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En la provincia de Cádiz son investigados unos 500 casos de bebés robados, de los cuales casi 200 corresponden a familias de Jerez. En lavozdelsur.es hemos querido conocer el testimonio de dos madres jerezanas cuyos hijos les fueron supuestamente sustraídos.

Para ella y su familia fue una fiesta. A los dos años de estar casada Mª Rosa Montaño se quedó en estado. Los 9 meses de embarazo transcurrieron en completa normalidad hasta el 12 de noviembre de 1975 cuando a mediodía se puso de parto y se dirigió al hospital Primo de Rivera, actual Hospital de Jerez.

La ubicaron en una habitación apartada, sola. Montaño percibió nerviosismo en la enfermera que entraba y salía sudando de vez en cuando a limpiar la habitación de en frente donde la trasladaron cuando llegó el médico. La alegría se tornó azabache. “Sólo había una camilla y un cubo de metal allí. Me amarraron las manos y la cintura”, recuerda Mª Rosa. Por entonces ya existían aparatos para que médicos y madres pudieran oír los latidos, "pero el doctor tomó una especie de trompeta y dijo que no oía al bebé; yo le respondí que sentía sus patadas y me contestó bruscamente que yo no iba a saber más que él y que no sabía qué hacer conmigo”.

Ya de madrugada llegó la hora. “Me rajó la vagina y el niño salió y lo pusieron sobre el delantal de la enfermera, escuché cómo lloraba mi niño. Se lo llevaron y cerraron la puerta”, continúa hablando a duras penas. Montaño llegó a dislocarse el hombro cuando intentaba desatarse, tenía fuertes dolores, “me dijeron luego, me habían dejado la placenta dentro”. Según los médicos no debía hacerse ilusiones porque el bebé había nacido raquítico y con problemas de corazón. A su marido, en cambio, le informaron de que había nacido muerto y no se lo dejaron ver, en un principio, ni a él ni a los familiares.

Al pasarla a otra habitación con otras pacientes la enfermera hizo gestos de que Mª Rosa estaba loca, "para que no me hicieran caso". Una de las enfermeras se dio cuenta de que había un error en el número de las habitaciones. Cuando informó de la irregularidad, cuenta esta madre, “la quitaron de en medio”. A lo largo del relato de ese fatídico día, Mª Rosa no deja a títere con cabeza. “La funeraria también estaba implicada porque ellos, supuestamente - dice- representaban a la familia y gracias a su consentimiento ‘oficialmente’ el bebé fue enterrado en la fosa común”.

“Sólo había una camilla y un cubo de metal en la habitación. Me amarraron las manos y la cintura”

Desde entonces la vida de esta mujer se convirtió en un auténtico calvario. Pasó un mes en cama con depresión y hasta el día de hoy toma medicación debido al trauma que le causó la tortura padecida durante el parto. Ella siempre ha tenido claro que su hijo nació sano. Su familia jamás le creyó hasta hace cinco años, cuando comenzaron a salir a la luz otros casos de bebés robados y se instituyó en Jerez una delegación de la asociación SOS Bebés Robados. “Mi marido y mi familia no me creían, me he encontrado sola y con la pena de no saber dónde está mi niño”, se lamenta.

El 21 de septiembre de 2011 interpuso una demanda en la Fiscalía de Jerez, posteriormente fue incoada (admitida) y pasó al juzgado número 5. El doctor que la asistió fue imputado. Declaró que no recordaba lo sucedido y, posteriormente, el caso de Mª Rosa quedó archivado.

"El doctor que la asistió fue imputado. Declaró que no recordaba lo sucedido y, posteriormente, el caso de Mª Rosa quedó archivado"

Luisa Fernanda Terrazas, actual vicepresidenta de SOS Bebés Robados delegación Jerez, se quedó embarazada de gemelos en la cuarentena de su primogénito. Pero no llegó a ver el rostro de los segundos. En su quinto mes de gestación le realizaron una radiografía, algo insólito hoy y en aquellos años, “sería para saber si podrían llevarse uno o dos bebés”, espeta con cierta amargura enconada.

El 24 de febrero de 1972 se puso de parto. Al ser el segundo le resultó extraño que el propio doctor la desnudase y le quitase los zapatos, no le pareció normal. “Oí llorar a la niña, la primera en nacer. A partir de ahí me quedé dormida porque sin razón alguna me anestesiaron siendo alérgica, casi me matan, ¿para qué me anestesiaron si no me hicieron cesárea?”. A Luisa le informaron de que los bebés habían nacido enfermos. Fueron trasladados a las incubadoras. Jamás le permitieron verlos de cerca ni amamantarlos. “Me vendaron los pechos durante tres meses para que se me cortara la leche”, rememora. Una monja y una enfermera la custodiaron durante su estancia en el hospital. A los 7 días fueron a casa a informarles de que el niño había muerto y poco después la niña.

En 1987, 15 años más tarde, una conocida de Luisa le preguntó si había perdido a un hijo en aquella época y le habló de los casos de bebés robados, “aunque desde un principio el abogado nos dijo de que no había nada que hacer al estar implicado el clero. "Creo en Dios, pero después de lo que he pasado no puedo creer en la Iglesia”. A partir de ahí comenzó a investigar y a descubrir las contradicciones en las que habían incurrido personal médico, religiosos, religiosas y funcionarios, todos perfectamente coordinados. “Falsificaron la firma de mi marido en el legajo de defunción de los dos hijos y sus historiales no aparecen, oficialmente fueron enterrados en nichos de adultos y no de párvulos. Más tarde, el Ayuntamiento depositó, supuestamente, los restos en el osario sin informar a la familia”, explica Luisa tras casi dos décadas recopilando pruebas y atando cabos.

Entre 1960 y 1980, cientos de bebés fueron sustraídos al nacer en toda España y entregados a otras familias. En la provincia de Cádiz son investigados unos 500 casos de los cuales casi 200 corresponden a familias de Jerez. Llama la atención que sólo en 1972 hubiese un total de 323 abortos y muertes de niños de día. Recientemente Terrazas y su familia sufrían un duro varapalo ante la inadmisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. No obstante mantiene viva la esperanza. "La Junta de Andalucía se ha comprometido a ayudarnos para crear las leyes con el fin de que Estrasburgo no archive los casos; se trata de una sustración, nos los arrancaron del vientre, eso no es un robo", y por tanto, así como el dolor de estas madres, no prescribe.

"Oí llorar a la niña, la primera en nacer. A partir de ahí me quedé dormida porque sin razón alguna me anestesiaron siendo alérgica, casi me matan, ¿para qué me anestesiaron si no me hicieron cesárea?”

Los casos de Mª Rosa, Luisa y el de otras madres de bebés robados coinciden en varios puntos: los nacimientos tuvieron lugar de madrugada, cuando el hospital estaba menos concurrido y no les ponían las pulseras identificativas a estas parturientas. Al martirio de tantos años siendo engañadas y prácticamente ignoradas por la sociedad y la justicia, suman la culpa, el tormento que les provoca el hecho de que sus hijos piensen que fueron dados en adopción porque no eran deseados, la frustración de no poder demostrarles lo contrario. Sus familiares insisten en que por su salud traten de olvidar, sin embargo ellas, Mª Rosa y Luisa, les hablan a sus hijos continuamente de los bebés que se gestaron y salieron de sus entrañas a un paradero desconocido.

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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