En una esquina de la calle Rosario, se encuentra un negocio local muy presente en la vida de los gaditanos. Se trata de la joyería Rivera, un taller de orfebrería y venta de piezas de artesanía en oro y plata que construyó Juan José Rivera Podestá de cero tras aprender el oficio a mediados del siglo pasado.
"Empecé porque veía a mi abuelo y a mi tío, ambos joyeros, trabajar. Yo le ayudaba a mi abuelo a fundir el oro con el carbón en un anafre, dándole oxígeno al fuego con un soplador", recuerda Juan a lavozdelsur.es mientras enseña diferentes piezas de orfebrería. Fue a partir de ahí donde hizo afición con las joyas. A base de insistirle a su tío, este le colocó en un taller con un joyero jerezano que trabajaba en la calle Consistorio. "Empecé en 1963, con tan solo 15 años. Él era un gran oficial", dice sobre su maestro, José Morán Sánchez, uno de los nombres con quien trabajó, además de Benito, Domingo y Pedro del Río, de quienes guarda un buen recuerdo.
No fue hasta seis años más tarde, en 1969, cuando se fue a hacer lo propio desde su casa, ya en Cádiz capital, con un taller clandestino desde donde hacía piezas por encargo para otra joyería local. A los pocos años, se hizo con un local en Cánovas del Castillo, durante estuvo más de 20 años. Finalmente, en 1996 compró en propiedad el actual taller de la calle Rosario. "Empecé solo, y luego llegó Manolo, que lleva más de 40 años conmigo", dice sobre su compañero, que ahora trabaja junto a su hijo y otro orfebre algo más joven, Ricardo.
En Rivera trabajan todo tipo de joyería, aunque se especializaron en temas gaditanos, siendo los encargados de haber restaurado la custodia de Ana de Viya, o de realizar el Antifaz de Oro, la máxima distinción del Carnaval de Cádiz. Entre otros trabajos, también llevaron a cabo la Colección del Bicentenario, con piezas tan destacadas como una reproducción en plata de una polvera de La Pepa con una curiosa historia detrás. "Cuando Fernando VII la abolió, se les ocurrió esta ingeniosa idea para tener la Constitución dentro de la polvera de mujer, así nadie sospechaba... tenía un poco de guasa", confiesa.
Entre las múltiples anécdotas, Juan recuerda el bastón con motivos fenicios para Antonio Gala, que el escritor utilizaba habitualmente en sus apariciones televisivas. "Él vino con motivo del Festival Iberoamericano de Teatro; nos encargaron que le hiciéramos un regalo y luego nos preguntaron: ¿un bastón vais a regalarle, con todos los que tiene? Pues al final fue el que más le gustaba y el que más usaba", cuenta. Otro de los recuerdos gira en torno a un trofeo para el pregonero de la Semana Santa de Cádiz, que le pidieron con tan solo diez días de antelación. "Lo hice en cera, y al fundirlo repentinamente se partió... me quedaban tres días para entregarlo, por lo que no pude terminarlo hasta minutos antes. Estaban haciendo el pregón y nosotros terminándolo, prácticamente en la puerta", ríe.
Afortunadamente, todo sale a pedir de boca para el joyero. Su lista de encargos con éxito es interminable: piezas para Rocío Jurado cuando vino en sus bodas de plata al teatro José María Pemán, o todo tipo de insignias, como las de los alumnos del colegio Felipe Neri, la Diputación de Cádiz o la de los ediles del Ayuntamiento de Jerez, cuya medalla con el escudo de la ciudad también se elabora en este taller.
"Nos encantan los motivos locales de Cádiz", dice el joyero, que se atrevió en 1999 a hacer una réplica de la famosa sortija fenicia que se encontró en la Casa del Obispo y que fue todo un éxito a raíz de un inesperado desencuentro entre Ayuntamiento y Junta en la época de Teófila Martínez y Manuel Chaves. "PP y PSOE se llevaban mal, y desde el Ayuntamiento me pidieron que hiciera un molde con el original, por lo que tenía que pedir permiso al Museo que es de la Junta. Cuando me lo denegaron, salió en el Diario de Cádiz y al día siguiente vendí 37 piezas. La gente lo pagaba y se dio a conocer", recuerda.
De esa brillante pieza, reconoce que tuvo "muchas falsificaciones", por lo que la registró para que ya no pasara. Lo cierto es que la fama de la joyería Rivera trasciende hasta a la ficción. El periodista y escritor navarro especializado en ufología, Juan José Benítez, incluyó a la figura del propio joyero en la tercera entrega de una de sus sagas, El anillo de plata. "Él viene por aquí, lo conocemos; es un reconocimiento y un orgullo aparecer entre sus páginas", dice el orfebre.
Ahora Juan dice que va "cuesta abajo por la edad", pero a pesar de estar jubilado sigue muy activo. "Estoy muy a gusto y experimento otro tipo de cosas; hay muchos encargos, pero ya no es igual que antes", dice en referencia a los métodos de trabajo. Pese a que en la joyería sigan cuidando la joyería artesanal, la presencia del diseño 3D y de la tecnología a través del trabajo con ordenadores, hace que sea "más rápido". "Luego está dar el toque artístico, es la esencia", comenta.
Entre sus últimas creaciones, se encuentra una argolla muy especial que, reconoce, "tiene mucho trabajo". "Esta no creo que me la puedan copiar", ríe. En el taller vemos cómo trabajan las joyas. "Cada pieza es un mundo", dice Manolo, que da forma a un anillo, acompañado de Ricardo, quien hace lo propio con otra. "Depende de lo que sea, hay encargos que te piden que cuestan más, otros que son de repaso. La primera, el original, es lo que más trabajo requiere. Luego está internet, que engaña mucho... la gente viene con una imagen y no siempre se puede hacer. Una pieza de joyería es otra cosa", dice mientras enseña un diseño en el móvil.
Juan, con unas gafas de plata hechas por él mismo, observa atentamente a su esposa. Ana le acompaña desde que era "chico", atendiendo desde hace ya años a los clientes que se acercan por la Joyería Rivera. Ahora, jubilado, da rienda suelta a su imaginación y le dedica más tiempo a otras de sus pasiones, la de colecionista. "Tengo 28.000 postales en casa", cuenta mientras busca entre las carpetas de su ordenador las fotografías de su singular archivo. "¿Moldes? Aquí hay más de 5.000, pero tengo aún más en casa", dice. El orfebre habla y no para, sus vivencias dan para un libro. Es el resultado de una vida... bañada en oro y plata.
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