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Raúl Ramírez Dorantes. Portavoz de Foro Ciudadano 

El 28 de febrero de 1980, servidor no había cumplido aún once años. Aun así, recuerdos de mi niñez me traen desde la memoria las semanas y días previos y, cómo no, ese día. Días completos de conversaciones en familia, campaña a favor… y en contra. Hoy la famosa serie de televisión Cuéntame nos refresca esas imágenes provocando en muchos de nosotros asombro y cierta melancolía de aquellos momentos.

En ese día, aquel referéndum dibujó la inequívoca voluntad del pueblo andaluz por ser dueño de su destino. Era la Autonomía, esa ilusión colectiva, esa aspiración que venía a ser la culminación como válvula de escape y fuente de esperanzas para las gentes andaluzas en una democracia en pañales. Ilusión, eso era, eso era lo que se sentía. Las banderas verdiblancas… ¡Cuántas decoraban orgullosas los balcones y ventanas andaluzas!

Y se consiguió. El pueblo andaluz dio una muestra y ejemplo de madurez, hasta tal punto que en un referéndum salpicado de trampas, el traspié de nuestra querida Almería, quedó meses después enmendado ante la clarísima declaración de voluntad soberana del pueblo andaluz en pro de su autogobierno y autonomía política.

Culminaba el 28 de febrero un proceso histórico, sí histórico, que arrancó en el siglo XIX, se condujo en el XX, lo soñó nuestro recordado Blas Infante, se mutiló por el fascista golpe de Estado del 36, y finalmente se ganó por el pueblo aquel mágico 28 de febrero. Hoy 34 años más en el calendario, muchas cosas han cambiado. También es lógico. Hemos pasado como en las parejas: del loco enamoramiento a una madurez… excesivamente rutinaria. Logros muchos… desilusiones demasiadas.

Vivimos tiempos de crisis. Momentos en los que la política arrastra las dudas y cadenas de la corrupción, de los intereses de la casta. La política se deja de escribir con mayúsculas para ser emborronada en hojas excesivamente manoseadas por demasiadas manos sucias. La autonomía, esa herramienta que no es fin en sí mismo, tan soñada durante décadas ha caído en un sueño eterno, la han convertido en una inmensa maquinaria burocrática ajena al pueblo. Tal es la desafección que los gobernantes han provocado, fundamentalmente el PSOE, que los que nunca creyeron en la Autonomía, ni aún hoy creen, el PP, son capaces de sacar pecho y provocar el debate e incluso proponer la vuelta a modelos centralistas donde el pueblo andaluz vuelva a ser manejado como antaño.

Somos muchos los que seguimos creyendo en la herramienta de transformación que ha de ser la autonomía política y el autogobierno. Es necesario recobrar y trasladar la ilusión, la creencia en la política para el cambio. Y creemos que el mejor escenario de reivindicación autonómica está en el ámbito de lo local. Desde el municipalismo como germen y semilla del movimiento autonomista andaluz. Despejemos caretas de vividores a costa de la ilusión de todo un pueblo, de oportunistas de banderas ensuciadas en cortijitos personales y de salvapatrias con vistas en la Moncloa.

Andalucía será siempre lo que los andaluces queramos. Son momentos de recuperar la ilusión. Yo creo que esa verdiblanca, que un año más lucirá en mi balcón, volverá a ser  el despertador de nuestro pueblo dormido. A todos y todas, feliz día de Andalucía. Nuestro día.

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