“Rechacemos la representación de un Estado que nos deshonra, sosteniendo regímenes arcaicos y feudales en todos los órdenes de la Administración (…) Códigos sancionadores de bárbaras costumbres privadas, por los cuales la sociedad salvaje de este territorio ejerce una tiranía espiritual mil veces peor que la economía y la política, sobre los hombres cultos que se preguntan si este país es una patria o un establo”.
Y es aquí, en este texto, cuando el andalucismo se declara “separatista” de esa España caduca. Separatista de esos “Poderes centrales” que atacaron y vejaron a las “regiones” reformadoras, tan sólo por desear una nueva organización, compatible con la libertad y el derecho de todos para estar representados “dignamente”. Ese Estado centralista que “calumnió” a Portugal, América del Sur y Cuba. Y por ello buscaron su propio camino, porque “A un individuo se le encierra en una prisión y, como pueda, de ella se escapa”. Pero ¿qué es el separatismo? ¿Quiénes son los separatistas? El texto lo explica muy claro:“Los separatistas son ellos: los que esparcen recelos con relación a pueblos vivos como Cataluña o Vasconia, por el delito horrendo de querer regir por sí sus peculiares intereses. ¿Qué diríais de un individuo o una familia o de un pueblo cualquiera que afirmara su voluntad de vivir, de regir su patrimonio, de usar su propia lengua, de dictar reglas privadas para su gobierno (…)? ¿Ibáis a ser tan dementes que llamaseis al individuo o pueblo que así obrara, egoísta, criminal o antisolidario? Pues esto hacen hoy los centralistas con las regiones que quieren desarrollar su propia vida fuera de la acción negadora de un Estado incapaz”.
Y tras el diagnóstico, la propuesta: el modelo confederal planteado en la Constitución andaluza de Antequera de 1883. Porque Andalucía es una nacionalidad, por su historia, por su identidad. Andalucía posee su personalidad, aunque negada por la “bárbara dominación”, incapacitada por “el yugo caciquil a la que la oligarquía de Madrid la somete”; está capacitada para usar su libertad, porque decir lo contrario es usar el mismo argumento a favor de la esclavitud: “los esclavos no estaban capacitados para ser hombres libres”. La reforma debe considerar el derecho de la “Región Andaluza” a ejercer una “soberanía igual en la intensidad” a la solicitada por Cataluña. Una democracia con poderes ejecutivo, legislativo y judicial independientes, que asuman las competencias de educación, sanidad y que libere a la mujer “esclavizada por un bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración”. Y concluye: “Ved que la España uniformista nació muerta porque se fundó sobre la negación de los jugos vitales privativos de las nacionalidades hispanas, que construyeron el alma potente de la España federada”. El escrito, a punto de ser centenario, de los andalucistas expresa un programa nacionalista con raíces confederales. Las ideas aquí mostradas entienden el Estado español como fruto del pacto de las nacionalidades que la integran. Andalucía entre ellas. Considera el ser español como resultado del acuerdo y de la voluntad libre expresada por los pueblos e individuos. No cree que esa decisión corresponda a “otros”. Es decir, no cree en el “tú eres español porque lo digo yo”, sino, al contrario, soy español porque yo “lo decido”. No criminaliza a quien no se cree “que lo sea”, ni cree que la solución sea enviarle las Fuerzas de orden público para “convencerle”. Como decíamos al principio: un texto muy actual. Manuel Hijano del Río. Universidad de Málaga.
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