso. Yo soy paisano habitual de las liberties, lugares donde encuentro vida y juicio. Pero, si se carece de esos bálsamos, uno acaba siendo como un pasajero sin barco ¡Y cómo me gusta vuestra cal!, que nunca llegó a Inglaterra.

Veo cómo abundan los tabancos por encima de otros establecimientos menos propios para ahuyentar los humores estúpidos, y me gustó la madrugada en Damajuana. Los bodegueros, los agricultores y los comerciantes son habituales en todos los rincones de la ciudad, se reúnen a diario para tratar de mejorarlo todo: con los que trabajan la madera y el arado, con los alquimistas y los arrumbadores, con los que ponen el oído y la pluma. Todos han comprendido que los nardos son flores de altar y que sentirse flores del campo produce mayores beneficios. Así todo el mundo ha conseguido alejarse del raquitismo de cabeza y de estómago para compartir la misma fortuna.

También he cogido el camino que lleva al mar, y, allí he visto cómo al vino lo fecundan diminutas sirenas. Otro día quise conocer el río y pude apreciar cómo el polen de la flor es quien lo transforma en una brisa encubridora. Por cierto, que este Palo Cortado que sirven aquí se merece un amor entre balcones, el nacimiento de un príncipe o el desfallecimiento de una dama.

Amigo, al mismo tiempo que le cuento estas cosas, no dejo de sentir la inteligencia desnuda, descosida, del argentino; a quien le agradezco, la cita de Hamlet, en el encabezamiento de su libro: O God, I could be bounded in a nutshell and count myself a King of infinite space. (Ay, Dios. Podría estar confinado dentro de la cáscara de una nuez y aún me consideraría Rey de un espacio infinito). Eso a todos puede pasarnos de vez en cuando, y es extraordinario el sosiego de sentirlo o de imaginarlo.

Pronto celebraréis la feria de primavera y es una pena que tenga que irme. Ya sé que todo brilla aquí hasta desvanecerse la oscuridad y el tiempo. Que el color se refleja en la luna. Que los caballos son inconteniblemente bellos. Que el vino es humano. Que el cante y el baile de la gente laboriosa y agitada son continuos. Y que siempre hay una arboleda al final del jardín: el éxtasis.

Pero no quisiera marcharme sin que antes alguien me explicara el color del carmín.

FIN

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