Ser cabrera con 26 años: "La gente que viene a ayudarme no dura ni dos días"

Sandra Fernández gestiona un rebaño de 400 cabras en San José del Valle. El milagro de su hazaña sorprende: es mujer, joven y ganadera en un sector cada vez más precarizado

Ser cabrera con 26 años: "La gente que viene a ayudarme no dura ni dos días"
Ser cabrera con 26 años: "La gente que viene a ayudarme no dura ni dos días" MANU GARCÍA

Sanda Fernández tiene 26 años, es natural de Torrecera y lleva cuatro dedicada exclusivamente a la ganadería. Con poca ayuda y mucho esfuerzo, esta pastora reúne hoy un rebaño de más de 400 cabras de raza florida, del que es gestora y propietaria. Aunque la humildad de su carácter se hace patente en cada una de sus palabras, ella misma sabe muy bien que rompe estereotipos

Es difícil imaginar a una chica española, a sus veintipocos, sacando adelante una explotación agropecuaria. Levantándose con el sol para ordeñar. Subiendo cada día a la sierra para cuidar de las cabezas que pastan en extensivo. Atendiendo partos de madrugada. Dando de comer a sus cochinos. Ocupándose de que todo vaya bien en su parcela de acebuches y en su sembrado de avena. Gestionando, además de todo, la burocracia y la contabilidad de su propia empresa. 

Es más difícil aún encontrar eso en un país donde la agricultura y la ganadería llevan cayendo en picado más de 20 años. En un país donde, durante décadas, los viejos han alentado a los jóvenes a estudiar “para encontrar un futuro mejor en la ciudad”. En un país donde, al menos hasta hace poco, volver al pueblo y al campo era de fracasados. 

“A mí siempre me han gustado mucho los animales, desde pequeñita”, reconoce Sandra. “Mi abuelo era ganadero y tenía una chocita con 70 cabras. Cuando las quiso vender, le dije: ¡No las quites que me las quedo yo!", cuenta entre risas, con el espíritu campechano que la caracteriza. “Lamentablemente, él no ha podido ver todo esto porque murió cuando yo apenas estaba empezando”, recuerda emocionada esta joven ganadera.

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Sandra, con un chivito en su finca. MANU GARCÍA

Para comenzar en este oficio, Sandra, que solo contaba con el rebaño heredado de su abuelo y con algunas cuantas cabras de su suegro, se acogió a una de las subvenciones para jóvenes ganaderos que ofrece la Política Agraria Común (PAC) a través de la Junta de Andalucía. “Aunque aprendí un poco de mi abuelo y de mi suegro, con lo que más aprendí fue con los cursos que tuve que hacer para incorporarme a la empresa ganadera”, reconoce.

Manejo de animales, asistencia a la reproducción, alimentación, sanidad, gestión de empresas o contabilidad fueron algunas de las materias que Sandra tuvo que superar para poder acogerse al programa de ayudas. “Hacerse joven ganadera no es solo conseguirse un rebaño de animales y listo. Exige mucho papeleo y muchos cursos. Hoy en día, un ganadero tiene que saber muchísimo, no solo de animales, sino también de controles y trámites legales”, asegura Sandra.

Las cabras floridas de Sandra.
Las cabras floridas de Sandra. MANU GARCÍA

La Política Agraria Común (PAC) es cada vez más exigente con los nuevos ganaderos y agricultores que se incorporan al oficio para evitar, por ejemplo, que los jóvenes reciban una subvención y que luego sean realmente sus padres quienes se ocupen de la explotación. Ese, desde luego, no es el caso de Sandra, que pasa el día y, a veces, incluso la noche, junto a sus animales.

“Yo me levanto a primera hora de la mañana, para estar a las siete y media ordeñando a las cabras. Luego, le doy de comer a los chivos. Después, nos vamos al campo para dar comida y agua a las cabras que están en extensivo. También para alimentar a otros animales que tenemos, como cochinos. Por la tarde, hay que ordeñar otra vez a todas las cabras y, por la noche, estos meses, hemos estado atendiendo partos”, relata Sandra.

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Sandra junto a sus chivos. MANU GARCÍA

Su marido asiente. Él y su cuñado son, prácticamente, la única ayuda que Sandra recibe en las 35 hectáreas —entre propiedad y arrendamiento— que gestiona. “Este año nos han nacido 300 chivetes, imagínate. Hemos comprado un robot para alimentarlos con leche en polvo para poder vender la leche de las madres, porque así nos sale algo más rentable”.

La rentabilidad, sin embargo, es algo relativo en el sector. Los chivos de Sandra consumen cada día un saco de leche en polvo que ronda los 70 euros. Sus madres, las 180 cabras que han parido y no están pastando en la sierra, consumen diariamente unos 350 kilos de pienso, una bola de alfalfa y cinco carros de pulpa. Por un chivo de ocho kilos, esta pastora cobra unos 47 o 48 euros. “¡Y este año los están pagando muy bien!”, advierte. 

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Sandra alimentando a las cabras. MANU GARCÍA

“La verdad es que cada día las cosas son más difíciles para los ganaderos. Tenemos muchísimos gastos y muchísimos controles. Este mes, por ejemplo, hemos tenido que hacer a todas las cabras la prueba de la tuberculosis. A mí solo me han matado a dos, pero a un vecino de la zona le han matado 500”, asegura Sandra. “Por eso, muchos ganaderos han abandonado la profesión: además de un trabajo muy duro, los costes cada vez son más altos y los productos, en proporción, cada vez se pagan más bajos”.

Tanto es así que Sandra tiene verdaderas dificultades para encontrar a alguien que la ayude a sacar adelante su explotación. “A mí me gusta mucho trabajar con mujeres”, reconoce. “Me entiendo mejor con ellas, aunque, por cuestiones físicas, sean menos fuertes. El problema es que es muy difícil encontrar gente que quiera trabajar en algo tan esclavo. Muchas veces, vienen de prueba y no aguantan ni dos días. Es un trabajo muy duro, que te tiene que gustar mucho para poder aguantarlo”, afirma rotunda.

Ella misma se sorprendió cuando, en los cursos que realizó para incorporarse a la ganadería, encontró a más mujeres que hombres. “La mayoría eran chicas jóvenes, había muy pocos varones. Que hayan seguido o no, ya no lo sé, pero había muchas mujeres que querían tener su propia explotación. Eso me animó a seguir: ver que hay chicas jóvenes, como yo, que quieren entrar en esta profesión tan dura”, reconoce.

Los chivos mamando del robot.
Los chivos mamando del robot. MANU GARCÍA

El auge de lo rural en la literatura española de la última década da, tal vez, la razón a Sandra. Autores y autoras como María Sánchez, Ana Iris, Jesús Carrasco, Sergio del Molino o Rafael Navarro de Castro han encontrado en la llamada España vaciada un lugar —quizás mitificado— donde huir del capitalismo salvaje. Ellos han dado voz al descontento generalizado de toda una generación de jóvenes que no ha encontrado en las grandes ciudades más que ruido, trabajos precarios y alquileres desorbitados.

“La ganadería es muy dura, pero aquí, al menos, no tengo que soportar a ningún jefe mediocre, ni tengo que conformarme con el salario que quieran pagarme”, admite Sandra. “Además, ver a las cabras tan contentas, pastando a su aire en el campo, en régimen extensivo y no estabuladas, me hace feliz”, concluye. 

En Andalucía, más de dos millones de mujeres viven en zonas rurales. Tradicionalmente, ellas, casi imperceptibles, han sido el sostén de las familias asentadas en estas poblaciones y, en muchos casos, han servido como mano de obra temporera. La supervivencia de mujeres jóvenes, como Sandra, que han logrado por fin un sitio como gerentes y propietarias de sus propias explotaciones, depende, ahora que el sector agoniza, de políticas que eviten la desaparición de los pequeños ganados en extensivo.

Sobre el autor:

Marta Sánchez Gento.

Marta Sánchez Gento

Titulada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Granada. Empecé escribiendo en varias revistas de flamenco y en suplementos culturales, y fui becaria en el Instituto Cervantes de Madrid y de Toulouse. Recibí una beca Iberoamérica para estudiar durante un semestre en la Universidad de Buenos Aires y allí conocí otras formas de hacer periodismo. He formado parte del equipo de Contenidos de Bodeboca y de su Magazine Vignerons, y también he puesto voz al programa 'Entre tu orilla y la mía' de Radio Corazón Tropical.

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Comentarios (1)

Khalid Hace 2 años
Una chica mejor que dos hombres muchas gracias
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