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Reverte la tacha de inculta pero ella confiesa que sus mejores recuerdos estivales de adolescencia están ocupados por Thomas Mann y su montaña mágica.

Leer a Simone de Beauvoir con 14 años quizá sea too much para un sábado por la noche. Eso debió de pensar algún que otro espectador del programa de televisión al que Ada Colau asistió el fin de semana pasado. Además de lo dantesco del escenario en sí, la cita deparó algunos momentos de eclosión catódica entre confesiones de bisexualidad, borracheras púberes y mucho pero que mucho desconocimiento de los diretes de la caspa y nata. Puro oro líquido para Vasile. La alcaldesa de Barcelona decidió iniciar su particular bajada a los infiernos en plena campaña electoral autonómica. Ir a donde está la gente fue probablemente la consigna que impulsó a los asesores de la edila catalana. Mala cosa. Hace unos tres años, Pedro Sánchez abrió el camino aunque no llegó a tanto. Entonces, el líder socialista llamó en directo al presentador del programa Sálvame para convencerlo de que siguiera votando a su partido. No se atrevió a pisar el plató de Telecinco, pero Colau sí. Lo del sí se puede no conoce límites, por lo visto. Ella, que se arrastró por las aceras zarandeada por la Policía para parar desahucios, quiere seguir siendo la más cercana y la más invicta. Quiere modelarse a lo Colau. 

A la misma hora en antena, aunque con la benevolencia que siempre concede el diferido, el escritor Arturo Pérez Reverte eligió La Sexta. Fue entrevistado en un programa de tertulia política que ocupa desde hace años la parrilla de la segunda cadena de Atresmedia. Aparecía, como de costumbre, en calidad de librepensador y polemista intelectual hecho a sí mismo. En realidad, la manufactura del personaje revertiano, siempre furibundo y tocapelotas, es una hermosa y necesaria creación; alejada seguramente de lo que el autor de novelas es en las distancias cortas, pero pertinente en los tiempos que corren. Hasta aquí parece que nada une a los entrevistados Colau y Reverte salvo el hecho de que ambos lo estaban siendo a la vez en dos cadenas comerciales. Sin embargo, el destino y las redes sociales quisieron conectarlos una vez más. Resulta que en su intervención, el escritor aludió al político de Esquerra Republicana de Cataluña Gabriel Rufián como “un niño al que le pegaban en el colegio”. Twitter fue testigo de la polémica. El ofendido recriminó a Reverte que frivolizase con el acoso escolar y hete aquí que la alcaldesa de Barcelona no tardó en salir en defensa de Rufián y censurar al padre del capitán Alatriste.

“Váyase a hacer demagogia barata a otra parte, señora”. Así contraatacó Reverte a Colau y siguió la fiesta: “una mujer inculta como usted debería reservar sus demagogias cutres para Sálvame”. Parece que el escarceo televisivo a lo Colau no ha pasado desapercibido ni en los círculos literarios. Y es que, además de lo inaudito que es ver sentados en ciertos platós a personas que sí trabajan en algo, las palabras de la mandataria del poble no han dejado de colear. Reverte la tacha de inculta pero ella confiesa que sus mejores recuerdos estivales de adolescencia están ocupados por Thomas Mann y su montaña mágica. Él la manda a Sálvame pero ella desconoce hasta el nombre del novio de la Campos madre. Colau no encuentra su sitio y es que Beauvoir como lectura preadolescente y el cutrerío patrio nunca han casado bien. Demasiado facilón para Reverte, demasiado cool para Mediaset. Intento fallido.

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