El año va marchitándose

Mientras una parte del mundo compra regalos de Navidad bajo la nieve, o en chancletas, otra parte del mismo mundo vive en las calles, y no solo duerme, bajo todo tipo de meteorologías

Vivienda improvisada en la entrada de una tienda cerrada por quiebra. PabloMtnezCalleja, 2022
Vivienda improvisada en la entrada de una tienda cerrada por quiebra. PabloMtnezCalleja, 2022

El año va marchitándose, pero no enmudeciendo. A dos semanas de su final es, además, un mosaico roto por las prisas de que se acaba sin tener hecho todo lo deseado, por la urgencia de seguir aplicando, algunas elites desalmadas, la estrategia del caos y porque ¿inesperadamente? no todo es como parece.

Esquerra Republicana de Catalunya aspira a una reforma del Código Penal que excluya las protestas laborales del delito de desórdenes públicos, por ejemplo, y no solo la abolición de la sedición, completamente justificada si se trata de aumentar la calidad democrática de nuestra sociedad y nuestras instituciones. Erdogan amaga con enviar un misil a Atenas por correo aéreo urgente; los Reichsbürger alemanes (ciudadanos imperiales) tenían preparado un golpecito al Estado porque tienen armas; el Consejo General del Poder Judicial español, el bloqueo de nombramientos y funcionamiento del Tribunal Constitucional; Perú implosiona, una vez más; Uruguay recibe a Yolanda Díaz; Argentina sueña con una Navidad con menos calor y un Obelisco rodeado de parrilleros de asado y alfajores de dulce de leche, donde la mortaja de Evita siga custodiada en el Congreso de la Nación y Cristina Fernández sea declarada inocente por la Cámara de Casación. Ucrania vuelve a pedir armamento pesado y en Rusia hay quien ve aliados de los nazis también en Nueva Zelanda y Australia. En Irán levantan grúas, caen personas y, aun así, siguen las protestas.

Mientras una parte del mundo compra regalos de Navidad bajo la nieve, o en chancletas, otra parte del mismo mundo vive en las calles, y no solo duerme, bajo todo tipo de meteorologías: cada vez más jóvenes, cada vez más mujeres, cada vez más personas. Cada vez más capitalismo deshumano todavía.

Mientras, hay una parte del mundo que insiste en llenarlo de amor con su amor, de respeto con su respeto; de protesta por su bronca justificada contra una realidad demasiado rancia. La protesta es la forma de orear las estancias de nuestro mundo contra el aroma gastado y pegajoso que se nos ha seguido pegando a la realidad. La protesta fue siempre necesaria y creadora de un mundo mejor. Løs jóvenes son esta parte del mundo, todøs esøs chiquilines que tratan de vivir como les da la gana, creyendo que no hacen mal a nadie porque dejan vivir al resto como quieran. Jóvenes y espíritus jóvenes en cuerpos ya mayores. Hay una parte del mundo que cultiva la alegría ajena al consumismo, a la que le llega la Navidad sin el apuro de llegar tarde a nada, que no compra fuegos artificiales para la Noche de san Silvestre, que planea sus vacaciones de verano en autobús o en tren: no todo va a ser el invierno del jardín de las delicias europeo.

¿No resulta ridículo que el escaparate de un negocio muestre un abeto navideño de tamaño mediano con un dispositivo en su copa que hace nevar por sobre el abeto en modo sin fin caminar en una avenida a treinta y tantos grados todos los días? Resulta. Nos faltan contrastes para darnos cuenta de todas las ridiculeces que se han naturalizado en nosotrøs. Nos falta el arrojo para oponernos a cosas absurdas. Nos abandonó el coraje, ¿cuándo?, para dejar de hacer cosas innecesarias que nos molestan, y las disfrazamos de necesarias para no dejar de hacerlas; tememos oponernos.

El año se va marchitando, pero grita cada vez más alto.

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