Morenatti, reportero de guerra y Pulitzer andaluz: "Me cuesta mucho trabajo despedirme de mis hijos"

Secuestrado en Gaza, perdió una pierna en Kandahar, salió ileso del tiroteo de su coche en Jersón... Heridas en una trayectoria de más de 30 años como "visualista" en zonas bélicas. Dirige la edición de 'Associated Press' en España y Portugal: "El periodismo no es enfermizo cuando forma parte de tu modo de vida"

El reportero de guerra y Pulitzer andaluz Emilio Morenatti, retratado esta semana ante el Gallo Azul en Jerez.
El reportero de guerra y Pulitzer andaluz Emilio Morenatti, retratado esta semana ante el Gallo Azul en Jerez. JUAN CARLOS TORO

La vida y la muerte, en conflicto permanente

Si hace falta aguanta la respiración. Si hace falta no respira antes de disparar. Si es necesario merodea como un felino su presa hasta que pasan seis días para captar la foto, como aquel crucifijo enterrado en cenizas del volcán de Cumbre Vieja. Entre la vida y la muerte se han movido más de tres décadas de oficio. En esos instantes en el abismo, cuentan que la vida pasa a toda velocidad en un flashback de fotogramas de todo lo vivido. Ver pasar la vida ante sus ojos, antes incluso de que salga el sol, con una intensidad ajena al común de los mortales, es el modo de vida de Emilio Fernández Morenatti (1969). Pero también ver pasar la destrucción y la muerte por la boca de su objetivo, convertido en una prolongación de su cuerpo.

Emilio Morenatti, último premio Pulitzer al mejor reportaje fotográfico, el primer español en ser galardonado en esta categoría, ha experimentado esa sensación de de aquí no salgo varias veces en su vida. Demasiadas, probablemente, si le preguntas a quienes más le quieren. 

Fue un instante límite cuando estuvo 15 horas secuestrado en Gaza, en 2006, o cuando tres años más tarde perdió una de sus piernas en una explosión mientras viajaba empotrado en Kandahar, en la guerra de Afganistán; y cuando, más recientemente, sufrió una emboscada y ametrallaron el coche en el que viajaba en una carretera a ninguna parte, en mitad de la guerra de Ucrania. Nació en Zaragoza pero sueña con ser Hijo Adoptivo de Jerez, la ciudad a la que volvió su padre después de estar destinado como policía en Aragón. “Me gustaría, claro, sería como definitivamente sentirme jerezano a todos los efectos”, confiesa ya con la grabadora apagada. 

Comparece junto a su madre, Rosa Morenatti —“como lo veo tan poco, no lo suelto cuando viene a Jerez”—, tras una fugaz visita a su tierra. Acaba de recibir la tarde antes de esta entrevista —que ya les advertimos que será muy larga, a ratos concebida como una masterclass para muy cafeteros del periodismo y la fotografía— el Chaves Nogales que entrega cada año la Asociación de la Prensa de Sevilla y la Diputación sevillana. Otro premio más para un reportero de guerra —no lo llames fotógrafo— multipremiado. 

Hace 30 años ya obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo, cuando ya estaba en la agencia EFE, por arrimar su teleobjetivo a la cogida mortal de Manolo Montoliú en la Maestranza. Pero es que desde entonces no ha parado de recibir galardones y reconocimientos por su trabajo, que “no es más que lo que tengo que hacer, mi trabajo”. Un trabajo que, principalmente, se desarrolla en zonas de conflicto permanente, ya sea entre el bombardeo inhumano o entre ataúdes de víctimas del covid. De la infamia crea poética, del horror genera belleza en imágenes, ya sea con el retrato de una mujer paquistaní rociada en ácido "como castigo” o con una pareja de ancianos besándose separados por un plástico en lo peor de la distopía pandémica. 

En la actualidad, es jefe de edición de la prestigiosa agencia estadounidense Associated Press (AP) en España y Portugal, por lo que lo mismo forma a nuevos talentos del audiovisual —“ahora también grabamos vídeos”— que no duda en colgarse su cuerpo de cámara y sus objetivos y partir para informar sobre la guerra en Ucrania. “Si la foto no se entiende, no vale”, suele decir Emilio, “fiel a su rol de comunicador”, recoge su mujer, Marta, en el prólogo que le dedica en Emilio Morenatti. El fotoperiodismo como una forma de vivir (La Fábrica, 2011).

Marta es la también fotógrafa Marta Ramoneda, con la que Emilio comparte su vida en Barcelona y la que entiende que cada vez Morenatti lleve peor despedirse de Gala y Pau, los dos hijos pequeños que tienen en común, para acudir a la primera línea de la batalla del periodismo de guerra. En cambio, confiesa el reportero que, “superada la descompresión”, siempre hay algo que le incita a volver. “Ahora tengo una doble responsabilidad, un doble compromiso: como informador y como lisiado. Trato con otra empatía la discapacidad, ya superé la etapa de cabreo”.

De recorrer Jerez en Vespino detrás de una ambulancia para llegar el primero al suceso, y entregarlo a sus jefes del extinto Periódico del Guadalete a recorrer el planeta poniendo el foco en los vulnerables, en lo que llaman daños colaterales de la tragedia humana de los conflictos bélicos. Un trabajo que él entiende con fiel y acérrimo compromiso ético y estético, y como "un privilegio" al alcance de muy pocos por el que "lo doy todo".

Llega hambriento, hinca un pico en la ensaladilla de gambas, sorbe un poco de Río Viejo, y habla a fondo, reposado, de una increíble trayectoria de más de 30 años de oficio, intentando quitarse la importancia que tanto reconocimiento casi no le permite. 

Acaba de recibir otro galardón, esta vez el Chaves Nogales en Sevilla. ¿A los premios también se acostumbra uno?

Bueno, yo no me quiero acostumbrar. Me parecería una falta de respeto. Me ruboriza que te premien, te paguen y te reconozcan por un trabajo que es el que tenemos que hacer. O sea, aquí hay algo que está funcionando mal. Y como crítica constructiva sí digo que el periodismo es el sector que más se autohomenajea. He estado indagando si hay otras profesiones donde hay tantos homenajes y no… Estos homenajes vienen de gente que lo hizo muy bien. Chaves Nogales hizo buen periodismo y se convirtió en un icono de lo que tiene que ser el periodismo. Pero, ¿por qué? Porque fue denostado, porque si no estas figuras no emergerían así. Se premia el buen periodismo, pero también se podría premiar otras profesiones, otros oficios, a los carteros… Algo está pasando en el periodismo actualmente.

¿Y qué está pasando en el periodismo, usted que es una figura consagrada y multipremiada en este oficio?

Yo no me siento autoridad de representar esa voz, pero sí te puedo contar como jefe que tiene varios empleados a su cargo en su organización, en la que hacemos un periodismo riguroso. Lo que está pasando es que el periodismo hay que pagarlo. Y actualmente se confunde el periodismo con otro tipo de producto, o subproducto, que no es periodismo, como es la información de salón o esa mezcla de todo vale. Ahí entran fake news, el periodismo que se consume en ciertas televisiones españolas, el periodismo de perseguir a ciertas personas… en lugar de utilizar el periodismo como la herramienta que, según el concepto anglosajón, denuncia e informa. Poder contar a la ciudadanía qué funciona mal y, adicionalmente a eso, qué funciona bien. 

Pero para llegar a eso hacen falta equipos de investigación, gente cualificada, y pagar, obviamente, las coberturas con unos salarios dignos para que la gente no se nos vaya. Como cuesta tanto, y los medios de comunicación han entrado en declive, pues también sufre el producto. Tengo la suerte de trabajar en una agencia que pone toda la carne en el asador y cuando toca cubrir Ucrania, ponen todos los medios. Pero esto lo puede hacer solo un medio grande, y ahí han quedado una serie de medios locales y otros intermedios que actualmente lo que hacen es principalmente corta y pega porque sale mucho más rentable que el gasto que supone el buen periodismo. Ahí está el desequilibrio.

He estado viendo estos días el documental sobre el caso Arny (HBO) y hace 25 años ya daba vergüenza también el periodismo de la época, en materia de fomento del morbo, el odio o el atropello a derechos básicos como la presunción de inocencia. ¿Es peor ahora?

Tienes mucha razón, yo cubrí el caso Arny,  y me acuerdo perfectamente de la vergüenza que siento de aquella época. Era una época amarillista a más no poder, pero sigue siéndolo. Aquello fue unos días después de que muriera Lady Di, y el tema con los paparazzi estaba muy caliente; me acuerdo que iba por la calle y me decían: paparazzi, hijo de puta; solamente por llevar una cámara. Y me acuerdo que en los soportales apareció Jesús Vázquez, que venía a declarar, alguien dio la voz, y empezó una maraña de cámaras, fotógrafos y gente a correr que el tsunami pasó por una señora con un carro de la compra, que se vio la marabunta encima, levantó el paraguas que llevaba y dijo: ¡mariachis, asesinos! Esto narra cómo era aquella sociedad. Lo que se escuchaba y lo que se decía. Efectivamente, fue una cobertura que estaba en el borde.

 "Dentro de diez años el 97% de las fotos será sintético. Solo lo que hagan algunos fotoperiodistas será real"

¿Y no estamos de alguna manera en el mismo país, pero con el altavoz, que dinamita todo, de las redes sociales?

Hace poco leía un estudio muy interesante que dice que el 38,4% de los estudiantes de periodismo y comunicación audiovisual de las universidades andaluzas jamás ha visitado una exposición fotográfica. El 82% no ha comprado nunca un libro de fotografía y el 44% no recuerda a ningún autor destacado, no tienen referentes. Estos son estudiantes de imagen. El libro físico y la exposición de moqueta han desaparecido de la vida de estos chavales, que solo siguen las redes sociales. Las redes traen un problema de criba, no somos capaces de saber si lo que viene es verdad o no. Cuando vas a una exposición o compras un libro son cosas verificadas: hay un comisario, o un editor, hay un autor, un espacio, un promotor… hay un rigor. Pero en las redes no hay nada de eso y la mayoría de la población se nutre de unas redes en las que, según Adobe, el 80% de lo que estamos viendo es sintético. Pero es que dentro de diez años el 97% será sintético. Solo lo que hagan algunos fotoperiodistas será real. Busca ahora en esa red social, como Instagram, ese 20% de realidad. No lo hay. 

Un peligro para las nuevas generaciones de futuros periodistas.

Es muy peligrosa la manera en la que se están informando los nuevos estudiantes de comunicación visual. En mis clases en la universidad en Barcelona hay un desconocimiento sobre lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer que no te lo cuentan en las clases de ética. Entonces, se sorprenden mucho cuando hablo de la cruzada contra cualquier manipulación fotográfica. Y es verdad que todo esto viene de antes, pero el problema es que si antes la gente tenía una fuente para informarse, que generalmente era verificada, museos, exposiciones, libros, ahora…

La propia prensa en papel, que ya daba una jerarquía, ordenaba la actualidad…

Exacto, exacto… pero ahora te muestran unas fotos a ver qué me parecen, y digo que son falsas. No conozco el autor y yo, normalmente, conozco a todos los autores de fotoperiodismo del mundo porque es muy fácil hacer una búsqueda y no creerte algo que es falso. Y así ha habido alguien que ha ganado el World Press Photo, haciendo imágenes sintéticas para evidenciar y denunciar lo fácil que es falsear, aunque luego no entregan el premio, que es un reconocimiento a toda una labor fotoperiodística. Tenemos un problema y estamos enfrentándonos a un problema que hay que criticar, exponer y visibilizar porque las nuevas sociedades desconocen esto.

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Retrato de Emilio Morenatti, en un instante de la conversación con lavozdelsur.es.   JUAN CARLOS TORO
Porque lo que está claro es que si hay truco no es periodismo.

No, no, sin duda. Yo he llegado a unos niveles… cuando empecé en Jerez manipulaba.

Su época “perra”, según ha dicho usted por ahí…

Manipulaba como se suele hacer en periódicos locales. No me daba tiempo de que las cosas sucedieran y, entonces, provocaba todo. Y esto lo aprendí de los fotógrafos que estaban allá y pensaba que así se hacían las cosas. Cuando entré en EFE y luego pasé a AP, me dijeron: no, mira, de eso olvídate y aquí hay que ser honesto y riguroso. Y ahora estoy en ese momento talibán de que si en una rueda de prensa hay una botella de agua que nos molesta y hay un fotógrafo que la va a tocar le digo: ni se te ocurra porque te hago la foto quitándola. Es la única manera, creo, de defender todo esto. No puede haber grises por medio: estás aquí, o estás allá.

"Las imágenes de aquel año con las que consigo el Pulitzer apenas se publicaron en España porque decían que creaban alarma social"

Mi antiguo jefe de fotografía, Santiago Lyon, al que ha fichado Adobe, ahora es jefe de una sección muy importante que trabaja en un software de verificación de imágenes para las nuevas cámaras, ahí se cuenta el origen de la foto. Argumentan que dentro de diez años el 97% de las fotos que veamos en internet serán sintéticas: gente que es gente de banco de imágenes a los que no les tienes que pagar, caras sintetizadas, o escenarios de IA. Si el periodismo se quiere salvar de ahí tiene que tener ese software de verificación, mucho más allá del RAW (un formato de archivo fotográfico) que nosotros tenemos. Es lo único que nos va a salvar.

Por seguir teniendo esperanza: es el primer español en conseguir un Pulitzer al mejor reportaje fotográfico. Esto vuelve a demostrar la potencia de la narración con imágenes, de contar una historia en una foto. Algo tan simple como complejo, más en un tiempo donde parece que todo el mundo hace fotos o todo el mundo es ‘cronista’ de lo que le rodea.

Me dan el Pulitzer en un lugar donde el periodismo está a unos niveles que nosotros no podemos imaginar, porque el periodismo tumba gobiernos. Aquí el periodismo jamás tumba un gobierno. Las imágenes de aquel año con las que consigo el Pulitzer apenas se publicaron en España porque decían que creaban alarma social. Me lo dijeron jefes de fotografía que me aseguraban que no había podido defender la imagen de los ataúdes en aquel parking del tanatorio de Collserola. ¿Quieres decir que tu equipo de dirección pone en duda mi veracidad? Te dicen: no he podido defenderlas. O sea, no publicaron esas imágenes y hoy fardan de un Pulitzer español. ¿No te parece una incoherencia? Aquellas imágenes en redes sociales tuvieron unas críticas muy bestias. La gente no se creía que eso estaba pasando.

¿De qué le acusaron?

De manipulador, de mentiroso… y en el otro lado del mundo, me dieron un Pulitzer. ¿Qué quiere decir? Que probablemente el periodismo que yo hago aquí no esté especialmente hecho para los medios españoles. También pasó en el procés. El día del referéndum en Cataluña yo estaba coordinando como jefe de fotografía, y me traje a grandes fotógrafos para cubrir esa historia para AP. Se preveía que iba a ser una noticia top e invertí un dineral para traer fotógrafos de fuera. Fueron portada de The New York Times, en The Guardian… Y en España apenas se publicaron. ¿Por qué? Porque la Policía estaba cargando contra los manifestantes y las urnas, y ellos ya tenían otro titular preparado. Pero es que nosotros estábamos asegurándonos de que nuestra posición fuese totalmente neutral. Contando lo que estaba ocurriendo, sin posicionarnos, lo que hacemos en las guerras. Pero ellos no querían entender eso.

No sé si la democracia estadounidense es ejemplar en todo, pero quizás aquí la publicidad institucional, sin control y a veces en cantidades estratosféricas, que va a los medios condiciona el control del poder político sobre dichos medios.

Bueno, allí los poderes están separados.  

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El reportero, esta semana en el centro de Jerez, la tierra donde se ha criado.   JUAN CARLOS TORO
¿Hay marco regulatorio?

Hay una asociación nacional de fotógrafos y periodistas que, cuando entras a trabajar en un medio norteamericano, hace firmar un decálogo de diez reglas de las que si incumples una, y hay prueba de ello, te sacan de la organización y pierdes el carné que necesitas para ejercer. 

Te inhabilitan.

Quedas inhabilitado. Pero aquí no escucharás eso.

El otro día precisamente sí salió una condena… 

Salvo alguna anécdota, no escuchas a un periodista inhabilitado. Y las asociaciones de la prensa, a las que yo quiero mucho, acaban de darme un premio, y respeto enormemente, tienen un poder muy limitado. Entonces, si no empezamos a quitar carnés de prensa… bueno, no pasa nada, los carnés de prensa de aquí los puedes hacer con el ordenador y un policía no sabe lo que es porque no hay un órgano realmente regulador. En Estados Unidos, da igual el medio al que pertenezcas, necesitas el National Press Photographers Asociation (NPPA), que es un carné que te cuelgas cuando vas a cualquier lado. Y el policía no mira el medio para el que trabajas sino si llevas esa credencial. Cuando la NPPA me dio el premio al fotógrafo del año me dio un carné acreditativo de eso. Cuando haces un premio y te inscribes en un premio de fotografía las bases la regula la NPPA, no ponen ellos las bases, sino quien la tiene que poner. ¿Os imagináis un mundo así? Obviamente, habría precariedad, pero los precios del trabajo los impone la NPPA.

¿Es más importante la atención o la intención, la técnica o el corazón?

La técnica no puede estar en desuso. Hay gente que se cree que tiene una cámara buena y es una cámara antigua. No puedes estar trabajando hoy con una cámara de hace diez años, esas cámaras ya no envían al FTP que te voy a pasar porque necesitamos que la foto entre inmediatamente en el cable. Mi cámara ahora tira 30 fotogramas por segundo, que es más que un vídeo. Cuando haces una ráfaga de cuatro imágenes de cinco segundos tienes 200 y pico de fotos, y en esas fotos ha pasado algo que solo la máquina es capaz de clavarlo, el ojo humano no lo ve. Si no utilizas la tecnología en pro de captar ese momento la va a usar otro, que conseguirá mejor imagen que tú. 

"(En Ucrania) nos ametrallaron el coche y tuvimos que meternos en un bosque, y los rusos iban a por nosotros. De ahí no sales. ¡Y sí sales…! (...) pero hay errores que te cuestan la vida"

Pero al final fijarse en ese detalle que nadie ve, buscar esa poética… técnica puede tener cualquiera, hasta cierto punto, ¿no?

Claro, se trata de mezclar ambas cosas. Pero si no tienes lentes luminosas, aunque seas un gran fotógrafo, si te metes en un subterráneo sin luz, porque han cortado la electricidad, y hay alguien con una vela al fondo, por muy buena foto que consigas, si no tienes una cámara que tire a 6.000 asas de velocidad, eso no lo tienes. Nuestras cámaras permiten ver a través de la cámara cuando no hay luz cosas que el ojo no puede ver, soy capaz de adivinar qué está pasando como si fuera con unas gafas de visión nocturna. La tecnología es muy bestia y si no te apoyas en ella para sacar el máximo partido del momento te quedas en la mediocridad. Estuviste, en el momento, pero tienes fotos de mala calidad, y esas fotos no me valen. 

O sea, de la época de los carretes no echa nada de menos.

No, no. Yo siempre fui muy avanzado en ir por delante en lo tecnológico. Un día me dicen que no hay nadie en el sur con un 300/2,8 (un teleobjetivo) de la época, que valía 400.000 pesetas. Me compré uno Tamron, manual, y me entrampé cinco años para pagar aquello. Todos los compañeros me decían que estaba zumbado. Cuando me fui a Sevilla para trabajar en la Expo me llevé aquella lente. Era la mejor que tenía aunque no se podía hacer nada con ella. En los toros, le quería sacar tanto partido, que hasta cuando estaba cerquita apuraba porque quería sacarle rendimiento. Mataron a Montoliú delante mía, todos estaban con un 70/200 y yo estaba con mi 300. Es exactamente la misma secuencia que la de otros, pero mi foto tenía un 300 marcado. Me dieron un millón de pesetas por ganar el Premio Andalucía de Periodismo de 1992 con esa foto. Amorticé aquel gasto, y todavía me quedaron 600.000 pesetas para comprarme una CBR (una moto). Todo era en pro de tu calidad, no como fotógrafo, porque todavía no era fotógrafo… vamos, todavía hoy no me siento fotógrafo.

"No me siento fotógrafo, sí un reportero, que llega a un lugar y que informa de manera visual"

¡No me diga!

No, esto es otra cosa. Yo soy un tipo que va a los sitios y justifica estar ahí. Pero yo no me siento fotógrafo porque, en realidad, la palabra fotógrafo no sé exactamente definirla. Puedo saber qué es un escritor o un pintor que, de la nada, hacen algo, pero ¿un fotógrafo qué es…? ¿De quién es la foto? Ahí tengo todos mis conflictos. Lo que sí me considero es un reportero, que llega a un lugar y que informa de una manera visual, ahora también audiovisual porque me toca hacer vídeos también. Sobre todo, periodista. 

Defensor del reporterismo.

La palabra fotoperiodista es demasiado larga, pero no hay nada que se le acerque más. Me acerco más, en inglés, a lo que es el visual. Soy un visualista, diríamos. Un tipo que observa y, pam, hace una imagen que cuenta lo que pasó allí. Fotógrafo es un término al que le falta mucho para llegar a lo que nosotros hacemos. 

Y un ‘visual’ que siempre intentar poner el foco donde nadie lo pone.

Exacto. Tienes un conocimiento que empleas para recopilar todo lo que has visto. En los periódicos antes teníamos una máquina impresionante que se llamaba telefoto, las fotos salían como un fax y se borraban. Era la foto de EFE y así aprendimos a hacer La Foto. A resumirlo todo en una foto. Eso es lo que hacemos ahora. Por eso cuando vengo de la guerra o de La Palma, de todo lo mejor hay un editor que elige la APTOPIX, la foto mejor de esa cobertura en el día. Tengo un diálogo con el editor y su criterio es muy claro porque no ha estado allí y no se ha visto abrumado por el sonido o por las bombas. Ve la imagen que mejor funciona y ese topic es la que normalmente pasa a la portada de un periódico. Por eso la figura del editor es tan tremendamente importante, su acierto es la foto que perdura.

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Emilio Morenatti, en un momento de la entrevista. A su lado, Rosa Morenatti, se cubre el rostro mientras su hijo explica algunos de los riesgos a los que se ha enfrentado como reportero de guerra.   JUAN CARLOS TORO

Viaje al lugar de la infamia 

Decía al principio que no quiere acostumbrarse a los premios, pero ¿se acostumbra uno a jugársela viajando para trabajar en zonas de conflicto?

No. 

¿Le sigue dando un baño de realidad salir de casa, en Barcelona, y marcharse a una zona de guerra?

Sí, me cuesta mucho trabajo despedirme de mis hijos. Tengo un buenísimo rollo con ellos, les tengo que explicar muy bien qué voy a hacer porque sé que les tengo que enseñar mis fotos cuando vuelva.

¿Qué les cuenta?

Les enseño todas mis fotos, menos ciertas fotos que no pueden ver. Pero como yo no fotografío, o no publico, cuerpos desmembrados, porque no aportan, son rechazados y tenemos que evitar de alguna manera la violencia innecesaria de ciertas imágenes, lo que intento hacer es que mis hijos, con filtros, vean lo que hago y puedan llorar, como ha pasado, con algunas de las fotos que hago, pero que no tengan pesadillas con ellas. Ellos han normalizado la discapacidad. Mis hijos han normalizado que en una guerra la gente pierde piernas, como ven a mí, que no me ven como un desvalido, sino como alguien que tiene una discapacidad. Esa es una de mis funciones, como informador pero también como discapacitado. Tengo una doble misión; cuando me voy a Ucrania tengo una doble misión y un doble compromiso con la sociedad.

"Soy muy afortunado porque vuelvo a casa; no tienes derecho a tener ningún trauma, como los que se quedan allí"

Pero no se acostumbra y cada vez imagino que costará más.

No hay duda de que el esfuerzo es muy bestia. El año pasado me pasé cuatro meses en Ucrania y eso significa casi un 40% del año. Son cuatro viajes con dos momentos muy cruciales de estar muy cerca de que te pueda ocurrir algo chungo. Entonces, luego vienes y te tienes que enfrentar a una vida que ellos no saben qué ha pasado. Y es todo una situación delicada… En realidad, soy muy afortunado porque vuelvo a casa, la gente no sabe dónde has estado metido y tampoco vas a estar explicándolo, pero esa suerte que tienes es la que te hace descomprimir y pensar que no tienes derecho, como los que se quedan allí, a tener ningún trauma. Tú sales.

Tiene su válvula de escape.

Claro, vuelves aquí y llevas una vida normal.

Pero al final, convive con mucho dolor ajeno, en su retina, en su archivo. ¿Eso cómo se gestiona?

Este dolor ajeno, cuando lo haces lo mejor que puedes, cuando lo transmites, el engranaje funciona, y ya está. El problema es cuando llegas allí y no tienes ninguna herramienta para transmitir ese dolor ajeno. Si alguna de mis fotos te cambia la manera de pensar o de entender la gravedad de lo que está pasando allá, a mí me vale. Siento que si no consiguiera eso, no volvería o estaría traumatizado. Si gente que ha sido ametrallada, con secuelas para toda la vida, ha sido visibilizada hasta el punto de convertirse en un icono de una guerra, esa persona pierde los traumas porque todo eso que ha sufrido ha servido de algo. Cuando hay perfiles de daños colaterales tremendos en la guerra, yo me siento engranaje de todo eso y siento que tiene sentido. 

¿No hay momentos en los que se plantea ‘qué hago aquí’?

Claro que te lo planteas, lo que pasa que a mí no me lo va a imponer esa realidad, lo voy a decir yo. Yo he vivido momentos duros y muy críticos en esta guerra.

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Otro momento de la entrevista.   JUAN CARLOS TORO
¿No fue peor en Afganistán, en 2009, cuando precisamente perdió la pierna?

En esta guerra de Ucrania han sido peores. Sí, sí, ha habido momentos muy duros. Concretamente, hubo una emboscada donde nos ametrallaron el coche y tuvimos que meternos en un bosque, e iban a por nosotros los rusos. De ahí no sales. ¡Y sí sales…! Claro, te cuestionas qué coño haces ahí, y dices: no voy a volver. Y de repente, hay algo, hay algo por ahí, una charla con colegas, no sé, una reflexión en soledad… ¿yo quién soy? ¿Soy quién creo que soy, que no lo sé? Que esa realidad no te imponga una serie de cosas y no seas tú el que las imponga, que te impongas hacer las cosas de una manera coherente y no por el miedo que te dé ir a algún sitio. Porque entonces viviríamos con miedo.

Cuando vuelvo de un sitio llego hasta arriba, necesito descompresión, no puedo tomar ninguna decisión porque sería un error que pagarás toda tu vida. Yo sigo teniendo que volver a Afganistán, y no encuentro el momento de hacerlo. Tengo que volver a Kandahar, y tengo que volver a aquel lugar, y tengo que saber qué pasó con aquel lugar donde nos emboscaron. Sería ideal, me encantaría poder hacerlo y creo que me ayudaría a entender algunas cosas más sobre por qué uno elige este tipo de trabajo. Lo que sí es cierto es que tomar decisiones cruciales en plan ya no voy a ir más a una guerra porque me dio mucho miedo, y me voy a convertir en un editor, o voy a hacer las fotos de folclore, eso sería quedarte con el miedo de por vida. Y no quiero quedarme con un miedo de por vida.

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Recibiendo el Pulitzer, en junio del pasado 2022, en la Universidad de Columbia en Nueva York.   MARTA RAMONEDA
Sin caer en la trampa de lo que pudiera pensar el común de los mortales: no eres un temerario o lo haces por adrenalina, ni te crees un superhéroe.

No, hay errores que te cuestan la vida y ese es el problema. La última vez que estuve en Ucrania, en una zona cerca de Jersón que se llama Limán, donde las posiciones son muy movibles, y avanzan y retroceden, en esta zona había un checkpoint ucraniano y fuimos a hacer unas entrevistas por allá. Nos dijeron que podíamos continuar en el coche porque había otro checkpoint que era donde nos iban a parar. Continuamos y eso fue un error. Ellos creían que había un checkpoint, pero en realidad estábamos en zona rusa. Tirotearon al coche, nos tiramos y tuvimos que escapar por una zona con minas. Fueron cinco o seis horas de escape muy delicadas. ¿Aquí qué hay...? Es decir, yo tengo una gran experiencia en guerra y si te fías de un checkpoint que te dice avanza, te lo crees. ¿De quién ha sido el error? El error ha sido humano, y te puede costar la vida. Tienes mucha experiencia, claro. Experiencia de parar antes de llegar, al ver una carretera que no conduce a nada, pero esta es la típica situación que se te puede dar en un momento en el que tú decides irte al frente, y ahí se producen errores humanos. ¿Qué haces a partir de ahora? Desconfías cada vez más, y esa desconfianza cada vez te da más freno para ir a un lugar donde tienes que ir a cubrir lo que está pasando. Colegas míos han muerto por milésimas, por metros... estaban en el sitio donde iban a pasar cosas y no lo sabían.

"Colegas míos han muerto por milésimas, por metros... estaban en el sitio donde iban a pasar cosas y no lo sabían"

Usted, en uno de esos sitios, se dejó una pierna.

Yo perdí una pierna en un lugar donde realmente... no digo que me hubiera gustado que me volaran la pierna en un sitio donde ya había puesto la pierna, pero yo no estaba pisando el sitio, iba en un coche, el conductor era el que decidía por dónde pasaba. Pisamos una mina con un vehículo y yo simplemente era paquete. Joao Silva, del New York Times y que perdió las dos piernas, decía: yo es que decidí poner el pie ahí, fue mi voluntad. Esos matices marcan mucho. En mi caso, estás ahí dentro a lo que te pueda pasar, eres un daño colateral.

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Morenatti, ante la Plaza, uno de sus sitios preferidos de Jerez.   JUAN CARLOS TORO
¿Ha aprendido incluso a tomárselo con cierta filosofía?

No tienes otra. Esto no tiene vuelta atrás. Lidiar con una discapacidad no permite cabrearte. O sea, puedes hacerlo, pero entonces tienes que lidiar con la discapacidad y con tu cabreo. Hay que tirar para adelante y ya está. Eso se quedó detrás, aunque es verdad que a mí me falta una pierna y tengo que calcular todo lo que hago. Pero la etapa cabreo ya desapareció. Ahora toca sacar partido a una discapacidad y sacarle partido en pro de los discapacitados. Ahora me fijo mucho y tengo mucha más empatía que antes con toda la gente que tiene una discapacidad, y además les hablo de cojo a cojo, y me permito el lujo de decirles: mira, tío, te entiendo, sé por lo que estás pasando, pero puedes volver a llevar una vida profesional, que está en tu cabeza, no en tu pierna. Cuando dices estas cosas con conocimiento de causa sale con un convencimiento superior a si lo dice alguien sin esa experiencia sufrida. 

Al final, entre tanto horror es capaz de extraer belleza, ironía, humor... son bálsamos, ¿no?

Yo creo que es un gancho en realidad. Es una manera de enganchar con un titular para que la gente se lea lo que escribes, ¿no? El titular es muy importante y en un despiece tienes que condensar todo lo que vas a contar en el reportaje. En la fotografía es igual. Si en una serie de fotos no destacas en la primera una foto que enganche, la gente no continúa mirando. Hay que destacar una gran foto para que quien la vea diga: espera, voy a seguir viendo el resto. Y que las vea detenidamente, sin ir rápido, porque hay elementos que tienes que adivinar cuáles son. Imaginarte una sociedad inteligente es ayudarte a conseguir imágenes que, de alguna manera, te sirvan para parar a esa gente que se supone que son inteligentes.

Orígenes y futuro

¿Cómo un fotógrafo del humilde barrio de La Plata, en Jerez, que en muchos sitios he leído que se autodenomina "niñato", llega a tener un reconocimiento como el Pulitzer, cuál ha sido el secreto en esta evolución?

Mi hermano (Miguel Morenatti, también fotoperiodista) y yo éramos dos niñatos. Pero no sé, sigo pensando en eso, creo que tengo el síndrome del impostor. Te pasan cosas que crees que no te las mereces. Y entonces andas un poco como descabezado. En el Diario (un periódico local de Jerez) me decía alguno: anda que te van a dar el Pulitzer, pero de lo malas que son las fotos... Creo que está bien tener que pellizcarte algunas veces porque, si te lo crees, caes un poco en la arrogancia. Y esa arrogancia es mala en estos tiempos. Intento pensar que todo esto viene por muchas cuestiones diferentes, son caminos que tomas, es cierto, pero al mismo tiempo se añaden cosas como la suerte, la persona con la que te casas... Es cierto que yo hasta los 18 años estaba muy perdido, no tenía ningún tipo de ilusión profesional por nada. Estudiaba delineación, pero no tenía más formación. En casa no teníamos como para pagar estudios en colegios privados... yo era el niño, espabila y búscate la vida. No había base cultural que ayudara. Mi padre era policía y mi madre, con cinco niños, curraba como una bestia como ama de casa.

"Un Pulitzer da una visibilidad extraordinaria y ahora lo que hay que hacer es no perder la cabeza y seguir la línea que he decidido llevar"

¿Y cómo llega hasta una cámara?

De repente, un día apareció mi hermano por allí, mi padre le había comprado una ampliadora y fue como: pam, ¿esto qué es? A partir de ahí se te enciende todo. A mí la fotografía no me interesa, a mí lo que me interesa es ir a buscar esa fotografía y llegar el primero. Soy muy competitivo. Al final encuentras un sistema de vida que se adapta a tu manera de vivir, y lo dejas todo al lado: te acuestas temprano, no duermes la noche antes cuando tienes un curro bueno... me inquieto, tengo que darlo todo, y lo doy todo. Ya descubrí que cuanto más te concentrabas, mejor material tenías. Descubrí a gente cuando me fui a Oriente Medio, como Oded Balilty, que es uno de mis mejores amigos y al que le dieron un Pulitzer por una sola foto, que no solo observaba mucho, sino que aguantaba la respiración cuando fotografiaba. Aguantaba la respiración por minutos, como un atleta. Le hablabas y no te respondía, una concentración que no se estila. Cuando uno se lo toma en serio y decide marcar diferencias, pues... ¿os acordáis la foto del crucifijo enterrado en las cenizas de La Palma? ¿Cuántas horas creéis que esperé allí? Seis días.

"Me lo paso muy bien haciendo de mentor de fotógrafos nuevos, cuando tienen facultades y talento, y cuando tienen éxitos, son mis éxitos"

¿Cómo es la vida después de ganar el Pulitzer, se abren más puertas?

Sí, sí, porque, de repente, te convierten en noticia y ves titulares que no te gustan nada: Emilio Morenatti está fotografiando La Palma. Esto no puede ser noticia, me salen sarpullidos con esto. Pero sí es cierto que el acceso se facilita, volaron en helicóptero al equipo de TVE y luego llamé a Interior y me aproveché, pero me aprovecho para tener unas imágenes informativas que son fundamentales.

¿Y el futuro?

Un Pulitzer da una visibilidad extraordinaria y ahora lo que hay que hacer es no perder la cabeza, seguir haciendo un trabajo que no se salga de la línea que uno ha decidido llevar. Al periodismo no me gusta ponerle etiquetas y calificativos, es un rollo eso de periodismo social, humano... el periodismo es periodismo, pero nos hemos acostumbrado a esas etiquetitas. Ya se supone que el periodismo debe ser honesto y humano. A mí lo que me gustaría es seguir haciendo las cosas a mi manera, que consiste en destacar al vulnerable, la vulnerabilidad social. De alguna manera, dar voz a quienes, dicho pronto y mal, son lisiados como yo, los que quedan fuera del círculo de los aceptados. Creo que tengo cabida a nivel mediático para destacar y me quiero aprovechar de eso en los temas que me interesan.

"Cuando me premian la trayectoria, les digo: ¿por qué no dejáis que termine la trayectoria?"

Robert Capa, su admirado Capa, sintetizó su carrera en el libro 'Ligeramente desenfocado', ¿se ha planteado algo así?

No, he tenido ofertas, pero me queda mucho. Cuando me premian la trayectoria, les digo: ¿por qué no dejáis que termine la trayectoria? Estaría muy bien volver a Cádiz en una época de jubilación y desempolvar algunas historias y recopilarlas, será divertido, porque hay historias muy divertidas, pero será en una etapa donde ya esté fuera de circulación. 

Aún no se ve editando el trabajo de otros.

Soy mentor de varios fotógrafos en AP, pero no me salto ir a Ucrania. Me lo paso muy bien haciendo de mentor de fotógrafos nuevos, cuando tienen facultades y talento, y cuando tienen éxitos, son mis éxitos... hay una generación nueva de fotógrafos, maravilla. Son mejores que cualquiera, tienen una visión extraordinaria, pero necesitan demostrarse a sí mismos que ese es el estilo de vida que quieren llevar, nada más.

El periodismo es un estilo de vida muy exigente.

Si no te lo tomas como un estilo de vida, te pesa. Si hubiera tenido hijos con 30 y pico años no me habría ido a Afganistán, y no le hubiera dado un impulso importante a mi carrera. Los hijos los tuve cuando volví y había perdido una pierna.

Más allá de eso, es el veneno de ser periodista 24 horas. ¿No tiene un rollo enfermizo esto del periodismo?

Sí, es muy enfermizo, pero no lo es cuando forma parte de un estilo de vida. Una cosa es el workalcoholic, y otra cosa es que estás mirando y observando todo... Veo una peli y me fijo en la cámara al hombro o en la fotografía, y me he perdido parte del diálogo: ¡yo qué coño estoy viendo...! Pero se aprende mucho de fotografía viendo cine. Este contrapicado, ese contraluz, lo quiero para mi próxima entrevista. Es lícito copiar influencias, cosas que te inspiran, hacer eso como aprendizaje. Cuando me fui a Afganistán, me imprimí un montón de fotos de grandes fotógrafos y quería saber exactamente dónde se habían colocado, por qué habían elegido determinados sitios, la luz, la exposición. Eso es indagar y conocer a un autor.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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