Alma de león, fútbol contra el racismo en Andalucía: "No vengo a quitarte el trabajo, sino a hacer lo que tú no quieres"

Extranjeros procedentes de África y países de Sudamérica forman un club de fútbol 7 en Jerez, impulsado por 'Quini' Rodríguez y el entrenador Pepe Correa, que recoge el testigo del extinto Alma de África y que pretende combatir los discursos xenófobos

Jugadores del club Alma de león, que lucha contra el racismo.
Jugadores del club Alma de león, que lucha contra el racismo. MANU GARCÍA

Cuando el balón comienza a rodar, ya no hay fronteras. Entre la veintena de jugadores del Alma de león —una cifra que varía según el día y la disponibilidad de cada uno—, un club recién creado en Jerez, se hablan muchos idiomas, pero jugando al fútbol todos practican la misma lengua. En el equipo hay marroquíes, guineanos, peruanos, malienses… nacionalidades muy dispares y lejanas entre sí que, en el terreno de juego, se entienden a la perfección. Un equipo de fútbol contra el racismo y los estereotipos.

Con el precedente en la ciudad de Alma de África, el modesto equipo compuesto por inmigrantes que llegó a competir en Tercera Andaluza —aunque con una repercusión mediática propia de clubes de Champions—, nace Alma de león, un club de fútbol 7 que comparte fundador, ya que detrás está Joaquín (Quini) Rodríguez y también el entrenador Pepe Correa.

Alma de león toma el nombre de dos equipos distintos. Primero, obviamente, del extinto Alma de África, y también de la selección Los Leones, de la que forma parte Mohamed Bafoura, un guineano de 20 años que lleva tres en Jerez. “Quini no quería que desapareciera Alma, ni yo que desapareciera Leones”, cuenta el joven, hablando un castellano que tiene mucho de andaluz.

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Jugadores del Alma de león, en un entrenamiento.  MANU GARCÍA

Bafoura sueña con ser futbolista profesional. De hecho, hasta ha jugado en el Xerez CD, pero sin la continuidad que le gustaría. “Lo estoy logrando poco a poco”, dice cuando atiende a lavozdelsur.es en la pradera de Chapín, donde entrena junto a sus compañeros de Alma de León. Cuando no está con ellos, está con Los leones. Excepto los sábados, juega todos los días al fútbol, esforzándose a fondo para conseguir su sueño.

En su país, Guinea, estudiaba y jugaba en un club, pero sentía que para que su carrera futbolística despegase, tenía que venir a Europa. “Vine por el fútbol, aquí se consigue más rápido”, confiesa. Lo hizo siendo menor de edad, por lo que estuvo unos meses en un centro de menores hasta que llegó a los 18 años. Desde entonces, se ha formado como jardinero, como cocinero, como panadero y como albañil, trabajando en la hostelería y en una panadería, aunque ahora está “parado”. La construcción le gusta más, dice, porque puede compatibilizarlo mejor con los entrenamientos.

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Mohamed Bafoura, jugador del Alma de león.   MANU GARCÍA

Mohamed Bafoura: "Vine para ser futbolista"

El equipo, que se estrena compitiendo este mismo fin de semana en un torneo de fútbol 7 organizado por el Xerez CD, lucirá su equipación, con el escudo de Alma de león, con el animal que lleva en su nombre en el centro de un círculo con los colores verde, amarillo y rojo, presentes en muchas banderas del continente africano. Bafoura, durante su estancia en Jerez, confiesa que ha vivido algún episodio racista, pero nada grave. “Cuando estaba en el centro de menores no teníamos móvil, preguntábamos la hora a la gente y salían corriendo… eso me daba coraje ya”, confiesa.

El presidente del Alma de león es Camara Aboubacar, uno de los veteranos. A sus 36 años, lleva cinco residiendo en Jerez, aunque ahora trabaja como tonelero en una bodega de El Puerto, fabricando botas de vino, gracias a su amplia experiencia como carpintero. Antes, ha trabajado en labores agrícolas o de jardinero. Desde su llegada, procedente de Guinea, como Bafoura, no ha vuelto a su país a visitar a su familia. Allí tiene a sus padres, hermanos y a sus dos hijas, que ahora tienen siete y nueve años. “Es difícil estar tan lejos, quiero volver en Navidad”, apunta.

A Camara le gusta el fútbol “desde pequeño”, de hecho ha formado parte de distintos equipos formados en la ciudad, porque “el deporte es bueno para mi salud”. También le sirve para desconectar y hacer amigos. “Mi tiempo libre lo dedico al fútbol”, incide. Jugando en el Alma de león se olvida de lo lejos que está de su familia, al menos, durante un rato. En el tiempo que lleva en España confiesa que ve “racismo en todos sitios”, aunque no lo haya sufrido en exceso. “Depende de la persona, yo siempre busco buena gente, es lo que hay que hacer en un país extranjero”, señala.

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Un jugador controla el balón ante un compañero.  MANU GARCÍA

“El objetivo principal del equipo es la integración y la igualdad”, cuenta María González, integradora social de profesión y chica para todo en el Alma de león. “Quini me fichó como secretaria, pero yo soy más relaciones públicas, se me da bien”, aclara. “Aquí se olvidan las diferencias, tenemos a jugadores de tres procedencias principalmente, marroquíes, subsaharianos y latinos, pero la idea básica es que son personas y ya está".

El equipo, para poder entrenar, se ha acogido a un programa de la ONG CEAin (Centro de Acogida de Inmigrantes), que costea el seguro requerido para poder solicitar una pista municipal para sus entrenamientos, en el Complejo Deportivo Chapín. Mientras se aclara este trámite, entrenan en la pradera. “Gracias a CEAin se ha acelerado el proceso”, cuenta María González, quien ejerce su voluntariado en el equipo, como también lo ha hecho en Dimbali, Cruz Roja o mismamente en CEAin.

“El equipo ayuda a formar redes”, insiste González, “no solo a nivel personal sino laboral”, ya que entre ellos, además de darse pases de gol, también se recomiendan empleos o formaciones. “Cuando llegan a un país en el que no tienen a nadie, no es fácil hacer amistades, ni tampoco tienen oportunidad de tener mucho tiempo de ocio, porque eso implica dinero”, reseña. De ahí la importancia del equipo, también en este ámbito.

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Camara Aboubacar, presidente del Alma de león.  MANU GARCÍA

Camara Aboubacar: "Hay racismo en todos sitios; pero yo siempre busco gente buena"

Que Alma de león entrene y compita ayuda a integrar a sus futbolistas, pero también a derribar estereotipos y a combatir los discursos de odio contra inmigrantes, que están creciendo los últimos años como consecuencia de discursos políticos que los usan como arrojadiza. “Se esparcen rumores que no son ciertos. Las mentes cerradas creen que todos son iguales, pero es por falta de conocimiento”, dice María. “Yo lo puedo llegar a entender, porque a mí me ha pasado, pero cuando los conoces es cuando de verdad sabes la realidad”.

Max Peña es de Perú, tiene 42 años, y llegó hace tres a España. “Venimos buscando un futuro”, reseña nada más comenzar la conversación. En su país era camionero, “pero no daba para nada”. “Perú es un país muy corrupto, hay mucha delincuencia, tráfico de drogas… si vas de legal no vas a crecer”, cuenta. Después de estar en centros de acogida en Puerto Real, Cádiz y Algeciras, lleva unos meses en Jerez.

En el Alma de león, Max se esfuerza para estar al nivel de sus compañeros, “pero corriendo con estos muchachos me hacen falta tres pulmones”, comenta entre risas. En su país, llegó a ser semiprofesional, jugando incluso la Copa Perú, un campeonato cuyo vencedor asciende a Primera división. Ahora su intención no es otra que despejarse para abstraerse de su situación personal.

“Aquí, más que jugar, confraternizamos, porque conoces a otra gente, otras culturas… No hablamos el mismo idioma pero en la cancha nos entendemos perfectamente. Éste es el punto donde se rompen las fronteras”, dice Max Peña, que cuando llegue el mes de octubre cumplirá tres años en España.

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Max Peña, peruano, en mitad de un entrenamiento.  MANU GARCÍA

Max Peña: "No hablamos el mismo idioma, pero en la cancha nos entendemos perfectamente"

A partir de ese momento, el peruano podrá pedir una autorización de residencia por arraigo social. Tanto a él como a su pareja le han denegado el asilo, por lo que espera ansioso que llegue ese momento. “Yo lo llamo tres años de condena”, dice. Aunque para ello tendrá que presentar un contrato de trabajo, “¿pero quién me va a contratar si no tengo la documentación? Hecha la ley, hecha la trampa”, se lamenta.

Pero Max no desiste. “Soy perseverante, no suelo cansarme”, agrega, “siempre digo que al toro hay que agarrarlo por las asas”. En Jerez ha trabajado en la construcción —“en negro”, aclara—, pero es difícil encontrar trabajo sin tener la documentación en regla. “Al inmigrante sin papeles no se le abren puertas”, señala. Él sabe hacer “de todo” —“de donde vengo tiene que ser así o te mueres de hambre”—, pero está sin empleo, mientras su pareja está de interna cuidando a una persona dependiente.

En Jerez, Max se ha topado “con gente buena”, y responde a los discursos de odio que se escuchan contra los inmigrantes. “Yo no vengo a quitarte el trabajo, vengo a hacer lo que tú no quieres”, señala. “En Perú, cuando llegó el éxodo de venezolanos, empezaron a trabajar, pero no nos quitaron nada”. Entonces no sintió que estuviera siendo invadido. “El latino suele ser más protector”, dice, “no todos somos buenos, pero no todos son malos como muchos dicen”, aclara.

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Otman Chokri, jugador de 19 años.  MANU GARCÍA

Otman Chokri: "Hay gente que ve a un marroquí y piensa que le va a robar. Yo solo quiero trabajar y aprovechar bien el tiempo"

Otman Chokri tiene 19 años y es de Marruecos. A España llegó siendo menor de edad, concretamente a Canarias. En la patera en la que viajó iban otras 18 personas, que estuvieron dos días en el mar, a merced de las corrientes, porque la goma —como se la conoce popularmente— hasta llegó a pincharse. “Un chaval de Casablanca se tiró al agua, lo recogimos pero estaba muy mal…”, recuerda. Otman juega en el Alma de león porque quiere “aprender” y mejorar su fútbol.

¿Ha sentido racismo alguna vez? “Algo sí”, confiesa. “Hay gente que ve a un marroquí y piensa que le va a robar. En la calle la gente habla mal pero nosotros no pensamos en eso. Solo quiero trabajar y aprovechar bien el tiempo”. En Marruecos dejó a sus padres y a dos hermanos más pequeños que él, una hermana de 16 años y un hermano de doce. “Tengo que buscar un futuro bueno”, sentencia.

Ahora, el marroquí trabaja en un kebab, contratado, aunque su sueño es ejercer como soldador, un oficio en el que tiene cuatro años de experiencia. “Quería buscar un trabajo bueno para ayudar a mi familia”, dice. Hasta 2023 tiene concedido permiso de residencia, por lo que intentará seguir trabajando para mantenerlo.

Datos para combatir el racismo

Andalucía, a pesar de ser la comunidad que está más cerca del continente africano y de ser puerta de entrada a Europa para muchos de ellos, no está en el top 3 de regiones con mayor presencia de población extranjera. En concreto, residen 877.534 extranjeros, el 10,37% del total de la población andaluza, casi cinco puntos menos que la media española (15,24%), según datos recogidos en la Estrategia andaluza para la inmigración 2021-2025, elaborada por la Consejería de la Presidencia, Administracion Pública e Interior de la Junta de Andalucía, aprobada en julio de 2021.

Casi la mitad de los extranjeros censados en Andalucía procede de países europeos, con Reino Unido, Italia, Rumanía y Polonia a la cabeza. Luego están los africanos, con los marroquíes como los más numerosos. Chinos, colombianos y venezolanos también destacan en la estadística andaluza de residentes extranjeros, aunque en los últimos años ha habido un repunte en la llegada de nicaragüenses y hondureños.

Andalucía tiene a 115.000 alumnos de otros países matriculados en sus centros escolares, un 6,5% del total, dos puntos menos que el porcentaje de extranjeros en la comunidad. El 85% de ellos está en centros públicos —la media general es del 76%— y en la universidad hay unos 10.500, un 4,5%.

Los extranjeros residentes en Andalucía, además, presentan mayores tasas de actividad y empleo que la población con nacionalidad española. “La población extranjera en Andalucía presentaba una tasa de actividad del 67,4%, casi 12 puntos por encima de la tasa de la población nacional. La tasa de empleo para personas extranjeras se acercaba al 48%, siendo casi cinco puntos superior que la de la población local. Por último, la tasa de paro se aproximaba al 29%, siete puntos por encima de la tasa de paro de las personas españolas”, recoge el citado informe.

Sin embargo, la brecha salarial entre andaluces y extranjeros es notable. Con datos de 2018, los últimos disponibles, “la ganancia media anual por persona era de 22.138 euros para las personas de nacionalidad española, y de 14.838 euros para las extranjeras”, señala el documento, con una brecha del 35% entre hombres y del 31% entre mujeres. Y una temporalidad que supera el 95% —algo menos del 5% de extranjeros tiene contratos indefinidos—.

“Las principales preocupaciones de la población andaluza, de acuerdo con el Estudio de Opiniones y actitudes de la población andaluza ante la inmigración (OPIA VIII, 2019), se relacionan con el mercado de trabajo, la atención sanitaria, la política y la corrupción. La preocupación por la inmigración aumenta respecto a los resultados de la encuesta anterior (2017), pero se mantiene lejos de los principales motivos de preocupación manifestados por la población andaluza”, reseña la Estrategia andaluza para la inmigración 2021-2025.

La valoración positiva de la inmigración sigue siendo más numerosa que la negativa —35,8% frente a 33,4% de la población encuestada—, aunque desde 2017 han aumentado quienes tienen una opinión ambivalente de la inmigración (28,8%). “La preocupación por la inmigración aumenta entre las personas de mayor edad y entornos no urbanos”, puntualiza el informe.

“Quienes manifiestan sentir antipatía hacia las personas inmigrantes, o algunos grupos, les atribuyen hechos delictivos o violentos, así como falta de capacidad para integrarse en la sociedad andaluza”, señala la Estrategia. Pero los datos dicen otra cosa. Durante 2020, último año contabilizado por el portal de criminalidad del Ministerio de Interior, Andalucía registró 3.263 infracciones penales, de las que el 87% fueron cometidas por españoles y el resto por extranjeros.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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