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Asiste uno estupefacto a la ceremonia de embellecimiento de la realidad andaluza que cada año se repite en el aniversario del referéndum del 28 de febrero de 1980. Vivimos en una Andalucía que avanza imparable, de la que tenemos que estar orgullosos, en la que los problemas existentes se están superando y los efectos de la crisis apenas se notan ya... Una Andalucía de autogobierno y democracia plena nos dicen los voceros de quienes nos gobiernan. Ciertamente el 28F fue una hermosa afirmación de un pueblo que exigía autogobierno y afirmaba su identidad y su cultura. Pero pocas veces se recuerda que unos años antes, el 4 de diciembre de 1977 miles y miles de andaluces salimos masivamente a la calle exigiendo no sólo autonomía sino gritando además “pan, tierra y libertad”.

La exigencia de autonomía andaluza nacía no sólo como una reivindicación de autogobierno e identidad (instituciones, bandera, himno, cultura) sino que surge también como un poderoso clamor social tras siglos de atraso y oscurantismo y de ser una de las regiones más pobres de España. Pero ese contenido queda oscurecido en estas celebraciones del 28F. Envueltos en la bandera andaluza, dejan de mostrarnos la realidad en toda su amplitud y nos intentan presentar una Andalucía embellecida, idealizada y mítica, en buena medida inexistente.

No negamos que se han producido importantes avances sociales. Pero, pese a ello, lo cierto es que, tras cuarenta años de autonomía y gobierno socialista, seguimos siendo una comunidad empobrecida y desigual, que no logra converger con el resto de España y Comunidades, no digamos con el resto de Europa. Así, el INE nos señala que en 2015 la menor renta disponible por habitante de toda España fue la de los andaluces (11.466 euros frente a los 14.527 euros de media nacional), solo por delante de Extremadura. Igual ocurre con relación al PIB per cápita que se quedó en Andalucía en 2016 en un 73,9% del nacional, situado en 17.790 euros.

En estos momentos, la tasa de paro en la comunidad es del 24,4%, ocho puntos más que la media de país, que es del 16,5%. Pero es que resulta que este diferencial de paro es similar al que teníamos al inicio de la autonomía y se ha mantenido con algos y bajos a lo largo de estos cuarenta años. Ciertamente habrá que concluir que no hemos avanzado demasiado en este sentido e incluso que la buscada convergencia retrocede.

Pero más allá de estas cifras macro lo cierto es que la pobreza y la exclusión marcan el día a día de dos de cada cinco andaluces, pues la tasa de riego de pobreza en Andalucía (41,7%) resulta que está 13,8 puntos por encima de la media nacional. Detrás de los porcentajes, un total de 3,5 millones de personas en Andalucía malviven, ajenas a una supuesta recuperación económica, voceadas tanto por el Gobierno central y autonómico, pero que ni siquiera atisba la mayor parte de la población. Al contrario, la pobreza y la exclusión social se mantienen y en algunos casos se acrecientan.

Los datos de esta Andalucía invisible, oculta y ocultada por los poderes públicos, se acumulan. Así un reciente informe nos dice que en ingresos medios anuales por persona en 2015 estamos lo penúltimos, sólo por delante de Murcia. La Red Andaluza contra la Pobreza también señala que más de 6,5 millones de andaluces tienen grandes dificultades para llegar a fin de mes (78,1% de la población) y esta cifra sigue aumentando año tras año.

Y lo más sangrante es que nada menos que el 10% de las personas residentes en Andalucía sufren pobreza severa, es decir que viven en hogares donde los ingresos que tienen son menores del 30% de la media de los ingresos de la población. De nuevo un diferencial apabullante, pues la tasa de pobreza severa en el conjunto de España es de 6,5% frente al 10% en Andalucía En 2016 según la ECV, el 52,4 por ciento en Andalucía de los hogares no tenía capacidad para afrontar gastos imprevistos lo que se traduce en serios problemas de la población para llenar la nevera, pagar las facturas de la luz o el agua, hacer frente a la hipoteca o a la mensualidad del alquiler, en el peor de los casos, a encontrarse sin hogar

Porque otro de los grandes problemas que tenemos en Andalucía es el de la vivienda. La APDHA ha señalado en numerosas ocasiones que en Andalucía nos encontramos una auténtica “emergencia habitacional”, sin que la Junta reconozca el derecho a tener un techo como un derecho objetivo y no sometido a las ridículas partidas presupuestarias que destina a vivienda. Por ello, los desahucios por no poder pagar la hipoteca o el alquiler, no sólo no han descendido, sino que se han incrementado pasando de 26 diarios de media en 2016 a 30 de media en 2017. Los vergonzosos núcleos chabolistas en algunas grandes ciudades se eternizan. En Cádiz igualmente con nuestro particular chabolismo vertical, la infravivienda. Las ayudas al alquiler de la Junta o no se convocan o no se pagan. Hay en Andalucía 7.000 personas viviendo en la calle (de ellas cien en la ciudad de Cádiz).

La lista es larga, cortes de agua y de luz, personas solas mayores sin recursos, la feminización de la pobreza… Para cerrar este panorama sombrío cito el creciente deterioro de los servicios sociales que tienen que atender a las personas con necesidades a las que obligan a ir mendigando a las distintas asociaciones que los ayudan porque no tienen suficiente presupuesto. Panorama sombrío en efecto de la Andalucía invisible, esa que no aparece en los fastos del aniversario del 28 de febrero. No sólo no aparece, sino que se intenta conscientemente ocultar. Lo cual también dice algo de la calidad democrática del gobierno que nos han legado estas décadas de autonomía. Si de verdad queremos que Andalucía salga de la cola de las regiones más atrasadas de Europa, es imprescindible que nuestra autonomía, que todos queremos, sea capaz de reinventarse, en calidad democrática y en políticas sociales, pensando prioritariamente en las necesidades de las personas y contando de verdad con ella, con las gentes de Andalucía.

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