La mascarilla patriótica de la congresista de Vox, Macarena Olona.
La mascarilla patriótica de la congresista de Vox, Macarena Olona.

No es momento de discutir ni de cuestionar. Es momento de apoyar”, dicen pretendidos “positivistas”. Es cierto. En parte. De acuerdo en apoyar pero ¿qué apoyamos? ¿Qué debemos apoyar? Más cierto es que, o se pone remedio ahora al problema creado a los arrendatarios, o pronto veremos familias durmiendo en portales o al relente. Y esto que sería mucho más grave antes de terminar la cuarentena lo ha visto claro el gobierno prohibiendo desahucios, medida que sólo aplaza sus consecuencias, por lo que sólo evita el escándalo. O se remedia ya la escasez de material preventivo o los contagios se extienden sin freno al personal sanitario. ¿Qué haremos entonces, sin quien nos cuide? Quien más sabe de esto, China, advierte hace semanas: “lo estáis haciendo muy mal”.

Advertir no es de mal agüero ni de traidores. Traición será parecer sordos ante la realidad de que la progresión ha otorgado un récord a España. Ser superados sólo por Estados Unidos, es decir, sufrir el mayor número relativo de contagios. ¡Por fin un gran récord mundial! Pero un récord nada honroso. No era ese el que queríamos. Los administradores necesitan serenidad para trabajar. Y los pobladores necesitamos tranquilidad para respirar, para continuar satisfechos en nuestro encierro. Porque la inmensa mayoría está cumpliendo (El confinamiento empezó tarde, aunque en Andalucía y tal vez otros lugares, motu proprio, comenzó el mismo viernes por  la mañana, antes de ser obligatorio), no nos recuerden aquel verso del poema: “(¡Dios, que buen vassallo si obiesse buen señor!).

Criticar es más fácil que hacer, no cabe duda. Pero la ciudadanía no tiene otro recurso y la crítica suele ser constructiva. Tiene derecho a criticar, en tanto está cumpliendo, con la lamentable excepción de esos ansiosos veraneantes salientes, crecidos en su complejo capitalino, creídos de derechos superiores al pueblo provinciano. Lo malo del buen señor ausente es que, subidos a su torre de poder, no acepten la crítica por creerse superiores. Que por creerse superiores en su torre de soberbia sean incapaces de la mínima autocrítica La gente está cumpliendo, ¿qué menos que quienes mandan correspondan? Corresponder es aprender de quienes ya han pasado o están terminando de pasar la epidemia y de quienes la sufren con más virulencia. Corea del Sur, un país democrático, pro-occidental, pudo frenarlo porque hizo la prueba, el test, a todo el mundo. A todos. ¿Por qué aquí no se hace si los cinco primeros días de la incubación son vitales para el desarrollo de la enfermedad? En los escasos lugares dónde la hacen desde el coche (Y a quien no tenga coche ¿se la harán desde la puerta, o tendrá que coger un taxi?) necesitan prescripción médica. Pero para eso hay que ir al médico, que no concuerda con el “quédate en casa”.

La tan necesaria como negada coordinación europea, si llega, será como es costumbre en un aspirante a Estado-no-Estado, dónde cada cual campa a sus anchas y los bancos otorgan los créditos como un favor, al 5 ó 6%. con dinero cedido a ellos por los contribuyentes.  Si Europa no fuera una cueva escuela de especulación, ya hace tiempo se habría puesto remedio. Se habría rebajado la situación y salvado vidas. No hacía falta refregarnos el invento especulativo que es, para beneficio de los grandes grupos empresariales. Al menos por conservar su imagen, que poco les ha importado. Porque ha faltado lo más importante: la defensa común, la acción coordinada común, el cierre de todas las fronteras. Con la crítica no creamos bulos, ni es un bulo prever que podemos sufrir la conversión en excepción la alarma. Probar y practicar la “erótica del poder” es lo más peligroso para la ciudadanía y para la democracia.

El deber de todos es prevenir; y a más responsabilidad más fuerte es el deber. En una partida de ajedrez se deben prever las cuatro, cinco o seis jugadas siguientes. ¿Quién cometería la locura de esperar a que le coman el rey para hacer un movimiento? Quizá lo pasado no sirva más que para aprender, pero al menos que sirva para aprender y para exigir responsabilidad, tanto a “los unos”, como a “los otros”. Si ya es grave no haber tomado a tiempo la decisión de confinamiento, peor es exigirla para criticarla cuando se pone en marcha. Graves son los fallos cometidos, quizá muchos –no todos- excusables en la inexperiencia (nunca se había sufrido una situación similar). Pero más que grave, vergonzoso es utilizar los muertos para enfrentarse al gobierno, o limitarse a amenazar o a pedir un golpe de Estado, quienes deberían estar callados para siempre después de su nefasta gestión de la Hepatitis C. Que nadie se aproveche; que el gobierno debe aquilatar sus medidas y cumplir las normas hasta el límite, para ignorar la tentación totalitaria de pasar del estado de alarma al de excepción.

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