Memorias de policías jubilados: “Con estas manos he recogido a muchos compañeros muertos”

Antiguos agentes que residen en la provincia de Cádiz, que convivieron con los años más duros del terrorismo de ETA o con la muerte de muchos jóvenes por la droga, reivindican una jubilación digna tras más de 40 años de servicio

Memorias de policías jubilados. Los agentes jubilados, catedráticos de la vida, en la comisaría de la Policía Nacional de San Fernando.
Memorias de policías jubilados. Los agentes jubilados, catedráticos de la vida, en la comisaría de la Policía Nacional de San Fernando. MANU GARCÍA

Las historias de los hombres que miran a la cámara podrían plasmarse en un libro. Horas de vivencias acumulan en sus recuerdos estos policías jubilados a los que les tocó lidiar con épocas de enorme dureza y desesperación. José Carmona, Ricardo Daza, Antonio Ruiz y Domingo Gómez no se identifican con el término expolicías. Ellos siempre se sentirán agentes del Cuerpo tras una vida de sacrificio entregada a una profesión “muy difícil”, y en la que “una vez que te jubilas ya no eres nadie”.

La voz de Ricardo, sanluqueño de 70 años, resuena en la Comisaría de Policía Nacional de San Fernando. Desde que entró en el año 1973, ha vestido el uniforme gris, marrón y negro. “Hemos actuado con las leyes de Franco y con las de la democracia, nos hemos ido adaptando a cada época”, dice. Tras realizar sus prácticas en Madrid, en una etapa en la que Carrero Blanco era presidente, consiguió una plaza en Jerez, donde estuvo 12 años hasta que permutó a su tierra natal. Allí se jubiló en 2016 después de pasar por distintos ámbitos como el pequeño menudeo o la policía científica.

“Imagina tener que estar luchando en la calle y lo que hoy es bueno, mañana es malo”, expresa sentado junto a sus compañeros. Los cambios son abismales, pero los tiempos que corren, para él, son un “desmadre”. Un sentir que comparte con José que no entiende cómo “el mundo está al revés”.

El sanluqueño Ricardo Daza.
El sanluqueño Ricardo Daza.   MANU GARCÍA

Con el ceño fruncido, el subinspector chiclanero, de 69 años, levanta el dedo. “¿En qué país del mundo se permite que cuando vuelvas de vacaciones tengas a un ocupa dentro, llames a la Policía y no pueda hacer nada, ¿cómo puede un agente asimilar eso?”, manifiesta. “¿Y cómo hoy los asesinos de ETA son héroes y las víctimas están criminalizadas?”.

A José le duele que “con todo lo que hemos pasado para que España sea una democracia, se está involucionando”. Sus ojos ya han visto demasiado. Cuando se incorporó a la academia de Badajoz en 1980 su meta era tener un sueldo asegurado, pero con el tiempo, y tras realizar sus prácticas en Pamplona, se dio cuenta de que era vocacional.

Raparse con la maquinilla o formar todas las mañanas —una “mala mili”— no tenía nada que ver con lo que le esperaba en Navarra en unos años convulsos donde reinaba la crispación política. Él llegó en el año de mayor actividad terrorista, con 135 asesinatos y 20 secuestros, según el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo. ETA sembraba el horror.

“Nada más entrar vi una trinchera de sacos de arena con boquetes. Los compañeros me dijeron que había sido un ametrallamiento”, comenta José que vivió en el norte durante 11 años “de plomo”.

El chiclanero José Carmona.
El chiclanero José Carmona.   MANU GARCÍA

Entre 1968 y 2015, 188 policías nacionales fueron asesinados y otros muchos resultaron heridos por las distintas organizaciones terroristas. “Con estas manos que veis aquí he recogido a muchos compañeros muertos. Me llevé más de un año sin soportar el olor de la carne cruda”, sostiene el chiclanero, que realizó labores de escolta a Luis Roldán o al entonces rey Juan Carlos, y en dos ocasiones salió en las listas de amenazados de ETA.

“España está involucionando”

No tuvo más remedio que vivir durante cuatro meses en el cuartel y despedirse de su mujer y sus hijos, que fueron trasladados a Andalucía para ponerse a salvo. El temor persistió hasta que consiguió una plaza en Ceuta y, finalmente en Jerez —en Extranjería—, donde se jubiló en 2018.

Las jornadas de trabajo de 48 horas —“siempre de servicio”— también las vivió en sus carnes Antonio. Este isleño de 67 años entró en el Cuerpo en el año 1977, con uniforme gris, después de haber trabajado como soldador en Astilleros y Bazán.

Los policías se dirigen a la sede de la asociación en San Fernando.
Los policías se dirigen a la sede de la asociación en San Fernando.   MANU GARCÍA

Con 22 años, recién casado, aterrizó en Basauri, Bilbao, donde permaneció tres años —del 77 al 79—. “La vida allí era estar en el filo de la navaja, no lo podéis imaginar, nos comimos toda la Transición. Veíamos a compañeros encima de las losas, muertos, llenos de picotazos”, suspira.

“La vida allí era estar en el filo de la navaja”

Con expresión de dolor en su rostro, Antonio echa la vista atrás. Aún recuerda las colas que se formaban en la cabina telefónica cada vez que había un atentado. “Mi padre estaba todo el día con el transistor pegado a la oreja escuchando las noticias. Nosotros teníamos que adelantarnos para que cuando se enterara de lo que había sucedido estuviese tranquilo”, explica. Le llamaba y le decía que estaba bien para disuadir esa preocupación inevitable que invadía a su familia. “¿Le habrá tocado a mi hijo, a mi hermano o a mi marido?”, reproduce el policía jubilado.

Tras estar presente en situaciones que nunca podrá borrar de su mente, el isleño regresó a Cádiz donde se dedicó a servicios de calle, hospitales y manifestación. Diez años después, se incorporó a la Brigada Central de Estupefacientes (Udyco), especializada en narcotráfico y crimen organizado, donde permaneció hasta que se prejubiló en 2016 —“estaba que me subía por las paredes”—.

También se enfrentó a una década difícil en la que la heroína mató a muchísimos jóvenes de la generación de la Movida. “Fui al Cerro del Moro y vi a una criatura muerta, con la jeringuilla, a las nueve de la mañana”, señala Antonio, que en más de una ocasión dejaba las papelinas a los drogadictos para que no robaran las radios de los coches o acabasen pegando a sus mujeres.

El isleño Antonio Ruiz.
El isleño Antonio Ruiz.   MANU GARCÍA

No puede pasar por alto cuando le tocaba vigilancia. “Pasábamos hasta 20 horas meando, cagando y vomitando dentro del coche”. En su carrera profesional acumula cerca de 600 citaciones judiciales desde que entró en la Udyco. Diligencias que se estudiaba al dedillo en su tiempo libre. El policía mira el montón de papeles que reposa en la mesa y saca un álbum repleto de recortes que muestra con entusiasmo.

“Es muy duro poner las esposas a un compañero del colegio”

La profesión, como todas, presenta dos caras. Ricardo expone la más cruda después de tantos años ejerciendo en su municipio, donde algunas de las personas con las que se ha criado, “cogieron el camino más fácil”. Para él, “es muy duro tener que decirle a uno que estaba en mi colegio pon las manos detrás que te voy a poner las esposas”.

Pero no todo es amargo. Ser policía nacional también tiene su lado “bonito”. Por ejemplo, “esa tranquilidad de estar satisfecho por haber hecho algo bueno es la que te hace dormir por las noches”, dice el sanluqueño que ha impartido clases a los principiantes.

Antonio muestra las citaciones judiciales y el álbum de recuerdos.
Antonio muestra las citaciones judiciales y el álbum de recuerdos.   MANU GARCÍA

Los compañeros están de acuerdo en que “la mayoría de las veces hay que improvisar” y no siempre sale bien. Además, “hay un público que te está criticando detrás”. Entre sensaciones, hablan de las vicisitudes de su etapa laboral y de todo lo que han aprendido de ella. Los años no pasan en balde.

“Cualquier policía es catedrático de la vida, tiene que entender de todo sin haber estudiado de nada. Al que lleva mucho tiempo le decimos que es un caimán, con el colmillo retorcido. No vamos con la ordenanza en una mano y la ley en otra, la academia es una cosa y la práctica otra”, explica José.

"La mayoría de las veces hay que improvisar"

Sin embargo, después de más de 40 años de entrega, cuando se jubilan se encuentran con unas condiciones que no son las que esperaban. Por ejemplo, deben hacer frente al copago farmacéutico de un 30% respecto al 10% de la Seguridad Social.

Los compañeros en la entrada de la comisaría de la Policía Nacional de San Fernando.
Los compañeros en la entrada de la comisaría de la Policía Nacional de San Fernando.   MANU GARCÍA
Domingo Gómez, delegado provincial de Cádiz de AJPNE.
Domingo Gómez, delegado provincial de Cádiz de AJPNE.   MANU GARCÍA

“Tenemos viudas de compañeros fallecidos que les ha quedado una paga irrisoria. Es una injusticia”, expresa José que alude a la diferencia del salario entre un ertzaina o un mozo de escuadra y los policías nacionales jubilados. “¿Por qué ellos tienen que cobrar mil euros más si nosotros tenemos más competencias?”, se preguntan.

Por esta y otras reivindicaciones, en 2017 nació la Asociación de jubilados de la Policía Nacional de España (AJPNE), en Málaga, y se fue extendiendo a otras provincias españolas. Domingo Gómez es el delegado provincial de Cádiz -con sede en la comisaría isleña- y, junto a los demás, lucha por defender sus derechos tras una vida de servicio y por mantener el contacto con los compañeros. Una generación marcada por el terror que busca descansar con dignidad.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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