Highway to Hell vuelve a retumbar, una vez más, en un local cualquiera. Hay temas que llevan décadas rulando por las set lists de cientos de músicos. Y nadie se cansa. Desde hace unos años, se nota en la escena musical un fenómeno de lo más curioso que engatusa a unos y chirría a otros. Son las bandas tributo que conviven con las de versiones y con los proyectos propios.
So Payaso de Extremoduro la cantan tres grupos más que le rinden homenaje. Como si Robe hubiera fallecido. Todos sabemos que es inmortal. Esto no entiende de géneros. Hoy, hasta Los Chunguitos tienen un tributo. Tampoco importa si los integrantes siguen en activo. Cuando Fito regresó a los escenarios, ya tenía su banda homenaje. Además, las salas y los grandes festivales las incluyen en su programación. Hace unos días Concert Music Festival integró a Motörhits, una de las bandas tributo a Motörhead, que tocó en Madrid este mes.
“La música está llegando a un sitio un poco raro, hay un estancamiento”, dice José Domingo González, batería y exmiembro del grupo Los Cucas. Este portuense de 53 años nota que hay una tendencia, quizás más acuciada que hace unos años, de “buscar lo que nos pareció auténtico”.

Antes de empezar con la batería a los 15 años, salió en varias comparsas hasta que decidió aprender el instrumento con grupos locales. En 1992 arrancó con Los Cucas y su vida dio un giro que duró unos siete años. A varias discográficas potentes de la época les llamaron la atención sus maquetas de pop rock y acabaron firmando con Sony Music. Domingo tuvo que dejar su trabajo fijo como gestor de ventas en Carrefour para iniciar una gira por España que le dio muchas alegrías.
Disco de oro, de platino, número uno en Los 40 y teloneros de Bryan Adams o Blondie. Luego les fichó Warner Music y compartieron escenarios con Café Quijano o Los Secretos. El sueño acabó en 2007 aproximadamente, cuando el portuense retomó su actividad laboral en su ciudad, esta vez, en el sector del gas natural y las telecomunicaciones, donde continúa.
Desde entonces, la música pasó a un segundo plano y en 2009 empezó a tocar en Red Hot Tribute, un tributo a Red Hot Chili Peppers. “Por entonces no había tantos”, dice a lavozdelsur.es. Después fue dando saltos hasta que se asentó como batería en dos bandas de versiones que tocan por la provincia gaditana. Los Hombres de Wilson, de pop español de los 90, y Lunatics, con temas de Amy Winehouse, Adele o Tina Turner.

Vivir de este sector se ha vuelto “muy difícil”. “Aquí no hay término medio. Con la música original, o te va muy bien, o malvives”, reflexiona el portuense, que reconoce lo complicado que resulta hoy en día tocar canciones propias en una sala. “Es que hasta gente que tiene canciones propias tiene que meter algunas versiones para captar la atención. A mí me gusta la experiencia, siempre es un placer poder hacer temas de U2. Pero hacer tus temas es otra historia”, dice.
Él pone el foco en el público, cada vez más reacio a pagar 20 euros por escuchar en directo a una banda de la que nunca ha oído hablar. “Hay muy poca gente que se interese por descubrir nuevas bandas y poca gente que haga cosas nuevas. La gente está demasiado adoctrinada, entre comillas, a ir a las salas a escuchar canciones que conocen”, opina.
Banda de versiones para sobrevivir
Esta sensación la comparte con Isa Pastoriza, vocalista de la banda de rock Más Madera, con temas originales compuestos por ella, y, simultáneamente, del grupo The Rockin Barbas, que versiona a Loquillo, Led Zeppelin, AC DC o Leño. Ambos con los mismos miembros.


“Estoy componiendo las letras de nuestro cuarto disco, te hartas de exprimirte la cabeza para que luego la gente prefiera un tributo a Los Suaves. No dan oportunidad a bandas nuevas. La gente es muy reticente y prefiere pagar por los temas que conoce, eso si quieren pagar”, expone esta gaditana de 49 años que lleva unos 15 intentando vivir de la música. Aunque su trabajo principal es un puesto de funcionaria, aspira a poder generar los ingresos suficientes en el sector artístico como para dejarlo. Por eso, y porque varios integrantes se dedican de lleno a esto, decidieron montar una banda de versiones. “Con Más Madera solougfh no nos salen los números”, comenta.
Las versiones se han convertido en la alternativa de supervivencia para quienes mantienen la ilusión por este trabajo. Para Pastoriza, las versiones no son los tributos y, actualmente, se mueven en circuitos diferentes. Según su parecer, The Rockin Barbas no tendría cabida en la Sala X de Sevilla pero sí en el gastrobar Rock Café de El Puerto. “A las bandas tributo las metería en el mismo saco que las de versiones, tocamos en bares que pagan a la banda, pero no en salas más grandes”, comenta.
Para ella, “los tributos ahora mismo están acaparando la escena hasta el punto de que directamente hay salas que no te alquilan, no te guardan fecha. Yo entiendo a las salas, pero es que así la música no se regenera”. Isa y sus compañeros Rosa (bajista), Manolo (batería) y Santi (guitarrista) lo viven como banda propia y como banda de versiones.


“Hace unos cinco o seis años, cuando empezó todo esto, había tributos autorizados por las bandas oficiales, como Los Stinger, que son un tributo a Scorpions, pero esto ya es un descaro”, sostiene Pastoriza. La gaditana habla de la facilidad que existe hoy en día para montar un grupo, sin embargo, percibe que hay una inercia a tocar el trabajo de otros “porque copiar es más fácil que crear”.
¿Una convivencia sin daños colaterales?
Detrás de las bandas tributo hay una profunda admiración hacia los creadores originales, a quienes muestran respeto. Eso, y otros factores que impiden a los músicos poder vivir de propuestas propias. “Tengo muchísimos compañeros que gracias a las versiones pagan facturas”, dice Víctor Manzanares, batería de Nu Metal Resurrection by Roots. Este malagueño de 44 años gira por el país con este espectáculo que ofrece un repaso por la historia de grandes artistas del nu metal como Linkin Park, System of a Down o Slipknot. Una oportunidad para revivir los 90.
“Desgraciadamente en España, no tenemos cultura musical y el apoyo de las instituciones a las bandas o a la creación de música propia es muy poco. Los compositores se tienen que enfrentar con una serie de gastos espectaculares de producción, de sala, de grabación, de alquileres, de instrumentos, que luego no se reflejan con lo que recaudan de la taquilla. Muchísimos de estos músicos, al final, recurren a hacer una banda homenaje para poder vivir de lo que le gusta. Al igual que lo hace el percusionista de la Sinfónica de Málaga o el cantaor de flamenco que canta seguiriyas que no son suyas. Es una cuestión de que el músico tiene que comer”, reflexiona el batería.
Para él, los tributos llevan en la escena desde hace muchos años y son compatibles. “Ir a ver un tributo a Coldplay en una caseta de feria es compatible con ir a un garito a apoyar a una banda local”, defiende este malagueño que lleva más de 30 años en el mundillo y que ha trabajado tanto en proyectos propios como en versiones y tributos.
“Ofrecen la experiencia desde sitios más accesibles o aforos más reducidos, a menor escala. En las salas, los gastos son los mismos, tengas una banda tributo o una de temas propios. Nadie deja nada gratis. No quitan espacio a nadie. La Paris 15 de Málaga no dice, voy a meter a una banda tributo porque nos llena Pero te va a cobrar 2.500 euros por el alquiler, hagas lo que hagas”, detalla.
Sobre el terreno, para gustos, colores. Hay una percepción de que el fenómeno crece y, de alguna forma, “todos somos culpables”. El fin último, para unos y para otros, no deja de ser, tener ingresos. ¿A qué precio?
“Yo creo que la solución es que los tributos se muevan en otro mercado, en el de las salas de entrada libre, junto a las bandas de versiones. Y dejar a las salas con entradas a los demás. Hay muchas bandas originales que merecen una oportunidad”, dice Isa.


