Andalucía, tierra de artistas… y de llorones

Se han dedicado a llorar y a llorar, a verter cientos de miles de litros de lágrimas afirmando que Feijóo ha vuelto a insultarnos a nosotros, esa raza de oprimidos

El presidente del Partido Popular, Alberto Núez Feijóo, durante una rueda de prensa, en la sede del PP.
19 de diciembre de 2025 a las 19:01h

El andaluz siempre encuentra un motivo para emberrenchinarse. Lo tiene en la memoria, en la piel. Si está de Despeñaperros para arriba charlando con alguien, oye una risa que viene de otra parte y piensa: "Ya está el mesetario riéndose de mi acento". No falla. Y no es verdad, es simplemente una obsesión. 

Periódicamente, el andaluz medio encuentra un motivo para ponerse de uñas, para sacar de paseo a ese perrito al que tanto se debe, pues es su dueño, su señor: el trauma. 

El nuevo motivo ha sido Alberto Núñez Feijóo, que en un arrebato por defender su tierra, a modo de broma entre amigos, ha dicho que los andaluces no sabemos contar y que en realidad su comunidad autónoma, Galicia, le gana en kilómetros de costa a la tierra de Lorca (¡oh, la tierra de Lorca, Machado y Picasso!).

Y los andaluces, como monos con pistolas, han echado mano de sus redes sociales para ejercer el noble arte de los que tienen un trauma que ha movido la colita pidiendo calle: llorar. Se han dedicado a llorar y a llorar, a verter cientos de miles de litros de lágrimas afirmando que Feijóo ha vuelto a insultarnos a nosotros, esa raza de oprimidos, ese pueblo maltratado por la historia que sigue sufriendo los azotes de los mesetarios, de esos dueños del cotarro que vienen a nuestras playas, a disfrutar de nuestro clima, nuestra comida y nuestra cultura para luego volver a sus tierras enriquecidas y mirarnos por encima del hombro, con la panza llena de gambas blancas de Huelva y el morenito de tomar el sol en Zahara

Algunos han respondido con cierta gracia, pero en el fondo de todas esas pequeñas bromas, como en el meme, asomaban las lágrimas. Otros, en cambio, han optado por una retórica meliflua, sentimentaloide y ridícula, y han enarbolado las muchas horas de trabajo al sol que echamos (porque Andalucía es una tierra donde SOLO hay jornaleros, que no se os olvide), y el estoicismo de este pueblo transido de llanto y sudor. Y si los dejas seguir un rato más (algunos de los que han optado por esta línea fijo que no se lo han dejado en el tintero), seguro que te nombra a Séneca, Lorca, Machado y Alberti. Escritores que, por supuesto, ninguno ha leído salvo en el colegio o en las canciones de Serrat pero que les viene de lujo para justificar que jomoh loh mehore.

Este es el panorama. Lo de siempre. Alguien dice algo de los andaluces, y los andaluces lloran. No importa lo que se diga. No importa que sea un político queriendo sacar pecho de su tierra, haciendo alarde de que ellos tienen más metros de costa, pese a lo que digan los andaluces. Una disputilla regional, mínima, irrisoria, como cuando los asturianos dicen que los cántabros no saben hacer sidra; que aquello es poco más que meado de burra y que lo bueno bueno es lo suyo. Pero ¿cómo reaccionamos ante eso en Andalucía, la tierra, dicen, del sentido del humor, la gracia, la guasa y el saber vivir la vida? Llorando y llorando y llorando como una pietà. Ay, cuándo toleraremos que se haga alguna broma con nosotros sin ofendernos, cuándo superaremos los traumas. Cuándo dejaremos de llorar de una maldita vez.