Hace tiempo que se nota el temblor. Siempre hay algún movimiento sísmico en los encuentros familiares y de amigos. La diferencia es la duración y la intensidad. De pronto, parece que la vibración es más fuerte.
Seres cercanos por los que cada uno siente afecto antiguo, incluso brotes de admiración, pronuncian frases que nunca dijeron con un tono cruzado de culpa, sinceridad y temor.

No puedo con los marroquíes, me dan miedo los rumanos, asusta ese grupo de africanos, las bandas latinas controlan el barrio, los chinos se encierran en sus negocios turbios y obligan a cerrar las tiendas de siempre.
Los moros se quedan con todas las pagas, para ellos sí hay pisos, colapsan el centro de salud, son más machistas, son violadores natos por cultura religiosa, roban, matan, no son católicos, no se integran, no respetan, son terroristas potenciales.
El catálogo de exageraciones dramatizadas, tópicos burdos, inventos malintencionados y prejuicios incultos es largo. Resiste el paso del tiempo y se alimenta para varios años con un sólo suceso aislado.

Da igual que las estadísticas oficiales digan que los migrantes delinquen menos que los locales o que su porcentaje de ocupación laboral es altísimo. Estarán manipuladas, dicen los indignados.
Todos saben que "los de fuera" acceden a los trabajos peor pagados, más penosos, los que los españoles rechazan. Expulsarles sería pegarle un tiro en el ojo a la economía estatal.

Sectores enteros se irían por el desagüe: construcción, hoteles-hostelería (turismo), sanidad, asistencia geriátrica. Los que sueltan estas frases que cuajan en votos, lo saben. Aún así son cada vez más los que señalan al vulnerable ¿Qué está cambiando?
Como en la fábula del escorpión y la rana, los nuevos racistas, los suaves, los afectos cercanos exclaman que no pueden evitarlo.
Vox, Trump, Murcia, Cádiz
Los disturbios racistas en la provincia de Murcia y el anuncio de Vox para impulsar una deportación masiva (hasta ocho millones de "residentes irregulares"), que incluiría a hijos de los migrantes ya nacidos españoles, dan forma a la tormenta.
Precedentes como la segunda presidencia de Trump o la gestión de Meloni en Italia hacen pensar que el delirio legal y el atentado humanitario son posibles.

En la provincia de Cádiz viven actualmente 67.482 extranjeros (datos del Instituto Nacional de Estadísticas actualizados a 1 de enero). Es un porcentaje muy bajo entre la cifra total de habitantes provinciales (1,26 millones).
A cambio, ese grupo de población crece rápidamente, dato que pueden esgrimir los preocupados y respalda su teoría del "reemplazo étnico". En 2021, hace sólo cuatro años, eran 15.000 menos. La cifra oficial en 2021 era de 52.086 personas. El crecimiento es del 22%.
Al hablar con varios de ellos, los nacidos en otro país o sus hijos, una de las primeras sorpresas es que el racismo es universal y eterno, se da en todos los países desde hace unos 25 siglos.
"Me llama la atención el odio de los chinos por los japoneses. Viene de guerras antiguas, mucha crueldad. Es muy fuerte entre los mayores de, digamos, 40 años".

"Pero me sorprende que los niños a los que les doy clases, con 5 años, también lo tienen", sostiene Weng-ting, una china de 28 años que vive en Andalucía desde los dos. Es empresaria desde los 21.
"En Tánger se miraba muy mal a los africanos negros, incluso a los marroquíes del Sur: vienen a quitarnos el trabajo, son peligrosos, lo de siempre, está en todas partes", añade Khaoula, marroquí que lleva 15 años en Cádiz.
"A los senegaleses nos trataban fatal en Marruecos. Para mí fue de los peores momentos del viaje hasta España, cuando peor tratado me sentí", asegura Ousmane, de 31 años que vive en Cádiz desde los 19.
Mohammed El Karrak tiene 27 años. Llegó a Cádiz con ocho, agarrado a los ejes de un camión. "Si rozabas el suelo, a cien kilómetros por hora, te matabas. La inconsciencia de la edad y la desesperación".

Actualmente es trabajador social, ayuda a documentarse, integrarse, formarse a chavales que hacen el mismo camino. "Atendemos a unos 20 por semana". Es uno de los tres portavoces nacionales de la asociación ExMenas.
"Sabemos que el acrónimo mena es peyorativo pero queremos dar la cara, presentarnos como lo que somos". Se formó entre los Salesianos y la Iglesia de San José en Cádiz. Fue acogido por familias y religiosos. "Me lo dieron todo, me ayudó gente maravillosa".
Llegó del Riff, "una zona montañosa y rebelde hacia el Gobierno, muy complicada". Con su padre encarcelado por cultivo de hachís, estuvo dos años sin comunicarse con su familia "porque allí, en mi casa, no había teléfono".

Con un grado superior de Formación Profesional, desarrolla su vida laboral y personal con toda normalidad pero asiste con temor al crecimiento del racismo cotidiano. "Están enfrentando al pobre con el pobre".
"Los españoles con menos recursos, en vez de mirar al empresario o a las administraciones, miran a los que están peor que ellos. El mensaje está calando, entre los jóvenes, entre mis amigos, lo veo cada día".
El Karrak es pesimista respecto a la situación y a la evolución: "Está peor que nunca. Va a más. La gente necesita odiar. Necesita el racismo y la juventud recibe ese odio por medios digitales. Ves a tu lado a gente del barrio que acepta esos mensajes, que ya no te apoya".
"Yo estoy bien de autoestima, me he formado, siempre he trabajado y nunca he delinquido pero hay chavales, muy niños, muy vulnerables a los que este clima les afecta. Es el peor ambiente que he conocido desde que llegué. Es odio lo que se transmite".
Fátima Hafidi Abid tiene 18 años, mientras estudia un grado de Márketing y Comercio, asiste con temor al crecimiento del racismo: "Entre la gente más joven, las ideas de ese partido [por Vox] o los comentarios racistas van a más".
"Parece que el racista es ahora el más guay, el diferente, el rebelde". Esta joven marroquí llegó a España con dos años y entiende justo lo contrario que los racistas en el debate sobre la integración.

"Los que tienen que integrarse en la sociedad española son los racistas, los violentos, son ellos los que están fuera, yo estoy integrada, todos los marroquíes que conozco están más integrados que ellos".
El ambiguo concepto de integración es otro de los puntos de conficto. Su madre, Nawal Abid y su compañera Khoula Ben-Kassem llegaron a España casi al mismo tiempo, alrededor de 2010.
Ambas trabajan en la ayuda a domicilio de personas mayores. "En nuestros trabajos siempre hemos sido aceptadas como las demás personas, nunca nos han rechazado, nos han tratado muy bien".
"Al revés, las ancianas a las que cuidamos, cuando cogemos vacaciones, no quieren sustitutas, esperan a que nosotras volvamos, no quieren a nadie más"
Aunque siempre hay episodios muy aislados de grosería, apenas han "sufrido racismo" en sus 15 años en Cádiz. "En Andalucía, en Cádiz, hay mucha hospitalidad. El trato es perfecto. Otra cosa es internet. Si me meto ahí leo cosas que me ponen muy triste".

"En la calle, al revés, una vez, en La Caleta, una familia turista española me dijo que me quitara el velo de mala forma y los gaditanos de alrededor le mandaron a callar, que me dejaran, que yo era de Cádiz y estaba en mi casa, que si no les gustaba el velo se fueran".
Las madres, las mayores, ven la situación con algo más de calma, menos temor. Los más jóvenes entienden que el deterioro de la convivencia es rápido: "Esa idea falsa de la integración hace mucho daño. A mí me insisten en ir a discotecas pero es que no me gusta".
"Confundir integración o cultura con hábitos hace daño. Tengo una amiga de padre canadiense, aquí en Cádiz, a la que tampoco le gusta el alcohol. Y amigas gaditanas que prefieren no beber. No tiene que ver con integración, es cuestión de preferencias", detalla Fátima.
"Yo he ido a muchas fiestas infantiles, a acampadas, con mis hijos. Otros padres le ponen embutidos y jamón en el bocadillo y yo les pongo mantequilla o crema de chocolate. Nadie pregunta ni se enfada. Todos los padres tan a gusto".

"No me molesta que la gente tome alcohol a mi alrededor, no pasa nada. Algunos musulmanes también lo beben o no son muy religiosos. No todos los cristianos siguen las mismas normas. No todos son iguales. Esa confusión también es muy grande", añaden las madres.
Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, nacidos en Marruecos o sus hijos, coinciden en una cosa: "Los marroquíes nos llevamos la peor parte. Hay como una clasificación de racismo y los de este país, en España, somos los peor vistos con diferencia", coindicen.
"Los marroquíes nos llevamos la peor parte con diferencia, somos lo peor para los que odian. Hay una clasificación de racismo"
"Los latinos, por el idioma, por la religión, llegan con otro vínculo, hay más conexión. Los africanos negros despiertan más simpatía. Los asiáticos están en sus trabajos, pero los marroquíes somos lo peor para los que odian. Es la realidad", detalla El Karrak.
El estigma por el origen les duele tanto que tres marroquíes, en conversaciones independientes, coinciden en recordar un suceso que para los españoles pasó desapercibido.
"Tres turistas alemanes borrachos le dieron una paliza a un taxista en Mallorca hace unos meses, casi lo matan. Llegan a ser marroquíes y se forma una revuelta, hay hasta disturbios".
"Nadie dijo que los alemanes se vayan fuera, claro. El delito es del que lo comete, no de todos los que forman parte de su grupo o de su país. Si es un marroquí o un español el que lo hace, qué más da, el que haga daño que lo pague como cualquiera".
En el mercado laboral, el perjuicio y el prejuicio también aparecen. Fátima, pese a tener 18 años, ya ha probado con varias ofertas laborales. "Como los marroquíes, y de otros países, tenemos los peores trabajos, con las peores condiciones, se aprovechan".
"Yo he ido con amigas de Cádiz a entrevistas de trabajo, hemos entrado en momentos diferentes y a las que tenemos nombre marroquí nos han ofrecido un sueldo más bajo, condiciones peores, que a ellas".
"Luego, al salir, lo hemos hablado y nos hemos dado cuenta. Creen que las marroquíes vamos a aceptar cualquier cosa y las españolas, no. Es a lo que están acostumbrados".
Nohaila Marrakchi-Amram tiene 28 años y vive en Cádiz desde los 11. Es técnica administrativa y ha ejercido como funcionaria aunque ahora está en paro. Su percepción de empeoramiento del racismo tiene incluso fecha concreta: "Después del Covid todo fue a peor".
Había sufrido episodios "aislados, alguna tontería en un banco, en un súper, pero nada" hasta 2023. Ese año se concentran dos pasajes en la avenida central de Cádiz que le llevaron hasta denunciar. "Creo que es por llevar velo, la verdad. Siempre empiezan con eso".
"El primero fue con una mujer mayor. Yo tomaba café con mis amigas y me empezó a gritar que me quitara el velo, que si por mi culpa mataban a mujeres no sé dónde. Que si no defendemos a la mujer en el mundo árabe y no sé qué, nos insultaba a toda voz".
"Al final retiré la denuncia porque la dueña de la cafetería me pidió muchas disculpas, que no iba a dejar entrar más a esa mujer".
"Unos meses después, en un restaurante de sushi, un hombre que parecía borracho insistió en sentarse con nosotras. Le dijimos que no, que nos dejara en paz y empezó ya con toda la serie de insultos".
"Que si por qué estáis en España, que si por qué os casáis tan jóvenes, cuando ninguna somos casadas, luego empezó en Inglés a decir que nosotras queremos asesinar a españoles, terroristas, que ocupamos los pisos y robamos en la calle, todo lo de siempre".
"La situación empezó a ir a peor desde el Covid, yo tuve que poner dos denuncias por cosas que me pasaron en la avenida de Cádiz, por llevar velo"
"Esa denuncia está puesta en Comisaría porque acabé en Urgencias con un ataque de ansiedad", recuerda.
De forma sincera, las personas no marroquíes consultadas, las que proceden de China, Senegal, Honduras o Colombia admiten que "los marroquíes se llevan la peor parte". Varios de ellos se preguntan por qué y sospechan de la cercanía geográfica o viejos conflictos bélicos.
La confusión ante el avance de las propuestas racistas es tanta que Sandra Reyes, colombiana que lleva 25 años en Conil, asegura que "algunos jóvenes, hijos de latinos ya nacidos en España o que llegaron muy chiquitos, apoyan ahora algunas de esas ideas de expulsar y deportar".
"No lo entiendo. Mi hija me lo cuenta y no me lo creo ¡pero si tú eres emigrante también!".
Todos, de cualquier país, coinciden en el terrible peligro de "generalizar" y "deshumanizar" al inmigrante. "Lo primero que tenemos que aprender es que cada persona es distinta, con una historia propia", ruega Ousmane.
Para confirmarlo, Faydi Zúniga cuenta que llegó de Honduras en 2022 después de que asesinaran a su hijo a tiros. Ella resultó herida de bala y sacó del país al resto de su familia. Desde entonces vive en Cádiz gracias con asilo humanitario como su hijo Mauricio.
"Cuando escucho a políticos decir que van a sacarnos de España, como está pasando en Estados Unidos, me hundo. Yo vine para sobrevivir, cómo van a sacarnos"
"Cuando escucho a algunos políticos decir que van a sacarnos de España, como pasa en Estados Unidos, me hundo. Vine aquí para poder sobrevivir. Cómo van a sacarnos".
Su hijo mayor, Mauricio, de 17 años, admite que esos anuncios le "causan inquietud" y extrañeza, no ve motivos porque en Cádiz no ha vivido ningún gesto de racismo, "la gente y los amigos me tratan muy bien". Volver, admite, sería "estar en peligro de muerte" para su familia.
Khoula rompe otro estereotipo: no todos los que cambian de país lo hacen motivados por la desesperación o la búsqueda de un empleo. "Yo tenía una vida muy buena en Tánger.
"Familia, amigos, un trabajo bien pagado. Pude quedarme tranquilamente pero me enamoré y él estaba en España". De hecho, como todos los que han migrado, echa de menos "lo que uno se pierde" en referencia a los acontecimientos famililares en el lugar de origen.
Ese anuncio de deportaciones masivas lanzado por la portavoz de Vox Rocío de Meer resulta chocante para una representante de la comunidad china como Weng-ting: "No me hizo gracia oír eso".
Weng-ting: "Somos españoles a todos los efectos, deportar sería un perjuicio muy grande para España. Entre otras cosas, pagamos muchos impuestos"
"Ni yo ni muchos extranjeros, chinos o no, tenemos nada que temer, somos españoles a todos los efectos pero es que además me parecería un perjuicio muy grande para España. Entre otras cosas, pagamos muchos impuestos".
Mohamed El Karrak asegura que esa propuesta de expulsar a millones de inmigrantes irregulares parte de mentiras que se han convertido en tópicos a base de repetición.
"Por ejemplo, eso de que España no expulsa a nadie. Hay cientos de expulsiones al mes, a veces de menores con adicciones, problemas familiares, que desembocan en enfermedades mentales, en suicidios".
"Es falso eso de que España no expulsa a nadie, o que da papeles a cualquiera. Y lo de las paguitas. Yo no he recibido un subsidio en mi vida, ni el paro he cobrado"
"Otra mentira es que España le da papeles a cualquiera, haga lo que haga. Lo primero que exigen es un certificado de penales y como tengas una sola falta, olvídate. O lo de las paguitas. No he recibido un subsidio en mi vida, ni el paro he cobrado".
Bien al contrario, reclama valentía y actos de la administración para permitir el acceso de los jóvenes llegados de Marruecos a más formación, a empleos -por ejemplo, públicos- que ahora les están vetados.
El senegalés Ousmane incluso se considera un privilegiado ante una enfermedad mundial: "En Andalucía, en Cádiz, hay un racismo muy bajo. Por lo menos es lo que yo he visto. Espero que no se ponga como en otros sitios".
"Si no estuviéramos nosotros, o los marroquíes, la tomarían con los latinos. O con los gitanos. Y si no estuvieran, con los andaluces o con los portugueses"
"He vivido en Francia y mejor no cuento lo que vi. Es otra situación. En Cádiz, la gente nos avisaba cuando venía la policía y vendíamos camisetas de fútbol. Gaditanos mayores te decían, cuidado, chiquillo [imita el acento], que vienen. Eso no pasa en otros lugares".
"Los racistas siempre van a existir. Si no estuviéramos nosotros y los marroquíes, la tomarían con los latinos. O con los gitanos. Y si no estuvieran, con los andaluces o con los portugueses. Es así en todas partes. No tenemos remedio".
"Discursos de odio"
Francisco Morales dirige el centro de acogida CEAin de Jerez. Es el único nacido en España en tomar la palabra. Su larga trayectoria en asesorar y formar a migrantes le permite una perspectiva clara sobre los sucesos de Murcia y los anuncios de Vox.
"Lo sucedido en Torre Pacheco pone de manifiesto la conexión de los discursos de odio con reacciones de grupos ultra que atentan contra la convivencia y nos retrotraen a hechos como los de El Ejido hace 25 años. Pensábamos que no íbamos a volver a verlo".
"Las redes y el circo mediático azuzado por los pseudomedios contribuyen a la gran confusión.Prosperan todo tipo de ideas racistas, inadmisibles en un estado democrático".
Coincide en que "lo peor" es que se extienden entre la ciudadanía común: "Una parte de la población ve a la inmigración como una amenaza y en la escena política están a ver quién dice la brutalidad más gorda".
"Hay que avanzar en la persecución de los delitos de odio, tener una conversación pública para expulsar las ideas que, sencillamente, no merecen ningún respeto".



