De Burgos a Trebujena con un pino gigante por "los marineros en tierra que nunca vieron el mar"

La Cabaña Real de Carreteros inicia su XXIV ruta 'Castilla hacia la mar', con la que se rememoran las expediciones que antaño transportaban la madera con la que se construían embarcaciones en Cádiz

Llegada de la Cabaña Real de Carreteros a Trebujena. MANU GARCÍA

Hacía un calor soportable, pero buscar la sombra era la tendencia. No había ni un alma en la plaza de Federico García Lorca, en Trebujena. Solo una señora que estaba enterada de lo que estaba a punto de suceder. Un pino gigante transportado por un buey y una vaca recorrería el pueblo a partir de las 12.30 horas. Una escena inédita que se hizo de rogar. Pero, qué pintaba esta especie de romería con un árbol tumbado en un carro por este lugar. La Fundación Puerta de América tuvo la ocurrencia de pedir a la Cabaña Real de Carreteros un pino talado de los montes de Quintanar de la Sierra, un pueblo de Burgos, para que ocupe el mástil de la Nao Victoria, el que fuera el barco protagonista de la Primera Vuelta al Mundo hace 500 años.

Y la asociación aceptó la petición encantada. Llevan 24 años realizando rutas por toda España, Castilla y León, la zona de Cantabria, el País Vasco, pero nunca habían pisado tierras andaluzas. Este miércoles 21 de junio, además de ser el día del cambio de estación, ha sido la primera vez que los carreteros se han desplazado a Andalucía, desde que se fundara esta organización en 1997.

Más de 50 caminantes han iniciado la XXIV ruta carreteril 'Castilla hacia la mar' en Lebrija esta mañana, han estrechado lazos y, sin lugar a dudas, han llamado la atención de los transeúntes. Después, su idea era emprender el camino hacia Trebujena, pero entre una cosa y otra, han salido a las 12.00, y han tirado de autobús y camión para llevar el pino y a la comitiva de burgaleses de un municipio a otro.

Ruta de La Cabaña Real de Carreteros a su paso por Trebujena.
Ruta de La Cabaña Real de Carreteros a su paso por Trebujena. MANU GARCÍA

En la venta La Tonta, a las afueras de Trebujena, los acompañantes del pino esperaban al vehículo. Muchos viven fuera de Quintanar de la Sierra, pero siguen la tradición y no faltan a la cita. El viento se lleva las viejas historias que al grupo le gusta recordar durante la primera etapa de esta aventura que se ha vivido con contratiempos más que salvables.

Allí, frente al establecimiento, Jesús González porta una camiseta que anuncia de donde procede. “Son mis raíces. Me fui del pueblo cuando era muy pequeño y he trabajado en el Mediterráneo, pero mis orígenes están allí”, cuenta a lavozdelsur.es este castellanoleonés de 66 años que lleva más de dos décadas caminando por España. Lleva en su corazón a su pueblo, Quintanar de la Sierra, un lugar recóndito de Castilla y León que se ha convertido en protagonista de este recorrido. De sus montes se extraía antaño la madera que se transportaba en carros hacia el puerto de Sevilla, punto clave para la carrera de Indias.

Sus abuelos le contaban historias de aquellas viajes que realizaban los antiguos carreteros de pueblo en pueblo para hacer llegar la madera allá donde se requería. Una materia prima valiosa que se usaba para construir embarcaciones. La Armada española fue uno de sus principales demandantes con el fin de dar vida a sus navíos de línea. Llegó a usar hasta cinco mil toneladas de la misma madera del tronco que acaba de salir del camión.

Los carreteros sacan el pino del camión.
Los carreteros sacan el pino del camión.   MANU GARCÍA

El pino, de 18 metros de largo, pisa suelo trebujenero sobre un carro. “Este ejemplar procede de nuestros montes y tiene unos 50 años, es joven, los mayores tienen 100 o más y su tronco es de madera de Soria”, explica Jesús delante de la pieza que, en unos minutos, acapararía las miradas del vecindario.

El trozo presenta una madera de calidad muy preciada que es más dura e impermeable que otros tipos, por eso, era tan solicitada en aquellos tiempos. Antes de iniciar el camino, debe unirse a los animales que se encargarán de llevarlo hasta la plaza del Ayuntamiento. De eso se encarga Zacarías Escala, carretero de 46 años, también nacido en el pueblo protagonista, que ha uncido a la vaca Jarda y al buey Payaso. “No es un nombre despectivo, es un homenaje a uno muy bueno que había en mi tierra”, dice el propietario de los dos animales. Él se encarga de su cuidado, de darles pienso, hierba y agua para refrescarles.

Con la mano en la piel del buey, explica que es muy importante equilibrar a ambos para que vayan cómodos a la hora de trasladar el futuro mástil. A su lado, los caminantes aprovechan para beber vino de unas botas antes de subir la cuesta.

Antonio Martín Chicote en la ruta de La Cabaña Real de Carreteros a su paso por Trebujena
Antonio Martín Chicote en la ruta de La Cabaña Real de Carreteros a su paso por Trebujena.   MANU GARCÍA

“Rememoramos el trabajo humilde de mucha gente. Nadie se acuerda de ellos, fueron los marineros en tierra, los que nunca vieron el mar pero siempre oían hablar de él”. Son las palabras Antonio Martín Chicote, presidente y fundador de la Cabaña Real de Carreteros.

Con sus ojos clavados en el buey, este burgalés recuerda cuando el poeta Rafael Alberti llegó a su comarca. “Le decía a mucha gente que no había visto el mar, ‘miradme a los ojos y lo estaréis viendo’”, dice este guarda forestal que ha crecido entre carreteros. Su abuelo, Chicote, era un gran ganadero que se dedicaba al transporte de madera y asistía a las ferias en honor a este material  que ha llevado el nombre del pueblo a todos los rincones.

"La Cabaña llegó a tener más de 10.000 yuntas"

Hace 25 años refundo esta asociación, coincidiendo con su quinto centenario, para poner en valor el trabajo de los bueyes y otros oficios vinculados al monte. “La Cabaña fue muy potente en España, llegó a tener más de 10.000 yuntas y tenía derechos importantes para pasar por todos los sitios, incluso podía denunciar si les interrumpían”, explica Antonio mientras los animales ya han empezado a moverse.

De esta forma, con entusiasmo, siguen difundiendo el papel que jugaron sus bosques en el intercambio de mercancías con América. Payaso y Jarda cogen un carretón guiados por Zacarías, que no les quita ojo. En perfecta coordinación, doblan curvas y realizan maniobras arriesgadas para que ninguno acabe estampado contra una farola. Hay que recordar que, detrás, llevan un pino de 18 metros.

Llegada de la Cabaña Real de Carreteros a Trebujena.   MANU GARCÍA

Los vecinos ya han empezado a asomar sus cabezas. “¿Eso para qué es?”, pregunta uno. “Es para hacer palillos de dientes”, responde otro con guasa. Átónitos contemplan a la comitiva que, en un santiamén, llega a la plaza del Ayuntamiento donde dos chavales flipan en colores desde un banco. Tan raro es ver esta imagen por Trebujena que hasta un hombre se ha bajado de su moto para grabarla.

Son las tres de la tarde. El calor aprieta y Payaso ya se ha dado su primer baño después del esfuerzo. Aunque él está tan tranquilo, como si nada. “Allá donde vamos, dejamos huella”, comenta José, al que llaman “el herrero”. Este caminante, que no suelta su palo, lleva 22 años recorriendo la Península, conociendo pueblos y compartiendo una tradición a la que se enganchó desde que se mudó con su mujer a Quintanar de la Sierra, pueblo natal de ella.

“Lo hacemos para recordar la forma de vida de hace 300 años, cuando las maderas, que eran muy buscadas, se repartían por todos lados. Ahora se usan camiones, pero antes eran bueyes con carros”, dice. Los carreteros de Quintanar son famosos en Castilla y León, —hasta Pedro Sánchez los recibió— y a partir de ahora, también en Trebujena, donde se han hecho notar en una mañana de convivencia y de unión entre pueblos.

Ahora a comerse algún guiso tradicional y descansar, que mañana les espera una ruta de 19 kilómetros hasta La Algaida y, después a Sanlúcar, el destino final de este pino. Esta vez, la harán con los trajes regionales que llevaban entonces los carreteros. Será el sábado 24 de junio cuando se inaugure el pino mástil en la localidad desde donde Magallanes y Elcano partieron a bordo de este navío legendario.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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