Cierra sus puertas una de las confiterías artesanales con más antigüedad de Chiclana, por jubilación de su propietaria, al frente de un negocio que heredó tras el fallecimiento de su marido.  

Cuando el dolor por la pérdida de un ser querido se interpone en el camino, solo queda aferrarte a los tuyos con suma dedicación para seguir caminando adelante. Y cuando los tuyos entienden que ya están más que agradecidos, cambiar el rumbo puede ser un nuevo aliciente para seguir disfrutando de la vida. Esta premisa se grabó a fuego en los ojos de Pepi Benítez, propietaria de La Predilecta, una confitería artesanal que tras más de 70 años de funcionamiento en Chiclana ha cerrado su obrador por jubilación.

La Predilecta abrió sus puertas, de la mano del suegro de la actual dueña, en la calle La Vega, cerca de la confluencia con la calle La Fuente. Un lugar de tránsito continuo que le reportaba un importante número de clientes durante todos los años que estuvo funcionando. Sin embargo, la suerte se truncó hace 18 años por partida doble para la familia Panés-Benítez. Antonio Panés, gerente del establecimiento falleció dejando al frente del negocio a su mujer, que a su vez asumía el cargo de sus cuatro hijos, dos de ellos, entonces, menores de edad (9 y 14 años). “Tuve que afrontar todo lo que se me vino encima, pero por mis hijos, no me quedaba otra”, comenta Josefa haciendo una retrospectiva de todo lo ocurrido en estos años. 

Esta motivación y su carácter positivista hizo posible que asumiera no solo el negocio, sino un cambio de ubicación puesto que el edificio donde se encontraba era un alquiler de renta antigua. “Con la Ley de Arrendamiento urbano nos echaron del lugar, a pesar de que hasta en tres veces negociamos para comprar el local”, sin embargo, parece que estaba predestinado que no fuera así. “Era la época buena y los bancos daban mucho dinero para alquileres, más de 3.000 euros y nosotros no pudimos mantenernos”, relata con resignación, sabiendo los recuerdos que guardaba en La Vega.

Su marido era también propietario de un salón de celebraciones en la calle Padre Añeto, donde también regentaba una de las primeras discotecas, según Benítez, que tuvo la localidad, conocida como Darling. Así que se lio la manta a la cabeza y aprovechó el local con una importante reforma. El lugar no era tan céntrico, pero al menos no tenía un gasto de arrendamiento y por suerte para la ella, “la clientela fija se vino conmigo”.

Así ha estado casi 20 años, pasando “momentos muy duros”, pero sin embargo el sello de sus productos marcaron la diferencia, porque, además de mantener el negocio, buscó otras incorporaciones que incitaran a la clientela. “Mantenía los bombones todo el año, algo que no suele ser habitual, y los roscones de reyes se lo llevaba la gente caliente de aquí –salvo los que llevaban nata- porque teníamos la cafetería, la tienda y el obrador juntos”. Momentos que recuerda con sus empleados, cuatro en total, y con la clientela habitual que “se pusieron muy tristes” cuando les contó que dejaba el negocio.

Afortunadamente para la familia, no ha sido un cierre traumático, una rara avis en estos tiempos, puesto que la mayoría de los negocios de la zona suelen echar el cerrojo por no poder salir adelante. La cuestión es que tras un intenso verano de trabajo y con un año de retraso en la jubilación, sus hijos entendieron que ya había hecho bastante por ellos y que tocaba el turno de disfrutar. “Esto ha sido mi vida, pero entiendo que ya con la edad que tengo es mejor que sea así”, esgrime una entusiasta emprendedora a la que se le hace un nudo en la garganta explicando el sentir en estas semanas, desde que cerró definitivamente la baranda. “Hasta mis nietos han llorado”, por ello incluso ahora se va de vez en cuando a preparar algunos dulces para los suyos “matando el gusanillo”.

El corazón en un puño, las lágrimas saltadas escuchando en el eco del salón vacío las máquina refrigeradoras todavía con el motor encendido y los escaparates colocados, como si fuera abrir al día siguiente. Ahora mismo, está en proceso de alquiler y por ello lo tiene todo tal y como lo dejó cuando cerró, “todo limpio y preparado para continuar con el negocio, si alguienlo quiere”. “Todo está nuevo, es un local para meterte y empezar desde ya a trabajar”, comenta porque no pensaba cerrar a corto plazo, pero “tomamos la decisión y es mejor así”.  

Josefa Benítez es una de esas mujeres emprendedoras que no solo se quedó en su negocio, sino que intentó “cambiar un poco la sociedad”, estando presente en las juntas directivas de la Asociación de Hostelería y de la Asociación de Comerciantes  Es consciente de que el modelo de negocio artesanal no está en su mejor momento porque “la gente hoy no quiere pagar lo artesano, prefiere hacerlo con los productos que ya vienen prefabricados”.

Este año para Tosantos no estarán a la venta sus tradicionales huesos de santo, pero en el paladar de los nostálgicos quedará no solo la labor artesanal o la historia de una confitería chiclanera, sino el sabor de una mujer que luchó por sus hijos, aportando esa sapiencia de emprendimiento femenino al tejido empresarial chiclanero. Quién sabe si en el futuro le brindarán una dulce despedida a nivel institucional, lo que sí se puede desprender de sus vecinos es que Pepi Benítez ha conseguido ser la La Predilecta para gran parte de Chiclana. 

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Luis Rossi

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