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Hacía muchos años que no veía nevar, que no sentía caer sobre mí los copos de nieve. Recuerdo que en Ronda, tendría yo unos seis años, cayó una gran nevada que dejó la ciudad totalmente blanca. Aquel día —para mi regocijo— no fui al colegio, me quedé en casa viendo nevar por la ventana, junto a mi madre. Para mis pequeños ojos, era sorprendente ver todo aquel manto blanco cubriendo tejados, coches, aceras… Subimos a la azotea, abrigados como si fuésemos al Polo Norte, e intentamos hacer un muñeco de nieve. No hubo manera, el frío nos echó para atrás.

Hoy, después de tanto tiempo, he sentido la misma sensación de cuando era niño. Ha nevado sobre la sierra de Cádiz, incluso a Arcos llegaron los copos. Pero en Zahara de la Sierra, que es donde trabajo, la nieve ha caído con ganas. Aprovechando mis horas libres, subí a lo más alto del pueblo, era el primero que pisaba aquella nieve virgen. El sonido rotundo y seco que desprende la nieve al ser pisada, contrastaba con el sonido mudo de los copos cayendo como la espuma. Al llegar a la puerta del cementerio se acaba el camino, la cancela estaba cerrada pero sin el cerrojo, así que la abrí y me colé en el camposanto. ¡Vaya espectáculo! Habrá a quien le parezca algo siniestro, pero a mí me pareció hermosísimo ver el cementerio cubierto de un blanco que dolía.

Cogí mi cámara y empecé a disparar fotos. Se me quedaron las manos heladas, pero mereció la pena pasar frío. En realidad, yo iba con la intención de subir al castillo de Zahara, pero si ya me había jugado el tipo subiendo al ‘corral de muertos’, no quería que me tuvieran que bajar en camilla, así que estuve merodeando un buen rato por el centro. Se escuchaban a lo lejos las risas y los gritos de los niños, que andaban por las calles tirándose bolas de nieve y construyendo, algunos con más suerte que otros, el típico muñeco. En una esquina había un señor mayor, con bufanda y gorra que me dijo: “Esto no se veía en Zahara desde hacía muchísimos años. A ver si es verdad el refrán que dice año de nieves, año de bienes, porque España está fatal, pues no han subido la luz y el butano ahora que es cuando más frío hace… eso es de ser malos, los muy hijos de la gran…”. Esto último lo voy a censurar, no por los destinatarios del insulto, que puede que se lo merezcan, sino por los lectores que puedan estar leyendo esta columna. Esperemos que el refrán se cumpla, falta hace.

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