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Un día de ensayo en la ópera 'Pagliacci/Cavallería Rusticana', producción de Villamarta con una espectacular puesta en escena en la que se involucra un grupo humano de unas 150 personas.

Traspasas la puerta donde pone prohibido el paso y contemplas ese santuario desde otra perspectiva. Pisas las tablas, miras el aluvión de focos picados que caen del cielo. Con la luz apuntándote, imaginando que el escenario se tapa sus partes para que no las vea el que luego irá a ver la función. Que no se vean las costuras, los paneles traseros, los cables por el suelo, las puntillas clavadas en la madera, la voz de la regidora indicando las entradas, el pianista repetidor que es capaz de darle al play en el minuto exacto que se le indique y con precisión de cirujano. Entrar en las entrañas de la ópera, del teatro al fin y al cabo, es como penetrar algo sagrado. Ver los huesos del teatro. Y comprobar como esa gran ilusión que luego se sube a escena convenientemente ensamblada tiene carne, vida, sangre y a veces ensaya en pantalón vaquero.

—“Este es un trabajo que se hace desde la pasión. Y es fundamental tener esa pasión para ser capaces de trasladarla a tu alrededor y que toda la gente que se envuelve en el montaje, desde los cantantes, el coro, los figurantes, la orquesta, los técnicos… que todo el mundo intente comprender y compartir esta idea de que estamos en un trabajo pero sobre todo en una pasión”. Francisco López no quiere recapitular las producciones que acumula en su trayectoria. “Siempre es la primera, hay que tener esa ilusión”. Este cordobés de nacimiento y que Jerez adoptó hace veinte años para gestionar el Teatro Villamarta (donde fue director general de su fundación hasta 2014) dirige la escena, la dramaturgia y la iluminación de Pagliacci y Cavalleria Rusticana. La compleja puesta en escena de dos óperas comprimidas en una. La de Leoncavallo y la de Mascagni. Los movimientos de los intérpretes de una doble tragedia verista que él refresca y moderniza, poniendo el acento en la lacra de la violencia de género y en “cómo esta sociedad castra a todos los que intentan vivir una ilusión distinta a la imperante”.
Se ven en el escenario unas enormes columnas que se asemejan a las de una iglesia o palacio barroco, un cielo azul pintado en el fondo y unos mármoles italianos de un pequeño teatro… “Es teatro dentro del teatro, quería trasladar la máscara y la persona, el personaje y la persona. En el sentido de cómo representamos una vida y a veces tenemos una vida oculta que nos cuesta la misma vida sacarla. Para todo eso necesitaba un espacio con referencias poéticas para unir las dos partes”, se refiere López, que ensalza la carga poética y teatral de esta nueva producción del coliseo jerezano. "Todo ocurre mucho más rápido pero con la misma intensidad, son dos operazas en una".

En el otro extremo de la cadena de montaje, pero no menos importante, Josefa Castaño no da tregua a su equipo de costura. Llevan varios días sin parar. Pepi, como la llaman, es la jefa de la sastrería del Villamarta desde hace 20 años y por sus manos han pasado todas las producciones líricas de esta institución que ha logrado recientemente el premio especial Campoamor -los Goya de la ópera en España-. Se conoce el espacio como la palma de su mano, y tras descorrer una cortina ignífuga, muestra la incomparable colección de vestuarios de producciones que almacena Villamarta en su última planta. “Estos son del Elixir, estos son de La Flauta mágica, estos son los trajes de luces de los toreros de Carmen… Aquí hay maravillas, es un gran trabajo”. El figurinista habitual de las producciones hechas en Jerez, Jesús Ruiz, se encuentra montando un nuevo libreto en el Real de Madrid. El equipo de producción se encarga de perfilar los detalles antes de los dos pases programados a principios de junio. "Es que Jesús es un genio, mira el vestuario de Alejandro Roy, ¡qué maravilla!", exclama Isamay Benavente, directora del teatro.

Una escolanía, acróbatas, un coro, una orquesta, figurantes... Una enorme familia para un "espectáculo total".

Todo funciona como el mecanismo de un reloj. Al lado de Pepi, Erregiñe Arrotza coordina vestuario, peluquería y maquillaje. "Aquí hay cerca de 200 piezas... Está todo ordenado por tallajes", explica con fervor, antes de probar vestuario a Nicolás Montoya, uno de los figurantes de Cavalleria. Es la pasión de la que probablemente hable López. Es la ilusión dentro de la ilusión de un montaje en el que están involucradas alrededor de 150 personas durante tres semanas. Diseñador de audiovisuales, una escolanía, un coro de medio centenar de personas, figurantes, una orquesta con otro medio centenar de integrantes, técnicos de sonido y luces, actores, acróbatas, bailarines... Una enorme familia para un "espectáculo total". "Hay quien piensa que los musicales son el espectáculo máximo pero antes de los musicales estaban los musicales, las óperas", remarca Paco López. Y añade: "Hablamos de industrias culturales que mueven mucha economía, puestos de trabajo que propician que otros sectores paralelos a esta actividad, la hostelería, los servicios, vivan también de este producto. Es todo un mecanismo empresarial el que mueve un proyecto como este, por lo que hablamos de inversión, de creación de riqueza y de puestos de trabajo. A veces se nos olvida que las industrias culturales aportan en torno al 4% del PIB de este país."
Otra de estas personas que trabajan en este ensamblaje es el director musical de la Orquesta de Extremadura, Álvaro Albiach, que se muestra expectante por haberse hecho con las riendas musicales de la producción tras su estreno en Palma de Mallorca, donde estuvo la Sinfónica de las Islas Baleares. “Al principio es como cuando coges una estructura y la intentas encajar, salen más aristas, pero conforme va pasando el tiempo todo va encajando y va creándose un cuerpo. Las sensaciones son positivas, hay que trabajar, y al final habrá un resultado positivo”, dice doblemente ilusionado, pues su orquesta también llega a Jerez por primera vez para participar en una ópera. “Es una experiencia también muy interesante por la orquesta, necesitamos salir al exterior”.


Pausa en un momento del ensayo del acto 1 de Pagliacci. Francisco López le da indicaciones a Mónica Campaña, jovencísima soprano a la que momentos después, encarnada en aquella Nedda de Leoncavallo, su celoso marido querrá apuñalar. “Estás construyendo desde aquí arriba –López se sube a una silla-, tienes que ver que no puedes cambiar esa perspectiva bruscamente. Tienes que seguir ahí arriba”. Mónica, hiperdisciplinada, no rechista. Matiza un poco la explicación, la hace suya, y la saca. Vuelve el tenor Alejandro Roy, que hace de Canio. Empuña su navajita de mentira. Esa que luego veremos tan fría y mortal cuando se suba el telón. Trata de que no se le descabalgue la voz ante el dramatismo de la escena. Son los movimientos típicos de los ensayos previos al reestreno. 20 días por delante para superar este desafío de construir una enorme ilusión. “Se trata de aunar muchas cosas que necesitan mucho tiempo de ensayo porque unimos la música, el canto con el teatro… Estas dos obras son muy teatrales, hay mucha fuerza y dramatismo, hay ballet, coros, una orquesta que hay que dirigir, con muchos cambios de tempo y matices, y todo esto evidentemente exige mucho trabajo”, sintetiza Roy, preparado para el do de pecho en Jerez. 

"Es mi debut, tengo unos compañeros increíbles y el teatro es genial para empezar", resume la soprano malagueña, amante del jazz y el soul que se formó en Madrid y Londres. Entre ellos, el barítono hispano brasileño Rodrigo Esteves, que hace de Tonio en Pagliacci y de Alfio en Cavalleria Rusticana. "Ambos papeles los he hecho bastantes veces, tienen una complejidad dramática grande que hay que fundir vocalmente. Todo tiene que ser muy verdadero", cuenta. Bajo la supervisión del director escénico y del responsable musical, Esteves no oculta sus ganas por levantar al patio de butacas del Villamarta: "Es una pasada trabajar en este teatro, con un equipo fantástico; estoy con muchas ganas porque hace mucho que no venía aquí".

Serán veinte días de intensa convivencia, trabajando en el escenario y repasando en casa o en el hotel las indicaciones. "Hay que venir con los deberes hechos", asegura, al igual que Mónica, centrada en los "cambios psicológicos" de su personaje. La mezzosoprano Cristina Faus y el barítono Carlos Daza completan los papeles protagonistas de un programa doble ideal para alguien que quiera adentrarse por primera vez en la lírica. "Es un espectáculo muy directo, visual y musicalmente maravilloso, y es un drama absolutamente actual", propone López. El director de escena defiende el "principio curiosidad", por lo que anima a los neófitos, 20 años después de la gran apuesta de Villamarta por la lírica, a acudir a la ópera. "Al menos una vez en la vida debemos sentirnos lo bastante curiosos como para descubrir cosas nuevas y no para seguir en los caminos trillados que ya conocemos". Descubierta la trastienda de la ópera, la factoría donde se materializa esta gran ilusión, ahora tocará asombrarnos entre el público. La función está a punto de comenzar. Apaguen sus teléfonos móviles. Déjense llevar.

Pagliacci/Cavalleria rusticana podrá verse el jueves 2 y el sábado 4 de junio en el Teatro Villamarta de Jerez. Las entradas pueden comprarse en este enlace.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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