Andalucía no está vaciada

Andalucía no está vaciada, Andalucía está secuestrada. Necesita empleo de calidad, industrias de trasformación de las materias primas que nos expropian

Vista panorámica de Arcos de la Frontera, en una imagen de archivo. FOTO: MANU GARCÍA
Vista panorámica de Arcos de la Frontera, en una imagen de archivo. FOTO: MANU GARCÍA

Cuando estuve cursando una formación de líderes campesinos en la Universidad Rural Paulo Freire, su gran labor me dio la oportunidad de conocer sobre el terreno ese concepto castellano de la España vaciada. Entre otros lugares, visitamos Arenillas de San Pelayo, una pedanía de Buenavista de Valdivia (Palencia), ejemplo de esa España o Castilla vaciada. En 2016, cuando visitamos esta pedanía, contaba con una población de 61 habitantes. Hoy, en 2019, cuenta con 48. Es decir, ha perdido 13 habitantes. En su año de constitución (1842) ese municipio contaba con 133 habitantes.

En la comarca de Ronda, en la que vivo, y donde la pérdida de población en Andalucía es más relevante, municipios como Algatocín contaban en el año 1900 con 1.572 habitantes, pero 120 años después tiene 778 habitantes. En Andalucía, entre 2006 y 2016 se ha producido una importante dinámica poblacional negativa, en comarcas del nordeste de Granada, en la serranía de Ronda, y en áreas del norte de Huelva, Sevilla, Jaén y Córdoba. Aunque el fenómeno no tiene nada que ver ni con el número de habitantes de pueblos de Castilla ni con la virulencia de las pérdidas poblacionales en ellas.

Teruel, que cuenta en la actualidad con 35.000 habitantes, es una ciudad importante y capital de provincia. Por su parte las capitales andaluzas, la de menor población es Jaén, con 116.600 habitantes, y la de más población es Sevilla, con 704.160 personas. La ciudad de Teruel equivaldría en población a un buen número de municipios rurales del interior de alguna de las ocho provincias, como puede ser la capital de la comarca de la Sierra de Cádiz, Arcos de la Frontera, con 30.741; Alhaurín de la Torre, con 39.911; o Écija, en la provincia de Sevilla, con 39.882; por no hablar de ciudades como Dos Hermanas, con más de 130.000, o Jerez de la Frontera, con 212.880.

También en Andalucía nos encontramos municipios, que en las Castillas serían catalogados como pueblos de gran población, como pueden ser cientos de municipios de más de 5.000 personas del interior de cualquier provincia andaluza. Municipios como Arriate, en la serranía de Ronda, tiene actualmente 4.200 habitantes. Sin embargo la cabecera de esta comarca es Ronda, que cuenta con 33.978 habitantes. Comarcas como la Sierra Sur sevillana, que tienen municipios que superan los 5.000 habitantes como Pedrera, tienen como municipio de referencia en la comarca a Osuna con 17.735 personas. Si nos vamos al otro extremo tenemos la comarca almeriense de los Vélez, que cuenta con Vélez Rubio con más de 6.600 habitantes. Estos municipios citados se sitúan en torno a los 5.000 habitantes, y los andaluces y andaluzas los consideramos pueblos pequeños.

Leí en un libro sobre época romana en la Península, que decía que las legiones romanas entraron por los Pirineos, y en sus conquistas no se encontraron poblaciones importantes organizadas hasta la llegada a la Bética. Y si hacemos referencias a otras etapas de la Historia, en la época Andalusí, ciudades como Córdoba contaban con más de 80.000 personas. Para no aburriros con datos poblacionales, intento explicar cuál es mi visión y mis argumentos para frenar la despoblación. Primero tenemos que empezar por no utilizar terminología castellana para hablar de los problemas de despoblación de algunas zonas de Andalucía.

Además, porque históricamente la población de los pueblos andaluces no tiene nada que ver con los de Castilla, como hemos visto anteriormente. Gran parte de la causa de la despoblación en la zona centro de la Península se da por la falta y deficiencia de servicios públicos, que en la gran mayoría de municipios rurales andaluces existen, como guarderías, consultorios médicos, centro de mayores o escuelas.

Otro factor que hace perder población, y es la causa principal en Andalucía, es la falta de oportunidades, especialmente ligada al empleo para los jóvenes y la mujer, dos bloques poblacionales fundamentales para mantener los pueblos vivos. Esta falta de empleo es la que nos permite tener un nexo de unión en la problemática que estamos abordando con los pueblos de Castilla.

En mis diferentes visitas y encuentros, he compartido experiencias y conversaciones con diferentes vecinos y vecinas castellanos, que nos trasladaban deficiencias y escasez de servicios básicos fundamentales, algo que en la Andalucía rural no padecemos: falta de centro médico, bancos, farmacias o supermercados. Nos decían que allí las carreteras son malas, (en esto coincidíamos también respecto algunas comarcas de Andalucía). Nos comentaban con mapa en mano, que el hospital más cercano estaba a 100 kilómetros, en nuestra tierra no hay núcleo de población que su hospital o su centro médico de referencia esté a esa distancia, prácticamente en todas las comarcas andaluzas tenemos un hospital. No hablo de si está mejor o peor dotado y de la falta de profesionales por los recortes del gobierno andaluz, que esto nos puede dar para otro artículo.

La edad media en poblaciones de Castilla, es cada vez más alta y apenas hay niños, algo que también ocurre en algunas poblaciones de la Serranía de Ronda o las Alpujarras. Según datos oficiales, 1.108 pueblos en el Estado no tienen niños de 0 a 4 años, con consecuencias terribles para esos municipios que pierden servicios públicos como las escuelas. Sin embargo en Andalucía con mejores o peores servicios, en la gran mayoría de las zonas rurales hay centros educativos – aunque con riesgo de desaparecer – , y, a pesar del esfuerzo del PSOE y el PP por desmantelar la Sanidad y la Educación en estas zonas, se mantienen abiertas gracias a la lucha de los padres y madres del alumnado.

Hacer el mismo diagnóstico y dar la misma solución a problemas distintos es un error que puede condenar a esos pueblos andaluces a seguir perdiendo población. Algunos ven en este problema una moda y una oportunidad para saltar al estrellato de las ponencias, los congresos y las subvenciones para proyectos contra la despoblación. Los que vivimos en el medio rural sabemos de sobra que esas soluciones son inútiles, ésas que vienen de la ciudad al interior y que no arreglan nada, en vez de trabajar desde lo local a lo global.

Por eso analicemos con cautela y con horizonte, trabajemos juntos por ese medio rural vivo partidos políticos, movimientos vecinales y organizaciones sociales, y obliguemos a las instituciones públicas a trabajar por un empleo de calidad dirigido especialmente a jóvenes y mujeres. Eso sería una medida eficaz para frenar la despoblación.

Andalucía no está vaciada, Andalucía está secuestrada. Necesita empleo de calidad, industrias de trasformación de las materias primas que nos expropian para trasformar en otros lugares, necesita de reforma agraria, para poner las tierras baldías en manos de los y las trabajadoras, de soberanía alimentaria, etc. Necesita apostar fuertemente por la generación de empleo en torno a la soberanía energética, necesita mejorar infraestructuras, cubrir con más profesionales los centros educativos y sanitarios.

Se trata de que cada nacionalidad se organice, planifique, estudie y luche contra la despoblación según sus características propias y sus deficiencias diferenciadas, pero intentar aplicar el mismo remedio a distintas enfermedades por características comunes que se compartan, es un error.

Alejandro Serrato es secretario del mundo rural de Podemos Andalucía.

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