Algo tan sencillo como ir a sacar dinero se ha convertido en un privilegio en muchos lugares del país. Cada vez son más las sucursales de banco que deciden cerrar sus puertas y dejar de prestar servicio en determinados puntos geográficos que consideran no rentables para sus intereses.
Hasta ahora este tipo de decisiones se habían llevado a cabo en pueblos de la España vaciada. Sin embargo, en los próximos días el barrio de Nueva Sevilla se sumará a la lista de aquellos lugares en los que no hay una sucursal bancaria disponible para poder hacer gestiones financieras. El mantenimiento del cajero está en el aire.
Esta barriada creada en los años 70 se encuentra en el término municipal de Castilleja de la Cuesta (18.000 habitantes), aunque está separado de su núcleo urbano por la autovía. Alberga a la mitad de la población — alrededor de 8.000 personas — de todo el municipio en pisos que llegan hasta las 15 plantas. Se puede decir que es un barrio que funciona como un pueblo independiente a pesar de que parte de que la mayor parte de él pertenece a esta localidad. La restante queda, administrativamente, en Bormujos.
Este lunes sus vecinos se han hartado y han pasado a la acción. Tras varias semanas recogiendo firmas para evitar el cierra de La Caixa, único banco situado en el barrio, han protagonizado una concentración frente a la sucursal bancaria para mostrar el descontento que existe entre los vecinos.
Allí se han dado cita personas de todo tipo. No obstante, el perfil que compone el barrio es bastante claro: personas trabajadoras, muchas de ellas ya jubiladas. "Me da cosa por la gente mayor porque es el único banco que hay en el barrio. Que nos hagan esto después de toda una vida ingresando dinero... en fin", lamenta uno de los asistentes a esta pequeña manifestación entre el ruido de los silbatos y el megáfono.
A partir del 17 de mayo todas las personas que tengan aquí su cuenta pasarán a depender de la sucursal situada en Castilleja. Los vecinos hablan del pueblo como si no pertenecieran a él. En dos semanas elegirán a su alcalde o alcaldesa. Dolores tiene claro lo que va a hacer. "Si se va, al otro día me cambio de banco. Si tengo que ir a Castilleja no voy a ir a este", comenta. Ella misma interrumpe su frase para sumarse al grito de "este banco no se cierra".
Entre las reivinidicaciones hay quien saca dinero por última vez o quien comenta otros problemas sociales como la tardanza para recibir unas pruebas del hospital. También está quien reprocha las ganancias millonarias de los bancos en el último curso. Pilar lleva más de 20 años viviendo en el barrio y ha acudido a la concentración con su andador. "¿Cómo voy a ir yo a Castilleja con este trasto? Es una putada, hablando claro y rápido. Tengo que depender de que mi hija no esté trabajando para poder sacar 10 euros". La nueva oficina está a 1 kilómetro de distancia. Las del resto de bancos no están más cerca. "Nos van a obligar a cruzar la autovía".
"Un kilómetro al sol a esta hora es muy bueno", dice con sarcasmo otro vecino mientras enseña en el móvil la lista de los bancos más cercanos. Pilar añade, "me voy a tener que llevar una garrafa de agua y un bocadillo. Hay que tomárselo a cachondeo". Muchos de los afectados se hicieron de La Caixa porque el resto de bancos se fue de allí. Hasta que se fusionaron El Monte y Caja San Fernando existían sucursales. Con Cajasol se mantuvieron, pero la transformación en La Caixa provocó que uno de ellos desapareciera.
"A los mayores ya no nos escuchan porque nos han sacado la sangre", dice Dolores. Por el barrio ha escuchado que la explicación del banco es que ya no rinden porque sacan la paga al día siguiente. "Tendremos que comer", sentencia Pilar mientras desgrana cada uno de sus gastos.
Un hombre se apropia del megáfono y deja claro que ya no hay solución. La única opción para presionar a La Caixa es cerrar las cuentas que queden abiertas. El resto de los manifestantes asiente. La persona que tiene el megáfono es taxista y explica lo que supone para aquellas personas mayores que no se pueden desplazar por su propio pie el cambio de sucursal, "cinco euros de ida y cinco de vuelta". "¡Que cierren la de Castilleja!", grita una mujer.
El papel del Ayuntamiento
Entre las protestas también se palpa cierto descontento y malestar con la alcaldesa socialista Carmen Herrera. El Ayuntamiento de Castilleja publicó hace seis días un comunicado en el que aseguraba que la oficina "permanecerá abierta y continuará dando servicio con normalidad. La entidad se ha comprometido a estudiar los factores, características y perjuicios que causaría el cierre de la misma a vecinos y vecinas de la Barriada de Nueva Sevilla. Desde el Ayuntamiento se ha trasladado a la entidad que desde esta administración se realizarán las labores que sean necesarias para defender los intereses de vecinos y vecinas".
Allí, sin embargo, los vecinos hablan de la notificación que les ha llegado anunciando el cierre definitivo. Algunos, incluso, afirman que han visto recoger los muebles del interior. "¿Dónde está la alcaldesa?", se escucha también con sorna. Hay quien se atreve a gritar "que venga la alcaldesa". Poco después responden con cachondeo que "está en Diputación".
No parece que este vaya a ser el punto y final. Antes de terminar, algunos asistentes advierten de que habrá más manifestaciones y cortarán el tráfico si es necesario. "A Nueva Sevilla siempre se le ha tenido miedo".
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