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Hay cinco tipos de abrazos buenos y muchos de abrazos malos.

Son buenos los genéricos, los fraternales, los parentales, los filiales, y los de uno mismo. Los creyentes dicen que hay un último (o primero) que es el que te da Dios, pero de éste ni podemos ni debemos hablar aquí, aunque dicen que es muy parecido a los abrazos verdaderos que nos damos a nosotros mismos.

Los abrazos genéricos (borrachuzos) son baratos y te los da cualquiera con la menor excusa. Necesitan un cierto estado de ánimo eufórico. Suelen ser frecuentes en ferias, verbenas, bodas, bautizos, comuniones y partidos de fútbol. Su efecto dura lo que dura el apretón; por eso son fugaces y un poco intrascendentes. Como dados por Fulano o Mengano.

Los fraternales son abrazos que se producen en la línea horizontal de nuestras relaciones. Son abrazos entre iguales, de hermandad, cofradieros  –en el buen sentido de la palabra-. Son los que damos y recibimos de hermanos (la primera fraternidad), amigos y compañeros. Expresan el reconocimiento de una tarea o un sentimiento común. Suponen la pertenencia a un nosotros. En esencia el abrazo conyugal es un abrazo fraterno con una cierta intensidad erótica que, con el tiempo, gana en camaradería y generosidad  lo que pierde en apasionamiento y deseo.

Los abrazos paternales y filiales (de los padres y de los hijos) vienen determinados por la sangre, por la línea vertical y biológica que nos constituye como personas dependientes/independientes. Expresan nuestra pertenencia mayor y son los más incondicionales. Tanto unos como otros son esenciales para el establecimiento de nuestra identidad y nuestra propia estima. El abrazo de un padre y el de un hijo pueden tener propiedades terapéuticas si expresan reconocimiento, alegría y generosidad.

Finalmente están los abrazos de uno mismo. Me refiero a aquellos que no son expresión de egoísmo ni tampoco de una actitud narcisista, porque responden al intento de restañar una herida, un sufrimiento, una esclavitud. Y no tienen nada que ver con los ejercicios tontos de autoayuda publicitaria.

Después están los abrazos malos, los abrazos rotos, los abrazos falsos; son muchos; aquellos que procuran sufrimiento, que son malevolentes, que esclavizan. Son todos aquellos en los que se nos trata (o tratamos al otro) como objeto y no como sujeto: los abrazos traicioneros (como el beso de Judas), los que nos someten (como los de los abusadores), los que sofocan (como algunos abrazos maternos), los que comparan y exigen (como algunos abrazos paternos), los que tapan una envidia (como los abrazos falsamente fraternales después del reparto de una herencia), los que nos esclavizan (como el abrazo que damos a una droga, a una norma o a una ley injusta)…los de compromiso, los interesados, los calculadores, los manipuladores, los de cara a la galería… los abrazos todos  que esconden una malquerencia.

Recientemente una paciente me expresaba su deseo y su esperanza de que algún día alguien la abrazaría tan fuerte que todas sus partes rotas se juntarían de nuevo. Yo creo que éste es un deseo comprensible pero una esperanza vana. Quizás un poco adolescente, como trayendo una salvación externa por arte de birlibirloque. Nadie puede darte ese tipo de abrazo (aunque te lo prometan vivamente, que es lo que hacen los amantes y los gurús vendedores de bálsamos de felicidad).  No hay bajo el cielo nadie que pueda ofrecerte tanto: un abrazo que te reconcilie contigo mismo, que te restituya como persona valiosa (valga la redundancia), que te haga amar al amor. Este abrazo tiene que venir de dentro, no de fuera. Sólo tú puedes hacerlo. En sentido estricto, ni siquiera el abrazo incondicional de los padres ni de los hijos (que a veces son menos incondicionales de lo que pueden parecer). Sólo uno mismo puede tomar en sus manos su propia vida. Puede no ser fácil pero, en mi opinión, no hay otro camino.

Cuando un abrazo te restituye como persona y te revela una compasión verdadera, cuando te muestra tus defectos como debilidades humanas y no como carencias, cuando te acoge como si te llamara por tu propio nombre….entonces es un abrazo honesto que te levanta sobre ti mismo. Elevan y engrandecen a quien los da y a quien los recibe. Un abrazo de este tipo puede salvarte porque son abrazos como alas.

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