La madre de Virginia es gran dependiente. A sus 92 años, no puede moverse sola, ni por lo tanto hacerse de comer, las tareas de la casa o asearse. Para ello necesita a una cuidadora, que pasa con ella la mayor parte del día. “Tiene una grúa para moverla, porque si no es imposible, pero hay veces que aún así necesita ayuda”, cuenta su hija.
En los momentos más duros de la pandemia, durante el confinamiento, Virginia siguió visitando a su madre, “porque soy médico y me podía desplazar”, y porque “no podía dejarla sola”. “Tenía miedo, pero me ponía lejos y con mascarilla. Ella me preguntaba: ¿Los besos para cuándo? Y yo la cogía por detrás, para no contagiarla, y la abrazaba, no quería que si eran sus últimos días los viviera así”.
La madre de Virginia “tiene una sonrisa preciosa y da unos abrazos muy bonitos”, por lo que a pesar de la demencia senil que padece, “me da mucho cuando estoy con ella”, relata su hija. “Me decían que estaba loca por ir a verla, pero no quería que estuviera sola. Si llego a estar tres meses sin verla se muere de pena”, dice.
En una ocasión, mientras pedaleaba con Las ciclópatas, un grupo de mujeres que se reúne cada fin de semana para hacer rutas en bicicleta, le comentó a su compañera María del Mar que su madre necesitaba otra cuidadora, sin saber que ella se dedicaba a eso. “Ella me dijo que podía ayudarme, y eso hizo”, recuerda Virginia Reguera.
En ese momento entró en acción la cooperativa de cuidados Amanecer cuida de ti, nacida en Jerez en plena pandemia, e impulsada por María del Mar Reina y María Rosa Puig, dos administrativas reconvertidas al sector sociosanitario que se unieron para dedicarse a su pasión, los cuidados.
“Hay momentos en los que no está la cuidadora permanente, y yo necesito hacer algún recado, y entonces las llamo y me quedo tranquila, porque sé cómo trabajan”, relata Virginia. “Son cariñosas y sé que no van a forzar a mi madre”, insiste Reguera, quien ha tenido experiencias de todo tipo desde que se madre empezó a requerir cuidados.
“No todo el mundo tiene esa paciencia y esa actitud”, dice Virginia, “una vez hasta vi a una cuidadora que estando delante trataba a mi madre con brusquedad”. “Ahora tengo la tranquilidad de saber que mi madre está siendo tratada con cariño y con profesionalidad”.
Los caminos de María Rosa y María del Mar se unieron en 2020, poco antes de decretarse el estado de alarma. En ese momento ya estaban dando vueltas en sus cabezas a la idea de crear una cooperativa de cuidados, un sector al que de manera informal se llevaban años dedicando. “Queríamos culminar nuestra vida profesional haciendo algo que nos hiciera felices y que pudiéramos hacer el bien a la gente”, señala María Rosa Puig. Su compañera María del Mar aporta que “algo se te remueve por dentro” cuando, en plena pandemia, “cuidas a personas que solo te ven a lo largo del día”.
La cooperativa lleva unos meses en funcionamiento y, de momento, solo presta servicio en Jerez, aunque esperan expandirse a pedanías y localidades de alrededor más pronto que tarde. “Hay muchos meses de espera para la ayuda a domicilio en Jerez y esa gente está desatendida”, aporta Puig. "Nosotras ofrecemos un servicio complementario a residencias o centros de día, para complementar esos cuidados en momentos puntuales”, dice. Aunque también hacen las tareas básicas de la ayuda a domicilio, acompañamientos a médicos, paseos o ejercicios destinados a “mantener la autonomía lo máximo posible”, según el caso.
Estando ambas desempleadas, que no paradas, estas exadministrativas se juntaron para dar forma a Amanecer cuida de ti, guiadas por programas como Conecta Empleo de la Fundación Telefónica, el CADE (Centro Andaluz de Emprendimiento) de Jerez, por una lanzadera de empleo comandada por Lola Rueda o por la Fundación Don Bosco.
“Cada eslabón nos conectaba con el siguiente, con otra persona que nos empujaba, que nos animaba”, recuerda María del Mar Reina, quien constata que “es muy difícil emprender, pero nunca nos han faltado apoyo, fe, ni ilusión”. “Siempre decía que me gustaría emprender, pero no sabía en qué, y fue como que nos cayó la ficha, porque siempre nos habían gustado los cuidados, estar con la gente, brindar apoyo y acompañamiento a las familias, no solo a gente mayor, también a niños o a personas que viven solas que precisen compañía”, añade María Rosa, quien matiza que “no solo nos enfocamos a mayores o dependientes, sino a gente que está sola que necesita una hora de charla o ir con alguien a un concierto, por ejemplo”.
Jerez tiene, según las estadísticas recopiladas en el plan de negocio de la cooperativa, unos 15.000 hogares donde reside una sola persona. A ellas se dirigen para prestar los cuidados que necesitan, y que no reciben por falta de agilidad de la Administración o por no tener familiares que puedan realizar estas labores. “Queremos que todas las personas puedan vivir con la misma dignidad al final de su vida que en otro momento de ella”, dice María Rosa. “Nos nutrimos mucho de la sabiduría de los mayores, por eso realizamos un cuidado con mimo”.
Por eso buscan a trabajadoras que “tengan calidez, que sean empáticas y que cuiden con cariño”, además con una importante labor social, ya que dan trabajo a cuidadoras y cuidadores de más de 45 años, “porque como nos pasó a nosotras, es cuando más cuesta encontrar un empleo”. La cooperativa, además, quiere destinar en un futuro parte de sus beneficios a costear los cuidados de personas mayores que no puedan hacer frente a los gastos de un cuidador.
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