Tesoros ocultos de Carmona: del vino más antiguo hallado nunca a una tumba romana en una casa particular

Un dolmen, minas de agua, termas… más de 5.000 años de presencia en la ciudad hacen del patrimonio oculto un reclamo. Una visita al santuario hipogeo de San Felipe y a las cubiertas mudéjares de Santiago

Juan Manuel Román, arqueólogo municipal de Carmona, en el santuario hipogeo de San Felipe, donde hay tesoros ocultos.
Juan Manuel Román, arqueólogo municipal de Carmona, en el santuario hipogeo de San Felipe, donde hay tesoros ocultos. MAURI BUHIGAS

No hace falta ser un experto en viajes para saber que Carmona es mucho más que una postal histórica de calles empedradas y edificios centenarios que atrayera a tantos románticos allá por el siglo XIX. Bajo la superficie del Lucero de Europa laten secretos que han permanecido silenciados durante siglos. Espacios subterráneos, tumbas olvidadas y construcciones talladas en la roca nos cuentan historias de rituales, vida cotidiana y creencias ancestrales. Pero también en las alturas, camino al cielo.

Dos de estos enclaves destacan no solo por su espectacularidad, sino también por el misterio que aún los envuelve: el santuario hipogeo de San Felipe, un complejo subterráneo cuya singularidad resulta única hasta la fecha, y la tumba romana de la calle Sevilla, un mausoleo descubierto bajo una vivienda particular que ha arrojado hallazgos únicos en el mundo, como el vino en estado líquido más antiguo jamás datado (principios de siglo I d.C.) y el primer perfume de época romana que ha podido ser analizado químicamente, lo que ha permitido identificar que su aceite esencial era pachulí.

Hace de guía uno de los arqueólogos municipales, Juan Manuel Román, quien ha estado al frente de estos descubrimientos, desentrañando cada capa de historia con la paciencia y el rigor que exige la arqueología. Una persona clave para entender el pasado de Carmona y su vínculo con la historia universal.

¿Culto a Hermes-Mercurio?

Bajo una ladera discreta, apenas perceptible para los ojos inexpertos, se esconde uno de los enclaves más enigmáticos de Carmona: el santuario hipogeo de San Felipe. No es que la iglesia cristiana primitiva estuviera ya asentada en la vetusta Carmo por esa época. Su nombre se debe al estar junto a esta importante iglesia del casco antiguo de la ciudad. Román, recuerda con precisión el momento en que comenzó la excavación: “Aunque tras tantos años de excavaciones por parte del servicio/equipo municipal disponemos de una amplia información sobre la dinámica histórica de la ciudad y sobre lo que podemos esperar encontrar en cada sector. Sin embargo, no existía ningún dato previo sobre la existencia de este edificio hipogeo, que fue toda una sorpresa”, comenta. A medida que avanzaban los trabajos, las estancias excavadas en la roca comenzaron a revelar su magnitud. Lo que parecía ser una estructura aislada se convirtió en un complejo sistema de salas interconectadas, con detalles arquitectónicos que desafían cualquier explicación convencional.

En aquel momento, en torno al siglo I a. C., Carmona era una ciudad próspera en la provincia de la Hispania Ulterior y, posteriormente, de la Betica. Situada en una posición geoestratégica privilegiada, dominaba una vasta extensión de tierras fértiles y controlaba importantes rutas comerciales.

La ciudad, conocida como Carmo, era un nudo de comunicaciones entre Hispalis (Sevilla) y Corduba (Córdoba) y su economía se basaba en la agricultura, la producción de aceite de oliva y de trigo, el comercio. Las calles empedradas bullían de actividad, los mercados estaban llenos de productos locales y de importación, y en sus foros se discutían políticas y negocios. Aunque, durante los convulsos siglos II y I a.C., en los que se sucedieron numerosos episodios bélicos, la verdadera importancia de Carmo radicó en su función como plaza fuerte. Todo un baluarte militar.

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Interior del santuario hipogeo de Carmona. MAURI BUHIGAS

Uno de los principales problemas de la arqueología urbana es que difícilmente se puede excavar una antigua edificación por completo, ya que el espacio a sondear se encuentra restringido por los límites del solar en cuestión. De este modo, en el santuario de San Felipe, estas estructuras subterráneas formaron parte “de un complejo aún mayor y que no ha podido ser estudiado por completo, lo que, unido a su singularidad, puede plantear dificultades a la hora de interpretar estos contextos. Pese a ello, en los trabajos y estudios participaron arqueólogos de la talla de María Belén o Jacobo Vázquez, que hicieron posible grandes avances en la investigación”, añade Román. 

A medida que el equipo de arqueólogos profundizaba en las tareas, aparecieron también restos de dos hornos que generaron un sinfín de hipótesis sobre su función. “Es normal que los espacios de culto contasen con hogares o altares para sacrificios o para quemar plantas aromáticas durante los rituales, pero en este caso, los dos documentados en una de las salas presentaban unas dimensiones mucho mayores a las habituales y fueron construidos siguiendo el mismo diseño, aunque en una escala menor, que el utilizado para los grandes hornos empleados en los alfares” explica Román.

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Detalle de uno de los hornos del santuario. MAURI BUHIGAS
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Juan Manuel Román enseña unas fotografías de la excavación del santuario, y uno dibujos sobre cómo fué su posible construcción. MAURI BUHIGAS

La disposición de estos hornos y su conexión con las galerías sugiere un uso prolongado en el tiempo, aunque posteriormente, las salas fueron remodeladas y ampliadas, quedando estos grandes hogares fuera de uso. La puerta principal del complejo hipogeo fue construida con sillares y losas de piedra meticulosamente labrados y encajados con precisión.

Al mismo tiempo, los hallazgos materiales fueron aportando más piezas al rompecabezas. Esqueletos de perros cuidadosamente colocados, el de un lechón, gran cantidad de recipientes de cerámica o el sello de un anillo (entalle), tallado sobre cornalina, en el que se representó con una increíble precisión un Eros/Cupido portando una antorcha... Y es que, en la antigua Roma, se llevaban a cabo rituales religiosos “que incluían sacrificios de animales, entre ellos de perros. Sin embargo, las particularidades de los artefactos y estructuras descubiertas y la singularidad de este complejo, para el cual no existen paralelos conocidos, dificulta la plena comprensión de todo su simbolismo”, incide el arqueólogo municipal.

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Detalle de los sillares esculpidos que componen la puerta principal del santuario. MAURI BUHIGAS
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Restos de uno de los hornos del santuario, que han generado un sinfin de hipótesis. MAURI BUHIGAS

Entre los hallazgos más llamativos destaca una figura de terracota que, según Román, representa a Hermes-Mercurio, el dios romano del comercio y los viajes: "Esta figura es tosca, pero tiene detalles que nos hacen pensar en una representación local del dios Mercurio, que, según otros indicios, parece que tuvo cierta importancia entre las divinidades a las que se le rindió culto en Carmo". A mediados del siglo I d. C., por motivos que se desconocen, todos los accesos al hallazgo subterráneo fueron sellados y, a continuación, el hipogeo quedó sepultado bajo toneladas de capas de escombros, condenándolo al olvido, hasta que la arqueología volvió a rendirle culto. “Ojalá, en el futuro tengamos la oportunidad de excavar en los inmuebles colindantes y descubrir más estancias de este que formaron parte de este interesante complejo” subraya Román.

Por motivos de conservación, el acceso al santuario está restringido a visitas puntuales que organiza la Delegación de Patrimonio Histórico y que se incluyen en sus programas de actividades culturales como el Octubre Romano o la Carmona Oculta.

Un perfume único… y el vino más antiguo de Occidente

En plena calle Sevilla, el matrimonio que conforman María García Sanz y José Avilés Rodríguez se llevó una sorpresa única en el mundo. Dos jóvenes que con su trabajo y tesón soñaban con la casa de sus sueños. Sueño que, al cabo de las pocas semanas del inicio de la obra, se hacía realidad con uno de los hallazgos más fascinantes del patrimonio romano: una tumba perfectamente conservada, testimonio de la vida y las creencias de un colectivo, quizás familiar, que buscó perpetuar su memoria. Este mausoleo, cuya construcción data de principios del siglo I d.C., es mucho más que una simple sepultura: es un reflejo de la sofisticación, los rituales y el estatus de quienes vivieron en la antigua Carmo.

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Juan Manuel Román junto a María García Sanz, propietaria de la vivienda, en la puerta de acceso a la tumba romana. MAURI BUHIGAS
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Interior del mausoleo romano. MAURI BUHIGAS

Lo que inicialmente parecía un simple enterramiento se reveló como un espacio monumental con una complejidad estructural sorprendente. Según Juan Manuel Román, la tumba muestra las características propias de los conocidos como mausoleos circulares, que disponían de una cámara subterránea que, a nivel de la superficie, era señalizadas con una construcción monumental, generalmente una torre. De este tipo de tumbas existen varias en el Conjunto Arqueológico de Carmona aunque, en todos los casos, incluido el de la calle Sevilla, han perdido el monumento que las coronaba. Las cámaras funerarias fueron techadas con bovédas de cañón construidas con grandes dovelas de piedra.

Desgraciadamente, la mayoría de estas tumbas fueron saqueadas a lo largo del tiempo, lo que no ocurrió en el caso del mausoleo de la calle Sevilla, que preservó un conjunto de materiales que son gran interés para el estudio de los rituales funerarios de Carmo, así como para otras cuestiones como las relacionadas con las redes comerciales durante el Alto Imperio romano.

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Elementos decorativos del interior del mausoleo. MAURI BUHIGAS

La tumba, excavada en la roca y complementada con sillares cuidadosamente trabajados, combina elementos funcionales y decorativos que reflejan el rango social de los ocupantes. En su interior se encontraron urnas funerarias con los restos óseos de los difuntos en su interior, recipientes que contuvieron ofrendas de alimentos o bebidas, o los objetos de ajuar que acompañaron a los difuntos al más allá. Pero dentro de la urna, sobre los huesos de una mujer, se había colocado un pequeño recipiente de cristal de cuarzo hialino tallado con forma de ánfora. El ungüentario se encontraba cerrado con su tapón que había sido sellado con betún, conservando en su interior los restos solidificados del perfume que contuvo. Primera gran sorpresa en esta vivienda particular. 

Este insólito hallazgo, permitió que, por primera vez fuese posible analizar la composición de un perfume de época romana. El estudio químico, realizado por el equipo dirigido por el catedrático Rafael Ruiz de la Facultad de Química de la Universidad de Córdoba, reveló que el perfume tenía dos componentes: aceite de oliva, como aglutinante; y pachuli como aceite esencial. Además de este hallazgo, en una de las urnas de vidrio, los restos óseos de un varón de unos cuarenta años de edad habían sido sumergidos en un líquido rojizo que rellenó por completo el recipiente. Tras numerosos análisis realizados por el equipo de la Universidad de Córdoba, pudo confirmarse que los cinco litros de líquido que contenía la urna eran de vino que, por sus características químicas era blanco y posiblemente de la Betica. Se trata del vino en estado líquido más antiguo jamás identificado y confirma, como ya parecían indicar los textos epigráficos de algunas lápidas funerarias, que este era empleado en los rituales funerarios.

Pero no solo los objetos hablan del pasado; la propia disposición del mausoleo y los restos humanos encontrados en su interior ofrecen pistas sobre los enterramientos de la época. Durante el siglo I d. C., la cremación era la práctica predominante en Carmo, aunque los hallazgos arqueológicos han demostrado que coexistía con la inhumación. Tras la cremación, los restos óseos calcinados eran recogidos con cuidado y depositados en las urnas junto con los objetos del ajuar del difunto. Román destaca que este tipo de tumbas también servían para mostrar funcionaban como símbolo de prestigio social: “Poder ser enterrado en una tumba de estas características y monumentalidad, justo al borde de la vía más transitada, la que conectaba Carmona con Hispalis, era una declaración de estatus y la garantía de perdurar en la memoria para siempre”, asevera. 

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Juan Manuel Román señala las hornacinas donde fueron encontradas las urnas funerarias con el perfume y el vino. MAURI BUHIGAS
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Detalle de la construcción del mausoleo. MAURI BUHIGAS

La familia propietaria de la vivienda, consciente del valor histórico del hallazgo, ha tomado un papel activo en su conservación. Han acondicionado el espacio con sistemas de iluminación y para el control de la temperatura y la humedad, permitiendo su preservación para generaciones futuras. Este compromiso, según Román "es un ejemplo admirable de la valoración que tienen los carmonenses hacia su Patrimonio Histórico. En gran parte, gracias a ellos, esta tumba sigue siendo un tesoro vivo". De hecho, María, propietaria del inmueble, destaca la excelente relación con el Servicio de Arqueología de Carmona. "Cada vez que necesitan entrar, tienen las puertas abiertas de mi casa. Hemos dejado todo preparado para que puedan acceder a la tumba de forma fácil y cómoda".

Su compromiso no solo ha permitido que los investigadores trabajen en condiciones óptimas, sino que también ha facilitado que este legado se mantenga en buen estado. El futuro del mausoleo plantea preguntas importantes. Aunque los materiales hallados ya han sido expuestos en dos exposiciones temporales, desde el Museo de la Ciudad se está estudiando la forma óptima para que sean exhibidos de forma permanente. Román subraya la importancia de presentar estos hallazgos como un conjunto: “Además de las condiciones especiales para la conservación de determinadas piezas, especialmente las que son de material orgánico, lo ideal sería exponerlas de forma que quede patente su pertenencia a un mismo contexto, concluye.

Del suelo al cielo de Santiago

Y si el subsuelo guarda sorpresa, lo mismo ocurre en el interior de alguna de las iglesias de Carmona. Concretamente, en la de Santiago, uno de los templos más antiguos de Carmona. Según explica Ana Marín, historiadora del arte y diputada de patrimonio de la hermandad de la Columna de Carmona “es una iglesia que data del siglo XIV y parece que es de las primeras que se edifican en la ciudad”.

De ese mismo periodo se conservan las cubiertas originales, aunque actualmente permanecen ocultas bajo las bóvedas encamonadas, una estructura añadida en el siglo XVIII. Este tipo de bóveda, señala Marín, se construía con materiales ligeros y se recubría de yeso, generando una falsa bóveda que hoy domina la vista del techo del templo. La instalación de estas estructuras se produjo a raíz del terremoto de Lisboa de 1755, que afectó gravemente a Carmona y provocó la pérdida de varias iglesias. "Parece que el seísmo dañó bastante la cubierta y fue entonces cuando se decidió hacer las bóvedas encamonadas", detalla.

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Cubiertas originales de la iglesia de Santiago de Carmona, ocultas bajo bóvedas más recientes. MAURI BUHIGAS

Bajo ellas se encuentra la armadura original de par y nudillo, una estructura de madera policromada en rojo, negro y blanco. Marín recuerda que “se sabía que había tablas policromadas, pero algunas estaban dadas la vuelta”, comenta. Una vez finalizados los trabajos, se dejaron expuestas todas las piezas con pintura visible. Para facilitar la conservación del templo y permitir futuras intervenciones, se instalaron pasarelas sobre las bóvedas. Estas estructuras también han hecho posible la organización de visitas guiadas dentro del programa Carmona Oculta, aunque el acceso sigue siendo complejo.

"Para llegar hay que subir primero por una escalera de caracol estrecha, que lleva a una habitación y desde ahí se accede a otra escalera aún más empinada y angosta", describe. Las visitas a las bóvedas se realizan de forma puntual, principalmente en verano, y permiten recorrer la bóveda central y la derecha. No obstante, hay planes para ampliar esta actividad. "Tenemos un proyecto de futuras visitas en el que estamos trabajando", adelanta Marín, quien subraya que el objetivo es doble: "Difundir el valor patrimonial del templo y, si es posible, contribuir a su conservación".

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Detalle del policromado. MAURI BUHIGAS
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Cubierta de par y nudillo. MAURI BUHIGAS

Una puesta en valor compleja

Ramón Gavira, concejal de Turismo y Patrimonio Histórico, destaca la importancia de gestionar con cautela el acceso al patrimonio oculto de Carmona. “Son espacios singulares que no pueden abrirse de forma continuada”, señala. Cada enclave tiene sus propias características y limitaciones. "El hipogeo de San Felipe se ha abierto en numerosas ocasiones, especialmente durante el Octubre Romano, el Mes del Patrimonio o La Carmona Oculta", explica. Sin embargo, su reducido tamaño y difícil acceso hacen que solo pueda visitarse en grupos pequeños y siempre acompañado por un arqueólogo municipal. "La conservación es prioritaria y debemos ser muy cautos con las visitas", advierte.

La tumba de la calle Sevilla presenta otra particularidad: se encuentra dentro de una vivienda privada. "La propietaria siempre colabora cuando se le solicita, pero el acceso solo es posible en momentos puntuales", apunta Gavira. El interés por estos enclaves es alto tanto entre los carmonenses, que valoran su patrimonio, como entre los visitantes con motivación cultural y un perfil medio-alto. "Son espacios que atraen a quienes buscan experiencias conectadas con la historia más remota de la ciudad", afirma.

De cara al futuro, el Ayuntamiento trabaja en la puesta en valor de otros vestigios. "Estamos desarrollando un proyecto muy ilusionante para adecuar algunos tramos de las minas de agua romanas y hacerlas accesibles al público", avanza Gavira, abriendo la puerta a nuevas iniciativas de difusión patrimonial.

Sobre el autor:

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Ezequiel García Barreda

(Carmona, 1985) Periodista, profesor de Secundaria, licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster en Dirección en Comunicación Empresarial e Institucional por la misma universidad. Posgrado en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Inglés como Lengua Extranjera por la Universidad Europea del Atlántico. Profesor titulado en Inglaterra y Gales. Comencé en 2003 en medios como Onda Carmona, TV Carmona, Estadio Deportivo, Grupo Publicaciones del Sur, 16 Escalones Producciones (Canal Sur) y, desde 2014, en las aulas y corresponsal para El Correo de Andalucía. En los últimos años, me he especializado en periodismo cultural, Geopolítica, Historia, Educación y el fascinante mundo de los libros. Y siempre llevando a Andalucía por bandera.

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