Docentes obligados a trabajar a kilómetros de su casa: "Solo veo a mis hijos los fines de semana"

Los interinos de la educación pública comparten cómo hacen malabares para conciliar mudándose a una ciudad por año o recorriendo largas distancias a diario

María, una de las docentes que ha experimentado lo que supone vivir en una ciudad distinta cada año.
María, una de las docentes que ha experimentado lo que supone vivir en una ciudad distinta cada año. REYNA
20 de septiembre de 2025 a las 08:05h

Kilómetros y más kilómetros. Hay personas que se ven obligadas a estar horas montadas en un coche, en un tren o en un autobús para poder llegar a sus puestos de trabajo. Muchísimos docentes interinos de Andalucía hacen malabares para poder compaginar su actividad laboral con su vida. No hay más remedio que desplazarse a diario o quedarse durante la semana y volver los viernes a su tierra. Las combinaciones son infinitas. Como también lo son los quebraderos de cabeza para sacar todo adelante.

“Hacemos verdadera magia”, comenta Carmen, docente interina que vive en Dos Hermanas, en Sevilla. A diario, tiene que coger un tren o un Bla Bla Car para poder llegar a San Fernando, donde le ha tocado este curso. Como padece una enfermedad en la vista, no puede conducir y su alternativa es estar pendiente de los horarios del transporte público o de los compañeros que hacen los mismos trayectos.

Es madre de dos mellizas y su marido trabaja en Dos Hermanas. Mudarse a otra provincia no es una opción para ella. “¿Cómo lo hago? Las niñas tienen que dormir en casa y mi marido no llega hasta las dos de la mañana. Gasto más que si estuviera aquí de alquiler, pero para conciliar con mi vida familiar, lo hago así”, explica.

"El sector está castigadísimo"

Carmen explica que tampoco puede renunciar porque la expulsarían de la bolsa para siempre. “Pedimos que podamos poner una sola provincia y que tengamos la libertad de decidir si aceptamos la plaza o no, sin que nos penalicen. Hay cargas familiares, hay personas mayores. A veces puedes alegar por cosas muy determinadas, pero si renuncias, te vas a la calle y sin derecho a paro”, dice.

La sevillana denuncia que el sector está “castigadísimo”. “Estamos en la carretera tirados todo el día”, lamenta. En su caso, no descarta tener que hacer un traslado de expediente de sus hijas para llevarlas a San Fernando. Aunque su padre tendría que quedarse en Dos Hermanas y tendría que contratar a una cuidadora por las tardes, algo que ya hace.

“Esto es evitable”, dice convencida. “Si lo hacen en Sanidad, ¿por qué no lo hacen en Educación?”, comenta la docente, que de los cuatro años que lleva en la educación pública, dos ha tenido que estar fuera.

María lleva seis años trabajando como docente interina en distintas ciudades. En ninguna ocasión le tocó Cádiz capital, su tierra natal. Por ello, en todo este tiempo ha tenido que estar buscando piso y haciendo “un montón de kilómetros” para poder ver a sus seres queridos.

Muchos docentes se desplazan a diario en tren para poder ir a sus trabajos.
Muchos docentes se desplazan a diario en tren para poder ir a sus trabajos.  REYNA

El primer destino fue en Huelva y recuerda que ni siquiera tenía coche. “Me lo tuvo que prestar mi padre hasta que me compré el mío. Y me tuve que ir unos días antes a casa de unos amigos de mis padres que, con suerte, me pudieron ayudar a buscar piso. Al final estuve compartiendo casa con la dueña de la casa y sus hijos. Era la opción más barata. Me volvía todos los findes”, comparte.

"Tuve que estar unos días viviendo en una pensión"

El segundo año, le asignaron Granada. Tuvo que estar viviendo en una pensión hasta que encontró piso. Cada dos o tres semanas volvía a Cádiz para ver a sus padres, o a San Roque, donde vivía su pareja. “Hacía Bla bla car, yo era la conductora y ayudaba a muchos estudiantes de la universidad a ir y venir”, dice.

Al año siguiente, tuvo que volver a mudarse. Esta vez, a La Línea, en la misma provincia, pero a una hora y media de su familia. Al próximo año, Sanlúcar, mucho más cerca, y en los dos últimos cursos, a San Fernando, donde reside actualmente con su perra y está a diez minutos de su familia. Este curso está volcada en su trabajo como delegada sindical de Ustea. Una etapa de carretera e inestabilidad que se asemeja al testimonio de muchos compañeros.

Inma ya lleva tres años consecutivos trabajando fuera de Málaga, su ciudad natal. Los cursos anteriores estuvo en Almería y, este curso, en La Línea.

Esta maestra interina de la especialidad de pedagogía terapéutica reconoce que está siendo “muy duro emocionalmente”. Inma está separada y tiene la custodia compartida de su hijo de 11 años, que vive en el municipio malagueño de Alhaurín de la Torre.

Docentes interinos San Fernando   TRASPORTE 2
Los docentes pasan muchas horas en el transporte público o en Bla Bla Car.   REYNA

“Debería tenerlos una semana sí y otra no, pero desde que soy interina, se queda entre semana con el padre y los fines de semana conmigo. Fue duro tener que irme fuera y no cumplir con ese convenio regulador. Mi hijo ha estado enfermo y no he podido ir a verlo, nunca he podido ir con él a Urgencias ni a las tutorías. Él es muy maduro y siempre lo ha facilitado todo, pero el año pasado la situación me afectó y estuve con problemas de ansiedad”, detalla.

Actualmente, reside en una vivienda en San Luis de Sabinillas, a media hora de su puesto. Descarta ir y venir en el día por el tráfico de la autovía y por el alto coste de los peajes.

Pese a todo, la malagueña asegura que está encantada con el aula específica en la que trabaja y que continuará luchando por su plaza.

Pedro, natural de Granada, se mudó a Campohermoso, en Almería, donde le asignaron su vacante. “Tengo tres hijos, de 21, 12 y 3 años, y solo veo a la familia los fines de semana”, comenta este docente que lleva 17 años en la educación pública y asegura haber trabajado en todas las provincias andaluzas. Llevaba tres años “relativamente cerca de casa con vacante sobrevenidas”. Pero este curso, su cierta estabilidad ha vuelto a dar un giro inesperado.

Más de 200 kilómetros diarios

La carretera sigue estando muy presente en las vidas de estos docentes. Isabel tiene que subirse a un coche diariamente. “No quiero tener que cambiar a mi hija, de 5 años, de colegio constantemente para llevarla donde me vayan dando plaza”, manifiesta esta profesora de Málaga con siete años de tiempo de servicio.

Este curso le ha tocado Guadiario, en el Campo de Gibraltar. Por tanto, cada día recorre 110 kilómetros ida y la misma distancia para la vuelta, por una carretera con alta probabilidad de accidentes.

“El viaje de Málaga a Marbella lo hago sola, 200 euros de gasolina al mes, y de Marbella a Guadiario vamos turnando el coche dos compañeras y yo, una que viene desde Coín y otra de Marbella. Si tuviera que ir sola serían 400 euros al mes más los peajes”, detalla Isabel. Ella explica que puede permitirse ir y volver en el día gracias a la ayuda incondicional de sus padres y sus suegros, pero es consciente de que no todo el mundo cuenta con ella.

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Si los docentes interinos renuncian a sus plazas en otras ciudades, se quedan fuera de la bolsa.   REYNA

“No tenemos la opción de rechazar esa plaza que nos han dado para el curso y no tenemos ayudas para el transporte”, lamenta. La docente forma parte de grupos para compartir coche en los que hay compañeros de toda Andalucía. “Para conseguir ahorrar en gasolina he tenido que montarme un Bla Bla Car, así que estoy de chófer y de docente”, dice.

“Estamos muy cansados de lo poco que miran por nosotros. Queremos poder conciliar en condiciones”, sostiene.

Remedios, de Málaga, trabaja en un centro educativo lejos de su casa, situación que hace prácticamente imposible la conciliación familiar. Hasta hace poco, su centro de trabajo quedaba a apenas un kilómetro y medio de su casa. Hoy, en cambio, tiene que recorrer más de una hora y cuarto en coche para llegar a Secadero, una pequeña localidad situada en su misma provincia, pero con un acceso difícil.

Cada mañana sale desde Málaga y atraviesa tres peajes antes de alcanzar su destino. “Para llegar al pueblo, hay que entrar en la provincia de Cádiz y te sales dirección a la montaña. Por esa carretera, vuelves a Málaga”, explica la docente con más de 20 años de experiencia y siete en la educación pública.

Como madre de tres hijos pequeños, no contempla mudarse. “Es un desastre para llevar a los niños y recogerlos. La situación no es aislada. “He conocido a compañeros que se hacen todos los días dos horas y media de coche para poder ir a trabajar”, lamenta.

“Cuando me he quejado por la dificultad de llevar a la familia y el trabajo, me dicen que eso es ser maestros. No podemos cambiar cada año a nuestros hijos de cole”, sostiene la docente, que el año pasado llegó a tener problemas de salud. “De la ansiedad, se me degeneró la vista y tengo un enorme problema visual”, dice.

Trabajar cerca de casa sigue siendo una utopía no solo para interinos, sino también para funcionarios. La inestabilidad y las rutinas complicadas con gastos adicionales merman en la calidad de vida de estos docentes que viven pegados a una maleta, a un bono de tren o un volante.

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Patricia Merello

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