Voces de la contracultura en el tardofranquismo de Sevilla: "Había más subversión de lo que se cree"

El crítico cultural Fran G. Matute publica 'Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias (1965-1968)', una investigación pormenorizada que recoge, narrados desde aquí con un centenar de testimonios, los movimientos 'a la contra' que desde las artes se vivieron en la capital andaluza

Detalle de la cubierta de 'Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias (1965-1968)', estudio de Fran G. Matute sobre la contracultura en el tardofranquismo en Sevilla.
Detalle de la cubierta de 'Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias (1965-1968)', estudio de Fran G. Matute sobre la contracultura en el tardofranquismo en Sevilla.

“Esto es Radio Sevilla, transmitiendo en modulación de frecuencias de 103.2 megahercios”, repetía Joaquín Salvador Barrios (Sevilla, 1947-2011) en su programa Nata y fresas. Todos los que escuchaban su espacio radiofónico a finales de los 60 del siglo pasado coincidían en que su estilo y lo que reproducían las ondas estaban a la vanguardia de todo lo oído hasta entonces. Hasta su casa había peregrinaciones de hippies extranjeros en busca de unas rarezas musicales que le encumbraron como gurú del underground sevillano. Cuando falleció el afamado periodista musical, sin embargo, nadie escribió sobre él ni una línea.

Ahora en cambio, el suyo es uno de los cien nombres que brindan alimento y testimonio a Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias (1965-1968) —Sílex, 2022—, el libro que acaba de publicar el crítico cultural Fran G. Matute (Mérida, 1977) sobre el punto de ebullición contracultural que alcanzó la Sevilla del segundo franquismo. Aquella etapa desarrollista del milagro económico español en la que, nadie lo diría, también hubo una excitante e intensa actividad en torno a las artes sin temor a la censura dictatorial.

Partiendo del título de la canción de los Smash —que surgieron en el 68, el año del mayo francés—, We Come to Smash this Time (Esta vez venimos a golpear), el trabajo es un estudio pormenorizado de lo que el autor llama casi “protocontracultura” que viene a revalorizar, o directamente a valorizar, lo que ocurrió aquí y que nunca antes se había contado desde aquí.

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Fran G. Matute posa, tras la entrevista con lavozdelsur.es, en una librería de Sevilla.   MAURI BUHIGAS

“Hubo contracultura en Valencia, en Galicia… pero si alguien de allí no lo cuenta no queda dentro del relato oficial de esa contracultura. O asumimos que lo que se ha ido contando sobre la movida madrileña o el underground barcelonés eran relatos locales, o no podemos decir que se ha estudiado la contracultura en toda España. No tenemos que esperar que nadie nos cuente, pero tampoco el que ha estudiado qué pasó en Madrid puede decir que eso era lo que pasaba en toda España”, reflexiona Fran G. Matute en conversación con lavozdelsur.es.

Por eso figuras tan aparentemente desconocidas para el gran público como las de Salvador aparecen en la investigación al nivel de otros nombres que sí resuenan, como el cineasta Gonzalo García-Pelayo, el productor Ricardo Pachón, el mediático Alfonso Eduardo Pérez Orozco, la fundadora de ARCO Juana de Aizpuru, y Amparo Rubiales, que “antes de ser política destacada fue una diva del teatro independiente sevillano”. “Me ha interesado mucho destacar también nombres locales que a lo mejor han trascendido menos, como el de Joaquín Salvador, que fue un locutor de radio muy loco, muy moderno, pero que ejemplificaba como nadie la cultura underground de Sevilla; Mane Segura, el gran músico al frente de un grupo maldito; o Toto Estirado, un personajazo de la época, un pintor que empezó siendo torero, al que echaron del PC por consumir LSD. Personajes muy llamativos de los que nunca se había hablado nada”, asegura el autor.

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Carga policial en la Universidad de Sevilla (marzo, 1968). Foto Gelán. DP
Hippies y niños en Sevilla (c. 1968). Archivo Banco Redondo. Prohibida su reproducción.
Hippies y niños en Sevilla (c. 1968). Archivo Banco Redondo.

En suma, sintetiza, “el libro de lo que habla es de cómo en Sevilla, una serie de propuestas culturales intentaron romper un poco con lo establecido, y como pese al franquismo hubo más subversiones de las que creíamos”. De hecho, G. Matute, que en su anterior libro, Días de viejo color, ya abundó en la aportación andaluza a la modernidad española desde lo estético y conceptual,  asegura que, “de alguna manera, lo que ocurrió en Sevilla ocurrió en buena medida porque se dejó hacer. Existía censura y había controles férreos desde el Gobierno civil, y aquí fue muy duro, pero la verdad es que pasaron muchas cosas porque al final no quedó otra que dejar que ocurrieran”.

“Ellos —agrega— pensarían que tampoco iba a ser gran cosa porque lo que preocupaba al régimen era muchas veces una cuestión más moral, que no se tocaran ciertos temas como la religión, que otra cosa. Si tú no eras comunista o tu obra no tenía un contenido explícitamente inmoral o amoral, de alguna manera te dejaban hacer".

Eso, por ejemplo, hacía que los textos de alguien como Bertolt Brecht, cuyo pensamiento era totalmente antitotalitario, se representaran un montón de veces en Sevilla. "En esos primeros años se hicieron muchas cosas que desde fuera parecían imposibles, o desde el relato que nos ha llegado, pero se hacían porque las autoridades pensaban que no eran abiertamente políticas o eran minoritarias", explica G. Matute. Y agrega: "Mientras nadie saliera desnudo o se riesen de los curas se podían hacer, el arte contemporáneo era tan abstracto que la transgresión estética daba igual, y el franquismo incluso se apoyó mucho en el arte contemporáneo, se puso hasta las medallas por esa modernidad que aparentemente no ofrecía mensaje de ningún tipo. En los 60 el franquismo era muy abierto y en Sevilla, que podía ser un sitio más cerrado que los demás, se dejaron hacer muchas cosas”.

"Los textos de alguien como Bertolt Brecht, cuyo pensamiento era totalmente antitotalitario, se representan un montón de veces en esa Sevilla"

Que Fran G. Matute hable muy bien de su libro, y de cómo éste abre por primera vez la perspectiva de la efervescencia cultural que ocurrió en Sevilla contada por sus protagonistas directos, no tiene mucho mérito. Sin embargo, que voces tan autorizadas como las del periodista y escritor sevillano Luis Clemente hayan hecho pública su reseña de Esta vez venimos a golpear deja a las claras que estamos ante un libraco que vale su peso en oro.

"Es pasmoso cómo se engarzan las diferentes escenas de Esta vez venimos a golpear, que con el subtítulo de Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965-1968), pone el foco en la pintura, el teatro y el rock: cientos de nombres prodigiosos en una ciudad poco iluminada. El libro de Fran Matute se nutre de cien entrevistas para cotejar hechos de auténticos pioneros, incluidos los primeros beatniks, enhebrados de una manera tan precisa y fluida que te hace olvidar el hemerotequismo desalmado y llega hasta el gozo de los pies de página (...) Desde ahora, para mí matutear será investigar hilando fino. La segunda parte ya", ha elogiado Clemente en su muro de Facebook.

Sí, habrá segundo volumen. Pues todo acaba cuando empiezan los Smash o cuando la librería sevillana Antonio Machado comienza a traficar con libros que vivían en la clandestinidad. 

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Retrato del autor, en días pasados.   MAURI BUHIGAS
¿Fue Sevilla faro de la vanguardia española en el tardofranquismo?

Ya no defiendo que Sevilla haya sido el origen de la contracultura en España, que es algo que se ha sostenido por mucha gente, pero sin que nadie hubiera hecho un estudio en profundidad, con un poso académico e histórico, más allá de testimonios y de gente que lo afirmaba sin solidez detrás. Una conclusión que saco del trabajo que he hecho es que hasta que en Barcelona no se estudie con la misma profundidad que se acaba de estudiar en Sevilla este periodo concreto de la, digamos, protocontracultura no podríamos comparar si aquí fue antes o después. Pero también te digo, es un debate que cada vez me ha interesado menos; creo que pasó todo a la vez, pero como Sevilla es más pequeña y tiene una idiosincrasia folclórica más fuerte que Barcelona, pues sería, en proporción, mucho más sonado lo que ocurrió aquí que en Barcelona o en Madrid. Todos los estudiosos de la contracultura, Jordi Costa, Pepe Rivas, Ángel Casas… se han creído que lo que le contaba la gente de aquí era más potente y había ocurrido antes que en Barcelona, pero aquí ningún sevillano, que yo sepa, había dicho nada de esto.

¿Cómo es posible eso?

Creo que, en el fondo, a la gente de aquí le da igual. Es algo muy de Sevilla, nunca nos hemos intentado vender fuera, estos relatos siempre se han contado desde Barcelona o Madrid. Aquí, como somos como somos, hasta que Gervasio Iglesias no hizo su documental o Pedro G. Romero no hizo su exposición, o hasta que, modestia aparte, no me he puesto a hacer esto, no ha habido un relato contado desde aquí que ponga en valor lo que aquí ocurrió. Todo había sido contado desde fuera. Es gracioso ver en las revistas culturales de los 70, Star o Ajoblanco, muchos artículos de gente diciendo que a ver cuándo se cuenta lo que ocurrió en Sevilla. Solo se contaba lo de Barcelona y Madrid. Ha tenido que venir otra generación para contarlo, los propios protagonistas no habían dejado esa memoria. Pepe Rivas en Barcelona, por ejemplo, es juez y parte. O Jesús Ordovás en Madrid, que también es juez y parte de contar lo que ocurrió en el pasado.

¿Qué gran titular se lleva de las cien entrevistas del libro?

He hablado con mucha gente durante muchísimo tiempo. El titular de mi percepción al hablar con ellos sería que son personas, en un 95%, que siendo muy conscientes de lo que hicieron, nunca le han dado a eso una mayor importancia. No han llegado hasta hoy lamentándose de que nadie haya contado su historia, o que nadie le hubiese preguntado por esto. Nunca habían hablado con nadie hasta ahora en muchos casos. Es una especie de naturalidad, o de modestia natural, en plan: si te interesa lo que he vivido, te lo cuento, pero para mí es agua pasado aunque sepa que en su momento tuvo su relevancia. Gente muy predispuesta a hablar, pero sin ningún ansia de protagonismo, o sin ninguna pesadumbre de que el tiempo haya pasado sin reconocimiento. Aquí en Andalucía, y de eso ya me di cuenta en el anterior libro, sobrellevamos la historia de una manera natural. A unos le tocan estar en un sitio, hacen lo que les corresponde y no se consideran héroes. Nadie se ha intentado dar más importancia con eso de yo corrí delante de los grises; he tenido que ser yo en muchos casos el que reforzaba la importancia de lo que me estaban contando porque habían sido pioneros en tal o cual cosa.

Pero pasó, pasaron cosas, muchas, y ellos golpearon y contragolpearon hasta encontrar los resquicios de una época gris y opresiva. "La Sevilla que hay ahora —remacha Matute—, y que ha habido desde los 70, nace en el momento en el que se centra el libro. Esos años son los que dan lugar a una Sevilla alternativa, a la otra Sevilla. No es que no hubiera antes gente que se saliera de la norma, pero esa Sevilla contracultural nace en estos años y se perpetúa por algunas de las personas que van enlazando décadas. Aquí se instaura una realidad: en Sevilla, desde mitad del siglo XX hay dos sevillas muy grandes, aunque suene más la tradicional. Pero la otra existe y cada vez ha sido más grande, aunque cada vez menos underground, pero estéticamente coexisten sin ningún problema".

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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