Pedro Sánchez, en una imagen reciente.
Pedro Sánchez, en una imagen reciente.

Qué gran problema tener tan gran pueblo para tan malos gobernantes. Quedó dicho hace siglos; en plena Edad Media: (¡Dios, que buen vassallo si obiesse buen señor!). Así que el mal nos viene de lejos, de muy atrás. El mayor mal que sufre el reino de España no es el virus que los chinos han vencido y el “imperio” siempre tan valiente y predispuesto, se traga con resignación. El mayor problema que tiene el reino de España –hay que repetir— es la obsesión de sus gobernantes por hacer bueno al anterior. Es una constante, constante: los últimos Gobiernos se esfuerzan, no en gobernar para el servicio a sus teóricamente representados; sino solamente para dejar bien y por hacernos añorar al anterior. Es como el chiste de la viejecita. “Majestad, conocí a su bisabuelo, a su abuelo, a su padre y a usted. Y como el que venga sea peor…” Como el de Lourdes “¡Virgencita, siquiera como estaba!”.

Así, pues, la casa sin barrer mientras la obsesión termina en erigirse en dictador aunque sea por unas semanas –será el morbo del poder, será el morbo de probarlo, que ya veremos cuanto es el tiempo de la temporalidad y qué queda después de ese tiempo—. Una paralización total, seguro, haría menos daño que esta parcial del miedo a hacer las cosas completas. Siempre que la moratoria sea general, para lo público y para lo privado, para no ver gente buscando gatos por la calle ni durmiendo al relente, que será lo más probable con el paro provocado y el que va a provocar la ruina adjunta.

Con “medidas extremas” capaces de considerar “de primera necesidad” el tabaco, la tintorería o la peluquería (será que más vale morir arregladitos), el virus pasará. Pasará porque es el destino de todos los virus, afortunadamente, no por la más que deficiente puesta en marcha de un remedio incapaz de remediar. Con Gobierno tan inepto podríamos ir cayendo hasta dejar la Península hecha un desierto. Aunque para desierto el que se está creando a pasos cada vez más largos y rápidos, el que nos trae virus cada vez más virulentos… y lo que te rondaré. No se sabe hasta dónde puede llegar, pero se sabe que el calentamiento general, incluida la subida de temperatura del agua de mares y océanos, va a devolver la vida a virus y bacterias congeladas bajo el fango oceánico.

“Bichitos” que no obedecen más ley que la suya, a imitación de los responsables principales de esa elevación de temperatura, provocada para concentrar más el dinero existente a costa de la miseria provocada en la mayoría. El que para no señalar titularon Covid, pasará como familia de la gripe que es, o será congelado para que aguante. Los descongelados del fondo del mar (sin matarile), no tan fácil. La misma subida de temperatura próxima a acabar con la vida en los mares traerá a tierra firme plagas de microscópicos seres con peores ideas que los peores políticos. Que ya es decir.

La ignorancia es muy mala. Malísima. Pero peor es no querer aprender. Es síntoma de soberbia, de engreimiento, de incapacidad, de mediocridad. Y a ese respecto los políticos hispanos son campeones, auténticas muestras de El principio de Peter elevado a la máxima potencia. Alaban la mundialización de la alta economía, a la que llaman “globalización”, sólo para aprobar la explotación de pueblos en beneficio de 130 ultra millonarios, pero son incapaces de darse a sí mismos una mínima estructura global cuando en realidad hace más falta. Los pueblos de España pueden prescindir de la peluquería durante dos o tres semanas. Y de encharcarse los pulmones, que tanto cuesta a la Seguridad Social.

De lo que Europa no puede privarse es de un plan serio, global para prevenir emergencias. Las guerras sólo se pueden superar con mejor estrategia y mejores armas que el enemigo. Y esta guerra provocada por el invasor Covid-19, con más motivo. No haber aislado Madrid y Cataluña está teniendo consecuencias fatales que ya se están viendo. No vale escudarse en que “los viajeros estarán confinados en sus casas tanto en Madrid como en la playa”. No vale creernos imbéciles. Sólo el mayor cinismo puede explicar tan equívoca explicación, después de tres días, tres, de libertad absoluta, la asunción de todos los poderes será incapaz de arreglar el desarreglo provocado.

España ya no vive sola. Nadie en Europa vive solo ya, ni la falsa “Unión Europea” debe seguir siendo para uso exclusivo de los grandes grupos económicos. Europa debe dotarse de un plan general que permita asegurar sus fronteras terrestres, marítimas y aéreas en un plazo máximo de 24 horas. Eso se obtiene con voluntad, con coordinación. Con ganas de mantener un espacio común para el bien de la población, no sólo para los voraces mal llamados “mercados”. El presidente de España no ha querido tener al lado a las autonomías; ha querido hacerlo sólo a su entera y única voluntad y que todos le sigan, al mejor estilo dictatorial. Desde Felipe V el fanatismo centralista siempre ha hecho daño a España y este caso no va a ser menos. Cuando termine esto se hace imprescindible depurar responsabilidades sin excusas ni excepciones.

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