Aquella maldita noche en que asesinaron a Alberto y Ascen, contada por quienes estuvieron allí

El periodista que dio la primicia, el concejal de Seguridad, una compañera del PP y un vecino recuerdan el atentado de ETA que cambió Sevilla. "Recuerdo tres rosas en el suelo. Al día siguiente, en el colegio era el Día de la Paz y la llevaban para sus hijos"

Una mujer pasea frente a velas y flores por el lugar donde mataron a Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, en la calle Don Remondo.
Una mujer pasea frente a velas y flores por el lugar donde mataron a Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz, en la calle Don Remondo. MAURI BUHIGAS

Don Remondo fue el confesor de Fernando III, el llamado rey Santo que reconquistó la ciudad para Castilla en 1247. Por eso, la calle Don Remondo es la que rodea una parte del palacio arzobispal, muy cerca de la Giralda y la Catedral de Sevilla. Fue en esta calle, siglos después de la Reconquista, donde la ciudad vivió uno de sus momentos en los que se dice 'antes y después'. Quizás, con la Expo y algún otro evento, uno de los momentos más importantes de las últimas décadas. Fue el 30 de enero de 1998, alrededor de la una de la madrugada, cuando ETA asesinó a sangre fría a Alberto Jiménez-Becerril, teniente de alcalde y delegado de Hacienda, y a su mujer, Ascensión García Ortiz, procuradora. 

Por entonces, Jiménez-Becerril era un recién llegado al gobierno local. Había sido concejal desde una década antes, pero a sus 38 años, pertenecía a una segunda generación de políticos de la democracia. Era más conocido en la ciudad, quizás, por su vinculación con el Sevilla FC. Y si les asesinaron fue porque pasaban por allí. En ningún caso vinculado a la lucha antiterrorista, su delito fue, como el de tantos otros en aquellos años, militar y ejercer bajo unas siglas, aunque lo hiciera a un millar de kilómetros del País Vasco. Ni siquiera, recuerdan algunas fuentes, era una fuerza creciente en el Partido Popular, nada de que apuntara maneras de alto dirigente. Menos aún Ascensión García Ortiz, que directamente no ejercía ninguna función pública. La incomprensión sobre el asesinato de ambos sigue presente en Sevilla, que este 30 de enero recuerda su memoria 26 años después. Aquí, varias visiones de aquel atentado.

Martín Rubio, el concejal empapado

Luis Miguel Martín Rubio era teniente de alcalde del gobierno local que presidía Soledad Becerril. Alguna confusión histórica atribuye al concejal asesinado y a la alcaldesa un parentesco inexistente. Martín Rubio recuerda que habían tenido el día antes, el 29, horas antes del atentado, una pequeña discusión por unos asuntos municipales, sobre a quién correspondía la gestión de unas multas, si al responsable de Seguridad o al de Hacienda. "La alcaldesa medió y nos llamó al orden", recuerda el hoy abogado. Las respectivas parejas de Martín Rubio y Jiménez-Becerril hablaron por teléfono. En parte, un encuentro que serviría para limar las asperezas burocráticos.

"Vivíamos al lado, a apenas 50 metros. Ellos fueron a cenar a Triana y luego tomaron unas copas. Finalmente, no pudimos ir, porque teníamos un bebé de meses y no encontramos con tan poco margen a un canguro". La familia recuerda las últimas palabras que, por teléfono, les dijo García Ortiz: "En Trifón nos vemos". Unas palabras que Martín Rubio recuerda cada 30 de enero. "Es la primera vez en 26 años que no estoy en Sevilla en esta fecha, porque no olvido su recuerdo", dice en un viaje de trabajo al extranjero que no ha podido evitar.

"Aquel día se acabó la legislatura en Sevilla"

Soledad Becerril, cuentan varias personas, estuvo aquella madrugada, tras confirmarse el suceso, completamente consternada. Manteniendo su papel institucional por fuera, pero rota por dentro. Había sido muy cercana a Jiménez-Becerril en su trayectoria política. A Martín Rubio, entonces, mientras la alcaldesa ejercía su necesario papel institucional, le tocó organizar los servicios públicos de una ciudad que se iba a despertar con la terrible noticia. "Recuerdo que no paró de llover", rememora Martín Rubio.

Fue, en calidad de alto cargo del Ayuntamiento y responsable de la Policía Local, una de las primeras personas en conocer la noticia. "Alrededor de la una recibí la llamada del inspector de la Policía Local. Me dijo 'ha pasado algo terrible'. Entré de nuevo en mi dormitorio y con solo verme, mi mujer intuyó que era algo grave. No le dije el motivo, pero le conté que había muerto Alberto. Luego me preguntó por Ascen".

Su vivienda estaba a apenas unos metros de la casa del matrimonio asesinado y, por tanto, también del lugar del atentado. "Fue todo muy desagradable. Me acerqué y estaba acordonado por la Policía. Recuerdo ver tres rosas en el suelo. Una gran paradoja, es que sabían que a sus hijos les habían pedido llevar la mañana siguiente cada uno una flor por ser el Día de la Paz. Se las había vendido una chica oriental en el restaurante de Triana donde estuvieron". Allí estaban aquellas flores junto al charco de sangre cuando llegó el concejal responsable de la Policía Local. 

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La previa al acto en Don Remondo, este martes 30 de enero.  MAURI BUHIGAS

Lo vivido desde ese momento fue terrible, recuerda. "Dios te da fuerzas para sobrellevar esas circunstancias que no te esperas". Posteriormente, al propio lugar, llegó la alcaldesa, "que sabía que los hijos estaban en una ventana cerca, durmiendo". Las primeras gestiones fueron que nadie encendiera un televisor en casa ni mirasen por aquellas ventanas. También le tocaría a Martín Rubio gestionar una ciudad que salió a la calle contra el terrorismo. Manifestaciones bajo una lluvia que recuerda casi tres décadas después. 

"Aquel día se acabó la legislatura", recuerda. Nada sería igual, y eso que quedaba casi año y medio para las elecciones municipales. "Fue muy emocionante ver a personas de todo signo político unidas, mostrando su dolor. Recuerdo a Luis Pizarro (IU), a Rodríguez de la Borbolla, a Montserrat Badía (PSOE)... Todos, por encima de circunstancias personales, personas de todas las edades, de todos los barrios, sembradas de humanidad". "Estos aniversarios deben servir para que la generación de mi hija, la que tenía unos meses, que no vivió el terror, sepa el dolor que sembró ETA". Y remacha: "Hay momentos duros, familiares que se van, personas mayores. Pero puedo decir que aquel fue el peor día de mi vida".

Pepe Fernández, el periodista que se guardó detalles de la exclusiva

La profesión de periodista, a veces, permite ser testigo de momentos que a uno le revuelven el alma. En aquella época en que no había apenas internet, en que no había Twitter, era todo diferente a la actualidad. Pepe Fernández era jefe en Onda Cero. Hoy jubilado, fue el primero en tener la noticia en sus manos. 

"Eran las tres y pico cuando un policía me llamó". Una de esas fuentes que, además, estaba especialmente bien informado en asuntos tan graves. "Estaba empezando a dormirme, pero me avisó: 'en la calle Don Remondo han matado a un concejal, no sabemos más, vamos para allá'. Con ese dato llamo a Onda Cero, que estaba haciendo la madrugada a nivel nacional Cristóbal Cervantes. Di un primer flash".

Hasta la siguiente intervención en la radio, "tenía que confirmar la identidad". Llamó a la Delegación del Gobierno: "Soy Pepe Fernández, ¿me pasa con el delegado?". La persona al otro lado del teléfono intentó pasar la llamada, pero no fue posible: "Está ocupado", contestó. "Lógico, con la que está cayendo, con los hijos de puta estos", respondió el periodista. "Sí, sí, justo nos acaba de llegar un télex de la Guardia Civil", contestaron al otro lado del teléfono. "Y me lo leyó entero. Así saqué la información de la Guardia Civil". 

"Cuando detuvieron a los etarras, uno se meó encima. Tan valientes no eran"

Sin embargo, a pesar de que ya sabía el nombre, no lo dio en la radio. Contó que era un concejal y su mujer, pero quiso esperar a que la familia fuera informada y no les llegara la información por la radio. Y habló de ETA.

En aquel tiempo, ETA ya había matado en Andalucía a policías y militares: en la cárcel de La Ranilla en Sevilla, en el 91, a dos funcionarios y dos reclusos, y en el 97, a un peluquero militar con un coche bomba en Armilla. Este atentado contra un político y su mujer fue obra del Comando Andalucía, que en distintos momentos estuvo compuesto por los siguientes terroristas: Mikel Azurmendi Peñagaricano, alias Hanka; Maite Pedrosa Barrenechea, José Luis Barrios, alias Txetxu; Asier Ormazábal y Javier Gallaga. Los tres primeros fueron quienes serían juzgados por el asesinato en Sevilla, siendo Hanka y Txtetxu quienes dispararon.

Fernández recuerda que en Sevilla ya fue detenido Henri Parot con explosivos en el 91 con objetivo en la plaza de La Gavidia, en el centro de Sevilla, donde estaban la Comisaría y El Corte Inglés. Pero Sevilla, rememora el periodista, no tenía esa sensación de peligro. Y cuando fueron detenidos Maite Pedrosa, Miker Azurmendi y José Luis Barrios, en un piso de José Laguillo, "uno de ellos se meó encima, así que tan valientes no eran".

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El lugar del atentado.   MAURI BUHIGAS

Volviendo a la noche del suceso, una vez que los reportes apuntaban a ETA, y una vez confirmadas las identidades cuando se acercaba el amanecer, Fernández llega al Ayuntamiento y se encuentra a la alcaldesa, "destrozada", a Carmen Vega, a Amalia Gómez y a Luismi Martín Rubio. "Era un duelo, conforme pasaban las horas, cada vez llegaba más gente. Hubo que cerrar las puertas del Ayuntamiento. La gente estaba muy conmocionada". 

Amalia Gómez, cerca de la alcaldesa y de Alberto

Murciana, afincada en Sevilla, historiadora, Amalia Gómez era alto cargo en el Ministerio de Trabajo de Javier Arenas, en aquel primer Gobierno de Aznar. Secretaria general de Asuntos Sociales, aquel día estaba en Sevilla. A ella la avisó Pepe Fernández de lo sucedido antes de que el periodista diera las identidades en la radio. "Me quedé en shock". Recuerda que fue corriendo al Ayuntamiento a arropar a Soledad Becerril. "Estaba consternada, ella y Montserrat Badía, que era socialista y muy amiga de Alberto, lo quería muchísimo". 

Recuerda que la alcaldesa insistía en que se informara bien a la familia, no por los medios ni por rumores, "quería protegerlos". Y a sus 80 años, la exdirigente de Cruz Roja Sevilla evoca la sensación que sintió. "Fue una noche horrorosa, tan triste". Recuerda a Alberto como una persona de "ironía fina". Tanto la alcaldesa como Carmen Vega habían sido las madrinas de la carrera política del concejal. "Ascen era una mujer discreta, pero valiente y fuerte. Eran un matrimonio muy joven que salía con otros matrimonios jóvenes".

"Alberto tenía una ironía muy fina. Ascen era discreta y fuerte"

"Estuve hasta las seis de la mañana en el Ayuntamiento y no sé cómo explicar lo que sentí. Recuerdo las manifestaciones, el sentimiento de dolor de la ciudad. Sevilla se volcó con el corazón". El momento más duro fue el de conocer la noticia. Pero luego, se emociona al recordar los féretros en la Catedral, la avenida llena de gente. "Rostros que se acercaban con dolor, que se volcaron con el corazón, personas que venían de todos los barrios de la ciudad y que lo sentían de verdad". 

Y en esta fecha de recuerdo, siente "impotencia", como aquel día. "Este día siempre estará marcado por la ausencia que dejaron. El terrorismo no tiene justificación".

Miguel Martínez de Castilla, un vecino que sospechó

Han sido muchos años, pero algunos recuerdos, aunque sean detalles, no se borran. El arquitecto Miguel Martínez de Castilla era conocido del matrimonio, como muchos sevillanos. Pero recuerda, en el lugar donde mataron a Alberto y Ascen, que quizás podría haberle tocado a él también. O que quizás, gracias a estar él, se podría haber evitado la tragedia. Hoy vive en el mismo bloque donde vivían el concejal, su mujer y sus hijos.

"Pasaba muchas mañanas camino de la que era mi casa, en Santa Marta, hasta el Colegio de Arquitectos". Una calle que transitaba frecuentemente. "Y recuerdo alguna mañana ver, muy muy temprano, a una pareja. Estoy convencido de que eran ellos, los terroristas", en referencia a Maite y alguno de los pistoleros, que efectivamente estudiaron la zona previamente, como solía hacer ETA. En realidad, en aquel momento, con la mirada puesta en la alcaldesa, ya que al matrimonio lo mataron porque reconocieron a él y decidieron también matar a la mujer. 

"Estoy convencido de que días antes vi a los terroristas"

"Ese día", prosigue el arquitecto 26 años después, "fui a cenar y a tomar una copa larga con un amigo. Pero no fuimos a Antigüedades, al bar que íbamos siempre, sino a otro". De haber ido, habría coincidido con el matrimonio. "Nos hubiéramos visto y habríamos vuelto juntos a casa".  A los dos días del asesinato, le contó la sospecha hacia la pareja de presuntos etarras a Martín Rubio y a la Policía. Recuerda aquellas casualidades todos los años. En cualquier caso, los asesinos fueron condenados.

Hoy, el Ayuntamiento y, en general, la ciudad, las portadas, los amigos, los conocidos, los herederos, recuerdan a Alberto Jiménez-Becerril y a Ascensión García Ortiz. Los 26 años no nublan la memoria. Mientras queden testimonios y quienes los quieran leer y recordar. 

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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