En la imagen, veladores en la plaza del Arenal, en Jerez, en una imagen retrospectiva.
En la imagen, veladores en la plaza del Arenal, en Jerez, en una imagen retrospectiva. MANU GARCÍA

Uno va teniendo ya unos años y muchas cosas vividas a sus espaldas como para comenzar a tener la sensación de saber que estoy comenzando esa fase, que espero que me acompañe durante el tiempo que me quede en este mundo, en la que, como decía aquel, todo lo que se diga de mí me la refanfinfla, me la suda y me la bufa. Quizá por ello tengo claro que la mayoría de personas que lean este artículo no tendrán, en principio, ni la mejor opinión de él y, por tanto, de mí. Es más, habrá gente que, como suele ser habitual últimamente, se quedará en el titular y a partir de ahí empezará a despotricar: que si qué se habrán creído, que si son unos amargados, que si se vayan a vivir al campo, etc. Otros, no obstante, no pasarán de este primer párrafo, porque claro, el tono con el que este niñato escribe me ha quitado las ganas de leer el resto, de hecho ni lo necesito.

Si has llegado hasta aquí, tú, que posiblemente estés de acuerdo conmigo en todo lo que escribo sobre la conservación del patrimonio y sobre la repoblación del centro histórico, podrás entender a qué quiero referirme y te percatarás de cómo se intenta manipular al personal desde ciertos medios y sectores en un asunto, como este de los veladores, ante el cual nada se queda indiferente.

En los últimos dos años hemos asistido al tercer intento por parte de la Junta de Andalucía de redactar un nuevo nomenclátor que regule los horarios de apertura, cierre y actividades que pueden realizarse en los establecimientos públicos de toda la comunidad autónoma. No hablamos sólo de bares, ya que en la denominación de establecimientos públicos entran también, por ejemplo, los casinos o los salones recreativos y las casas de apuestas. El último intento se ha hecho público esta semana, a raíz de unas declaraciones realizadas por el presidente de Horeca, Antonio de María, al respecto. Por lo que se ve (no he leído aún el borrador porque todavía no se ha iniciado el trámite de exposición pública, lo que hace que no me explique cómo este hombre pueda saber hasta el número del artículo al que se refiere.ç

Pero eso, por lo que se ve, no se lo pregunta nadie, medios incluidos), se van a prohibir las terrazas en las zonas residenciales, dejando en manos de los ayuntamientos las calles donde sí se puedan permitir su instalación, por lo que deberán redactar a su vez nuevas ordenanzas al respecto. Aunque no sea la finalidad de este artículo, si se me pide mi opinión, diría que es desproporcionada en el caso de Jerez, pero comprensible en otras ciudades, como Málaga o Sevilla. Creo que en el término medio está la virtud, por lo que no entiendo los bandazos de una administración que ha consentido que la situación se desmadre y que la ocupación del espacio público sea salvaje, no sólo en los centros de las ciudades, y que ahora venga a cortar por lo sano porque no tiene ni puñetera idea de cómo resolver el problemón que ella misma ha creado. Pasamos del todo a la nada como por arte de magia sin reparar en que posiblemente con el cumplimiento de las ordenanzas de veladores de cada ciudad el tema se podría reconducir sin necesidad de medidas traumáticas y que pueden aumentar los conflictos en las zonas donde estos se hayan ya iniciado.

En el mundo de la hostelería, como en todos los ámbitos de la vida y todos tenemos a alguien de la familia metido en ese sector, hay de todo como en botica. Lo que sí parece evidente es que el tema de los veladores se ha ido de las manos de una forma clamorosa

El caso es que el presidente de los hosteleros de la provincia hacía referencia a algo así como pánico o terror en el sector, a que estaban en juego miles de puestos de trabajo y a que una sola llamada de un vecino bastaría para eliminar una terraza de un establecimiento, todo acompañado por juicios de valor absurdos por parte de algunos cronistas que en nada ayudan a la comprensión del asunto, ya de por sí difícil de entender.

En el mundo de la hostelería, como en todos los ámbitos de la vida y todos tenemos a alguien de la familia metido en ese sector, hay de todo como en botica. Lo que sí parece evidente es que el tema de los veladores se ha ido de las manos de una forma clamorosa. Y no hablo sólo de mesas y sillas, sino de carritos, pizarras, maceteros, televisores, toldos y toda esa parafernalia que las acompañan. Vuelvo a repetir que no es algo que afecte solamente a los centros de las ciudades. Todo eso, que está al margen de la ley y todo el mundo ve, muchos critican y algunos denuncian, provoca conflictos y no sólo con residentes, lo que a su vez conlleva que se planteen medidas normativas como la de este último borrador de nomenclátor.

Hay terrazas que multiplican por diez el número de metros cuadrados del establecimiento, otras que se mueven dependiendo dónde de el sol, por ejemplo, por no hablar de las horribles pizarras que lo invaden todo, incluso escaparates de comercios que se ven claramente perjudicados ante la desidia y la dejadez de la administración. Claro, ante este panorama, es normal que una vuelta a la legalidad pueda provocar pánico o terror, porque es lo que la no vigilancia sistemática del cumplimiento normativo ha provocado en esta y otras ciudades.

Si hablamos de los puestos de trabajo, parece ser como si todo, actividad, derecho (laboral o social) o espacio, tuviera que doblegarse a ellos, pero que a nadie se le ocurra preguntar por el tipo de contrato que tiene el personal, cuánto cobra o cuántas horas reales trabaja, porque encima te pueden tachar de hijo de mala madre. Y es que, claro, el enriquecimiento de ciertos empresarios no se puede poner al mismo nivel que la precariedad de sus empleados, ¿a quién se le ocurriría tal cosa? A la administración, desde luego, parece que no.

Ya lo de la llamada del vecino y que te quiten la terraza es de traca, pero de traca, traca. O sea, que ya pasamos directamente a la criminalización preventiva del residente, que es el que se va a cargar el chiringuito, nunca mejor dicho. Mirad, no conozco a ningún vecino que haya pedido jamás la eliminación de una sola terraza, jamás. De siempre, desde el principio, aunque luego se de una impresión interesada del asunto, lo que se ha pedido es el cumplimiento de las normativas, ni más ni menos, lo que en ningún caso implica la supresión ni de veladores ni de negocios. Hace un año ya comprobamos cómo esta criminalización, pintadas y amenazas incluidas, se llevó a cabo a raíz de la declaración como zonas acústicamente saturadas de San Pablo, Vargas y Clavo, una declaración que solicitaron los propios hosteleros para que no se pudiera implantar más competencia en sus zonas. Por tanto, ya nos podemos hacer a la idea de quién va a ser el culpable en el caso que un hostelero denuncie la terraza de otro.

En fin, estamos ante una modificación normativa andaluza que, como las dos anteriores, tiene pocos visos de prosperar, sobre todo por estar ya inmersos en año electoral y ser un proceso que es bastante largo en el tiempo, pero que ya ha levantado un revuelo desmesurado y que ha mostrado dónde y en quién se va a poner el foco de las culpas en el caso que se llegase a aprobar. Yo, que aparte de residente soy usuario habitual de las terrazas cuando salgo, no comprendo la radicalidad de la medida planteada, pero aún menos me entra en la cabeza los argumentos expuestos por el presidente de la patronal. Porque si las razones presentadas son consistentes, no se necesita criminalizar a nadie, y menos a personas que hacen uso de las terrazas y los negocios de las zonas implicadas durante todo el año, los mismos que van a seguir acudiendo cuando la burbuja hostelera explote.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído