A cien años del Manifiesto de Nacionalidad de Córdoba (1919). Propuestas para integrar Andalucía, Cataluña y "Vasconia"

Manuel Hijano, Director de Secretariado de Bienestar Social Alta Cal

Universidad de Málaga.

La mesa donde Blas Infante y los andalucistas celebraron la Asamblea de Ronda de 1918. Foto: Sebastián Chilla.
La mesa donde Blas Infante y los andalucistas celebraron la Asamblea de Ronda de 1918. Foto: Sebastián Chilla.
La Historia es una ciencia muy útil. Sirve de algo más que para responder algunas preguntas de los concursos televisivos. La Historia, entre otros argumentos, nos muestra que no vivimos en una realidad plana. No somos personajes insertos en un “croma” de aparente virtualidad, con un fondo ficticio o virtual. La Historia nos ayuda a valorar los hechos ocurridos hoy, con una perspectiva madura, consciente, informada. Con profundidad. Nos sirve para poner cada acontecimiento en su sitio y apreciar si es o no realmente “histórico”, a pesar de lo que nos dicten los poderosos, a través de sus medios. A principios en 2019 celebraremos el primer centenario del Manifiesto de la Nacionalidad de Andalucía, fechado en Córdoba el 1 de enero. Este documento es relevante para los andaluces como un hito “histórico” que debemos conocer y reconocer como valioso. De hecho, aparece en el preámbulo del Estatuto de Autonomía andaluz de 2007. Y es un texto con frases que parecen escritas esta misma mañana. Es decir, poseen una “rabiosa actualidad”. Pero ¿cuál es el contenido de ese documento? Cuando uno se acerca a la Historia de España descubre cómo uno de los grandes problemas sempiternos de España es su construcción como nación: la tarea inacabada del XIX de construir un Estado centralista y en la que aún seguimos inmersos. El Manifiesto es una clara muestra de cómo el andalucismo se preocupa, se ocupa y se postula como una alternativa frente a la crisis del modelo de Estado-nación de la Restauración borbónica. Son años en los que la Monarquía está a punto de entrar en declive, sostenida a duras penas -sobre todo a partir de 1923- siendo cómplice de la Dictadura de Primo de Rivera. El andalucismo, con este documento, propone una vía de salida para salvar ese Estado fallido, y se ajusta al asunto más relevante de la Andalucía y España del primer cuarto de siglo XX: el encaje de las nacionalidades. El texto lo firman ese día las personalidades andalucistas más relevantes del momento: Blas Infante, Inocencio Fé, Emilio Álvarez, Juan García Jiménez y Manuel Rosi, Dionisio Pastor, Eloy Vaquero, Francisco Azorín y Francisco Córdoba. Posteriormente, se ratifica en la Asamblea Regionalista de Córdoba de marzo de ese año. El Manifiesto realiza un interesante diagnóstico de la situación política española y andaluza. Considera que la “vieja España” se ha acabado, se va a “desvanecer” y, por ello, los andaluces deben despertar y rebelarse ante la situación:

“Rechacemos la representación de un Estado que nos deshonra, sosteniendo regímenes arcaicos y feudales en todos los órdenes de la Administración (…) Códigos sancionadores de bárbaras costumbres privadas, por los cuales la sociedad salvaje de este territorio ejerce una tiranía espiritual mil veces peor que la economía y la política, sobre los hombres cultos que se preguntan si este país es una patria o un establo”.

Y es aquí, en este texto, cuando el andalucismo se declara “separatista” de esa España caduca. Separatista de esos “Poderes centrales” que atacaron y vejaron a las “regiones” reformadoras, tan sólo por desear una nueva organización, compatible con la libertad y el derecho de todos para estar representados “dignamente”. Ese Estado centralista que “calumnió” a Portugal, América del Sur y Cuba. Y por ello buscaron su propio camino, porque “A un individuo se le encierra en una prisión y, como pueda, de ella se escapa”. Pero ¿qué es el separatismo? ¿Quiénes son los separatistas? El texto lo explica muy claro:

“Los separatistas son ellos: los que esparcen recelos con relación a pueblos vivos como Cataluña o Vasconia, por el delito horrendo de querer regir por sí sus peculiares intereses. ¿Qué diríais de un individuo o una familia o de un pueblo cualquiera que afirmara su voluntad de vivir, de regir su patrimonio, de usar su propia lengua, de dictar reglas privadas para su gobierno (…)? ¿Ibáis a ser tan dementes que llamaseis al individuo o pueblo que así obrara, egoísta, criminal o antisolidario? Pues esto hacen hoy los centralistas con las regiones que quieren desarrollar su propia vida fuera de la acción negadora de un Estado incapaz”.

Y tras el diagnóstico, la propuesta: el modelo confederal planteado en la Constitución andaluza de Antequera de 1883. Porque Andalucía es una nacionalidad, por su historia, por su identidad. Andalucía posee su personalidad, aunque negada por la “bárbara dominación”, incapacitada por “el yugo caciquil a la que la oligarquía de Madrid la somete”; está capacitada para usar su libertad, porque decir lo contrario es usar el mismo argumento a favor de la esclavitud: “los esclavos no estaban capacitados para ser hombres libres”. La reforma debe considerar el derecho de la “Región Andaluza” a ejercer una “soberanía igual en la intensidad” a la solicitada por Cataluña. Una democracia con poderes ejecutivo, legislativo y judicial independientes, que asuman las competencias de educación, sanidad y que libere a la mujer “esclavizada por un bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración”. Y concluye: “Ved que la España uniformista nació muerta porque se fundó sobre la negación de los jugos vitales privativos de las nacionalidades hispanas, que construyeron el alma potente de la España federada”. El escrito, a punto de ser centenario, de los andalucistas expresa un programa nacionalista con raíces confederales. Las ideas aquí mostradas entienden el Estado español como fruto del pacto de las nacionalidades que la integran. Andalucía entre ellas. Considera el ser español como resultado del acuerdo y de la voluntad libre expresada por los pueblos e individuos. No cree que esa decisión corresponda a “otros”. Es decir, no cree en el “tú eres español porque lo digo yo”, sino, al contrario, soy español porque yo “lo decido”. No criminaliza a quien no se cree “que lo sea”, ni cree que la solución sea enviarle las Fuerzas de orden público para “convencerle”. Como decíamos al principio: un texto muy actual. Manuel Hijano del Río. Universidad de Málaga.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído