Conexión Jerez-Las Palmas de Gran Canaria: huellas andaluzas en la tierra de las papas 'arrugás'

Un hotel histórico o bodegas familiares son algunos de los atractivos de esta ciudad, que guarda estrechos lazos con esta comunidad autónoma por ser de Sevilla la mayoría de los primeros conquistadores

Una pareja en el parque Doramas en Las Palmas de Gran Canaria, en días pasados.
Una pareja en el parque Doramas en Las Palmas de Gran Canaria, en días pasados. Patricia Merello

La llaman el continente en miniatura por presentar microclimas. Gran Canaria está llena de contrastes. Desde el hotel AC Iberia, un cuatro estrellas con vistas al mar, es posible imaginar las cientos de especies de flora y fauna que habitan en la isla, entre barrancos, mientras varias personas hacen ejercicio frente al puerto de Las Palmas de Gran Canaria, la capital. 

Esta ciudad cosmopolita muestra sus encantos, sus kilómetros de playa, su sol, pero también otros tesoros desconocidos del que quedaría prendado cualquier visitante. El turismo en Las Palmas mira al vino, como lo hace Jerez. Aunque esta actividad toma un impulso desde hace unos 20 años, cuando una nueva generación de productores comenzaron a posicionarse y a poner en valor el patrimonio vitivinícola canario. La ruta del vino de Gran Canaria es la última en incorporarse a la lista de las 33 que se distinguen en el país.

Por la mañana, desde las ventanas de un autobús, varios periodistas curiosos que disfrutan de un Gastro Trip organizado por Turismo del Ayuntamiento de Las Palmas y la compañía aérea Binter, divisan los viñedos de Tafira. La tierra volcánica arropa a la vid, que convive con los cactus, mientras Marc Llorens, guía turístico y periodista reinventado enamorado de la ciudad que le acogió hace 15 años, habla de ese “renacer del vino”. En el siglo XVI los viñedos relevaron a la caña de azúcar que tantas alegrías había dado a los canarios, pero que tras una época de esplendor, había perdido fuerza. Hasta ahora.

Viñedos de las Bodegas Mondalón en Tafira, Las Palmas.
Viñedos de las Bodegas Mondalón en Tafira, Las Palmas. PATRICIA MERELLO

Lejos quedan los sorbos que William Shakespeare daba a su copa de malvasía aromática, a la que calificaba como “perfume para nuestra sangre”. De las 16 variedades autóctonas de la isla, esta ya apenas se usa. En la actualidad, apuestan por otros. “Estamos en el centro neurálgico de la viticultura”. La voz de Tamara Cruz irrumpe a los pies de una ladera “infernal” con un 50% de inclinación que sube a diario. Esta canaria saca adelante una pequeña bodega familiar con ediciones limitadas a la que se dedica en cuerpo y alma.

Bodegas Mondalón lleva 30 años de esfuerzo, sudor y lágrimas en los alrededores de la caldera de Vandama, a 300 metros de altitud. “Somos de los pocos que estamos aportando nuevos viñedos a Gran Canaria. Esta isla es la única que está creciendo en esta cuestión”, comenta frente a cinco hectáreas que albergan 16.000 plantas.

Su vino solo se vende en la isla. Su filosofía es que repose en las mesas de los grandes restaurantes de su tierra. “Nos cuesta llegar. Con que cara voy a vender a Europa si a los míos no les puedo dar nada”, confiesa risueña esta mujer que transmite un entusiasmo admirable.

El grupo camina en un paisaje de ensueño por el cortijo del Mondalón, donde Tamara vive y se gana la vida. Una finca histórica propiedad del que fuera presidente del Cabildo José Mesa y López, personaje que da nombre a una de las avenidas principales.

Tamara Cruz, frente al viñedo plantado en la ladera.
Tamara Cruz, frente al viñedo plantado en la ladera. PATRICIA MERELLO

“Esa montaña se llamaba Monteleón pero los canarios siempre estamos acortando todo y le llamamos Mondalón”, comenta. Una manía que comparten con los andaluces, a quienes les recuerdan cuando cuenta que es la única bodega de la isla en producir vinagre, tesoro culinario más que mimado por Jerez.

La familia creó el primer espumoso de la isla en los noventa y se espera por llenar sus botellas de tintos, blancos y, rosado, aunque este tipo no se consuma en el enclave. Con el recipiente de vidrio en la mano, explica que “este es el vino de Susy, mi madre”. Esta inglesa amante del rosado siembre compraba fuera, pero hace tres años su hija decidió que “tengo que hacer vino para ti”. Y así fue.

Tras unos sorbos, el autobús se dirige al bodegón restaurante Vandama, al cargo de los hermanos Cambreleng. Álvaro, propietario, brinda a los estómagos del grupo los vinos de la bodega familiar centenaria y unas bellas vistas desde el establecimiento, ubicado en plena montaña. Su localización no es un obstáculo para que esté a rebosar. “Somos un restaurante de mucho trote, sobre todo los fines de semana. La gente quiere venir a comer aquí cosas tradicionales, unas buenas papas con una buena carne a la parrilla y una buena ensalada”, dice.

La caldera de Bandama, espacio natural protegido, es la próxima parada. Un cernícalo sobrevuela la última erupción de la isla, hace 2.000 años. Vestigios de un volcán a unos minutos de la ciudad que estremece por sus 216 metros de profundidad, alrededor de 1.100 metros de diámetro y un perímetro que supera los 3 kilómetros.

Playa de las Canteras, en Las Palmas.
Playa de las Canteras, en Las Palmas. Patricia Merello

Por la tarde, es momento de descubrir la playa de las Canteras, símbolo de Las Palmas donde preparan un Belén de arena con esculturas de hasta tres metros —es fácil olvidar que la Navidad está a la vuelta de la esquina— mientras algunos se bañan. Nadan a escasos metros de lo que llaman “la barra”, arrecife natural visible cuando baja la marea.

Estos tres kilómetros integrados en plena ciudad, se cuidan al máximo. Fue la primera playa de España en la que se prohibió fumar y no está permitido ni pasear con perros ni montar en bicicleta hasta la media noche.

Desde una terraza de moda, Elena Amavizca, técnica de Turismo del Ayuntamiento, sigue desentrañando las curiosidades de su tierra natal. “Aquí fue donde se rodó la lucha con la gran ballena blanca en Moby Dick, de Gregory Peck”, dice señalando la playa.

“Las Palmas siempre ha sido una ciudad de muchos rodajes. El gobierno da muchas ayudas al igual que pasa en Andalucía”, comenta antes de caminar por el paseo marítimo, repleto de locales hosteleros y multiculturalidad.

Una cena en el restaurante El Arrosar, ligado desde su fundación en 1988 a la Casa de Galicia, para reponer fuerzas. Y tantas. Papas arrugadas, arroces, quesos canarios, vinos. Un festín para el paladar.

Ciudad Jardín, el barrio británico

La propuesta del día siguiente, el Hotel Santa Catalina, el más antiguo de la ciudad, un cinco estrellas de Barceló incluido en el ranking de los mejores de España que se inauguró en 1890. “Es un símbolo de la ciudad, del turismo y de la influencia británica tan importante que hubo en la isla y en Las Palmas a finales del siglo XIX”, explica Marc frente al imponente edificio ubicado en Ciudad Jardín, la zona residencial “más rica” de la isla.

Este barrio que pisan los periodistas fue en el que se asentaron aquellos primeros británicos que contribuyeron a la creación del puerto, “alma de Las Palmas” y detonante de un boom económico que situaría a la ciudad en un lugar estratégico.

En sus camas han dormido todo tipo de personalidades, desde Winston Churchill y Agatha Christie hasta Jose María Aznar o Naomi Campbell, que trató de quitarse la vida al intentar saltar de uno de los balcones de este lujoso hotel. Uno de los rostros conocidos que se ha dejado ver más recientemente es Jennifer López durante el rodaje del thriller The Mother.

Marc Llorens explica la historia del Hotel Santa Catalina.
Marc Llorens explica la historia del Hotel Santa Catalina. PATRICIA MERELLO

Lugar histórico donde los haya, cargado de anécdotas y situado en el entorno del Parque Doramas, uno de los principales de la ciudad. Un paseo para admirar la flora autóctona e introducida que Marc identifica a medida que se adentra entre las primeras plataneras. Banana cavendish es la variedad mayoritaria. “Es una planta tropical que consume muchísima agua, entre 15 y 20 litros por día. Cada platanera tarda un año en crecer y nos da plátanos una sola vez en su vida, luego se seca y se muere”, apunta el guía.

Las conocidas como “patas de elefante”, procedentes de México, conviven junto al framboyán de Madagascar, el frangipani, laurel de indias originario del sur de China, jacaranda, ficus con raíces aéreas que cuando caen al suelo se convierten en troncos, flor del paraíso de Brasil o “la silla de la suegra”.

Marc se detiene frente a un drago, arbusto con apariencia de árbol, legendario de la vegetación canaria, que se caracteriza por tener la resina de color roja. “Es muy singular. Tiene propiedades medicinales, era sagrado para los antiguos canarios por su color y, antes, el color de los violines Stradivarius venía dado por esta resina”, explica. Después, señala un pino canario cuya característica “asombrosa” es su resistencia al fuego gracias a su ancha corteza.

Drago en el Parque Doramas.
Drago en el Parque Doramas. PATRICIA MERELLO

La palmera también está muy presente en el parque que el servicio de limpieza del Ayuntamiento mantiene limpio con las hojas de esta especie. Según cuenta, “algunos supermercados venden escobas hechas con estas”.

Desde el parque se escucha una melodía que llama la atención de los transeúntes. Es folclore tradicional canario. Una actuación con la que la agrupación folclórica Los Poliguanches consigue sacar a bailar a varias personas del público.

Recuerda, inevitablemente, a un cuadro flamenco y a esas sevillanas infinitas que las familias transmiten a las nuevas generaciones. Aquí, los jóvenes, “lamentablemente lo abandonan”, dice un vecino mientras un séquito de canarios cantan y bailan con trajes tradicionales diseñados por Néstor Martín Fernández de la Torre. “Esta agrupación se creó en 1975, eramos todos policías locales de Las Palmas, ahora quedamos cuatro”, comenta Matías Delgado, uno de esos agentes ya jubilados que siguen manteniendo la tradición.

De Ciudad Jardín, al barrio marinero de San Cristóbal, desde donde se contemplan 153 veleros que zarpan rumbo al Mar Caribe. Es el inicio de una travesía de 2.700 millas náuticas que se realiza desde hace 38 años. La Atlantic Rally for Cruisers (ARC) al fondo, y, en primer plano, la torre de San Pedro, una fortaleza levantada para la defensa de la ciudad que fue declarada monumento histórico artístico en 1922.

Agrupación folclórica Los Guanches.
Agrupación folclórica Los Guanches. PATRICIA MERELLO
Vista de la ARC desde el barrio de San Cristóbal, Las Palmas.
Vista de la ARC desde el barrio de San Cristóbal, Las Palmas. PATRICIA MERELLO

Como este castillo, había al menos seis, cuatro dentro del mar y dos en el interior. “Algunas han desaparecido y otras se conservan”, dice Marc, que recuerda que “cuando América fue descubierta, Gran Canaria se convirtió en un lugar estratégico y, al pertenecer a la corona de Castilla, también sufrió ataques de piratas”. Huele a pescado frito, olor familiar y característico de cualquier bar de la costa de Cádiz. Otro lazo con la isla, repleta de rincones que, visualmente, evocan a la Tacita de Plata.

Después del paseo, el restaurante 928 tiene una mesa reservada para los periodistas. La pareja Gilberto Santana y Héctor Carrasquillo impregnan sus platos de amor. Una mezcla de culturas gastronómicas del mundo como antesala a una ruta por El Confital, un paraíso natural para ver el ocaso, y una cena en el restaurante Triciclo. En pleno barrio de Vegueta, acompañan al pan con aceite de oliva virgen extra de Jaén. Otra vez Andalucía. ¿Por qué? Marc tiene la respuesta.

Vegueta, influencia andaluza en el barrio colonial

La mayoría de los primeros españoles que llegaron a Gran Canaria en 1478, al inicio de la conquista, eran andaluces. Entre los 600 soldados con los que irrumpió el capitán Juan Rejón, se distinguían muchos sevillanos. “Tres de cada cuatro personas que llegaban venían de allí”, dice el guía. Así, los andaluces se mezclaron con los antiguos canarios que estaban en la isla por entonces, los bereberes —primeros pobladores— y, dejaron su huella. Desde 1515 ya habían nombrado al barrio de artesanos y pescadores —actual zona comercial— con el nombre de Triana, como en Sevilla, y rezaban a Santa Ana, muy venerada en el distrito de la capital hispalense donde tiene “catedral” propia y existe gran devoción.

Fernando III, El Santo, rey de Castilla, en la Catedral de Santa Ana, en Vegueta.
Fernando III, El Santo, rey de Castilla, en la Catedral de Santa Ana, en Vegueta. PATRICIA MERELLO
José Quintana, frutero del Mercado de Vegueta.
José Quintana, frutero del Mercado de Vegueta. PATRICIA MERELLO

Asomarse a la Catedral de Las Palmas, que precisamente se llama Santa Ana, permite descubrir un altar sencillo alejado de retablos presuntuosos donde reposa la abuela de María, con su nieta. Dos figuras que comparten ese guiño andaluz con Fernando III, El Santo, rey de Castilla y patrón de Sevilla. El conquistador de la capital andaluza que tenía su base en Alcalá del Río, tiene su altar en la catedral canaria.

Vegueta, el barrio histórico donde vivía la aristocracia, respira en andaluz. Los naranjos del patio de la catedral sevillana adornan sus callejuelas. La ruta termina, después de la Casa Colón con sus guacamayos, en el Mercado, donde un puesto muy colorido seduce a los vecinos y visitantes. Es José Quintana y su frutería José y Alicia, puesto emblemático con un sinfín de variedades de plátano y frutas del planeta. “Aquí han comprado chefs con estrellas Michelin de todo el mundo”, dice el tendero, que se dedica a divulgar los secretos de la fruta en un programa de televisión y le encantaría dar clases a futuros fruteros.

El Gastro Trip llega a su fin en el bar Madrid. Queso canario y papas arrugadas con mojo antes de partir.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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