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Sólo sabía que cuando él estaba lejos, echaba de menos su presencia, pero cuando lo tenía delante, sobre todo cuando escuchaba su preciosa voz, cantando las coplas de la Paquera, entonces no sabía si quería estar con él o no quería.

Aprovechando que el día 15 de octubre se celebró el Día Internacional de la Mujer Rural, he recuperado de un trabajo que realicé hace algunos años con un grupo de mujeres de La Barca de la Florida, la historia de una mujer que vivió su juventud cerca de esa población, en los años 50 del siglo pasado. A través del relato podemos conocer cómo se producía en aquella época el acercamiento entre los jóvenes hasta formalizar un compromiso que, normalmente, era de por vida.

Pepa no tenía prisa. No es que no quisiera casarse, no era eso. Algún día seguro que encontraría al hombre adecuado para ella; ese hombre que supiera quererla, que fuera agradable y trabajador. Pero la muchacha se veía muy joven, diecisiete años, demasiado pronto para el compromiso.

Diariamente pasaba por el cortijo de la Marmolilla, camino del pueblo. Los muchachos sonreían y la miraban descaradamente, cuando la veían pasar con el cántaro de agua, y hacían bromas entre ellos. Desde pequeña había visto llegar, desde los pueblos de la sierra, cuadrillas enteras de trabajadores, que se incorporaban a las tareas de la siega o a la labranza del maíz. Entre los jornaleros solía haber uno que se dedicaba a cocinar para todos. El cocinero recibía todos los meses lo necesario para comprar y elaborar los guisos de todo el grupo: garbanzos, patatas, tocino, arroz, pan, aceite... A final de mes los hombres pagaban el importe de lo que habían consumido y de esa forma podían ahorrar para volver a casa con algo de dinero. 

Aquel año, el cocinero había puesto sus ojos en la muchachita joven que siempre iba acompañada por su hermana. No sabía aún su nombre, pero estaba decidido a acercarse; quería conocerla, porque le gustaba mucho, a pesar de que era un poco huraña. Apenas había podido verle los ojos, porque la joven pasaba siempre muy deprisa, sin levantar la cabeza, como escondiéndose de las miradas escudriñadoras de tantos hombres. Un día, el muchacho se armó de valor y abordó a las dos hermanas. Volvían de llenar los cántaros y se dirigían a su casa, a la vera del cortijo. Pepa no pudo evitar el encuentro. Él le pidió si podía acompañarlas y ayudarle con el peso. Ella no pudo negarse, vaya, no quería, porque se sentía muy atraída por el muchacho, aunque trataba de disimularlo. Aquel día empezaron a hablar, pero los tiempos no daban para mucho más. Los padres controlaban especialmente a las jovencitas, porque había demasiados miedos; demasiados tabúes sobre la honra, la virginidad, la honestidad femenina y ellas tenían que andarse con cuidado. 

Poco a poco, de una forma casi imperceptible, le relación fue creciendo, se fue creando cierta confianza entre ellos. Pero la muchacha se resistía; seguía pensando que hasta los veinte años no quería tener novio…, era su decisión y no quería dar más explicaciones. No iba a contar a nadie su íntimo secreto, ése que sólo compartía con su hermana y que le impedía dar respuesta a su pretendiente. Cuando hablaba de sus sentimientos no era capaz de explicarse, le faltaban palabras para poder expresar su lucha interna. Sólo sabía que cuando él estaba lejos, echaba de menos su presencia, pero cuando lo tenía delante, sobre todo cuando escuchaba su preciosa voz, cantando las coplas de la Paquera, entonces no sabía si quería estar con él o no quería, tenía una mezcla de sentimientos que ni siquiera su enamorado conocía. Esas cosas no se decían; una muchacha decente no podía ser sincera, ni tener deseos, ni reconocer su necesidad de caricias… Y así, entre trigales, paseos en bicicleta, recados y besos furtivos, Pepa aprendió a querer a aquel muchacho tan bueno y que la trataba tan bien. Ocho años estuvieron de novios. Todavía ahora, cuando ya viven solos, jubilados y felices, suele decir: "De mi marío sólo puedo hablar cosas bonitas”.

NOTA: Relato extraído de mi libro Al hilo de la conversación. Voz, memoria y vida cotidiana de las mujeres del campo. Editado por la Diputación de Cádiz, 2008

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