Algeciras-Sevilla en burro: 14 días

Durante el trayecto en bus, si logras evitar conversaciones ajenas, se va bien; incluso da para escribir un articulillo como este

Algeciras-Sevilla en burro: 14 días
Algeciras-Sevilla en burro: 14 días

Sevilla me mataba y hace unos ocho años empecé a viajar a Algeciras. El único medio que tenía era el autobús. Un verdadero socialista no debe tener coche propio y menos con aire acondicionado. Eran entonces, dos compañías las que hacían el viaje. Precio: 20€ aprox. Tiempo: 2h 30m mínimo.

Un año y pico yendo y viniendo, cuando conocí las plataformas digitales de viaje compartido. Para ello, sólo se requería concertar hora y lugar de salida con el conductor ofertante. Precio: 12€ aprox. Tiempo: 2h máximo. El trayecto Algeciras-Sevilla o viceversa es uno de los más habituales, entre otros motivos porque no hay tren que lo haga.

La semana pasada hice la ida compartiendo viaje. Llovía en Algeciras mientras esperaba bajo un soportal con la maleta al hombro. Reconocí el vehículo al instante y el conductor igual conmigo. No necesitaba guardar la mochila atrás puesto que solo llevaba mi portátil ¡¿Sólo?! dice este. Ahí lleva usted el saber universal… Conmigo en el coche éramos cuatro, todos hombres y yo el más viejo. Un maestro al volante, un universitario de copiloto y un militar a mi vera. Los tres educados, inteligentes y valientes. Los tres muy concentrados en los comienzos de sus ejercicios profesionales. Del paisaje escarpado y nuboso, atravesando túneles, transitamos a la llanura fértil bajo el cielo despejado. Cuando me preguntó el militar si tenía hijos, le pude responder, con disimulado orgullo, que sí, una niña a punto de nacer. Me despidieron y el joven oficial me dio la enhorabuena. Al bajar del vehículo, me arranqué la mascarilla y le di una bocanada al aire limpio y fresco que por fin circulaba en Sevilla.

Recordé que durante el intenso estado de alarma, estos viajes compartidos casi desaparecieron. Pero al menos un par de veces, en aquellos días extraños, hice el viaje en autobús y creo recordar que en el exterior del mismo lucía algún distintivo de organismo público, como si cubrieran servicios mínimos indispensables.

Ayer mismo, hice el camino de vuelta a Algeciras y en esta ocasión, el viaje lo hice en bus, en el viejo autocar. Un poco perdido sobre cuál empresa hacía el trayecto en esta nueva normalidad, llamé a la estación y una amable voz me informó del número de andén y hora de salida. ‘Caballero, usted sabiendo andén y hora, no necesita nada más. La empresa es lo de menos’. Llegué a la estación cargado de paquetes de pañales y cosas aparatosas de esta guisa. Localicé el autobús, deposité los trastos en el maletero, y tomé asiento al fondo, alejado del resto. Tampoco es que me considere muy socialista. La empresa de autobuses no parecía tener taquilla física. La compra del billete la hicimos in itinere. Mientras que en los viajes compartidos suelen ir estudiantes y trabajadores con residencia en otra localidad, en un autobús como este, los usuarios son jubilados y mujeres mayormente extranjeras. Durante el trayecto en bus, si logras evitar conversaciones ajenas, se va bien; incluso da para escribir un articulillo como este. Además, la altura de un autobús permite observar mejor el paisaje.

Por estas fechas, los cultivos extensivos de la campiña se tiñen del blanco del algodón. En las proximidades de Jerez los emparrados adquieren los tonos ocres de la vendimia. Luego, se asciende a los Alcornocales y las tierras en relieve escatiman, por escasos días ya, un pasto miserable a las reses. Los primeros becerros deambulan bajo los molinos de viento. La tarde de septiembre cae un poco más temprana, en una luz tenue, rosada, trasversal que cruza con nosotros las cabalgaduras rocosas, y llegando a Los Barrios, se integra con esa neblina que la influencia marina de la Bahía empuja hacia tierra.

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