Cádiz presume de tener una de las bandas de cornetas y tambores más punteras en el panorama de la música cofrade andaluza con una nómina actual de más de 150 componentes, llegados desde diferentes puntos de la provincia y que participan en la agrupación como hobby.

Pasaban las nueve de la noche y hacía frío. El poniente comenzaba a soplar y por las murallas de San Carlos retumbaban sones propios de otra época. Sonidos distorsionados y de vez en cuando una melodía que se adivinaba, se interrumpía, seguía, se cortaba. En los bajos y en los altos de la gaditana Punta de San Felipe se aglutinaban jóvenes con fundas colgadas al hombro. Una trompeta, dos cornetas, los bombardinos… se iban desfundando y afinándose para una jornada más de ensayo. Los tambores tañían –cual si fueran campanas- en un lugar más alejado. Ya había empezado su sesión con el sonido del mar marcando el tempo, la mirada atenta de la Galeona desde el Faro de las Puercas y un telón con la iluminada estampa de la Iglesia del Carmen al fondo. Hacía frío, pero no era excusa alguna.

La Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Rosario Coronada prosigue como una rutina necesaria ensayando  a la intemperie, sabiendo que es el único modo de continuar con su carrera musical. Más de 150 aficionados a la música, según los directores –músicos, según el público-, van coordinándose para trabajar los ensayos con una disciplina férrea. Algo que hace desde años con mayor ímpetu, pero que se lleva realizando desde los orígenes de esta agrupación.
Un 7 de mayo de 1996, el grupo nace bajo el amparo de la Cofradía de Humildad y Paciencia de Cádiz, realizando una labor de aglutinamiento de personal en torno a la música cofrade. Dos años dura esta relación hasta que deciden iniciar una andadura en solitario, sin más acompañamiento que sus propias familias y la ilusión de poner en la calle un banda autogestionada. “Nos encontramos con muchos problemas porque nuestro estilo no solía llevarse en Cádiz, aquí primaban las agrupaciones musicales”, comenta  Pedro Márquez, actual presidente de la asociación en la que se organiza la banda y director de la misma. Sin embargo, ese estilo ha evolucionado en dos cuestiones distintas que convergen en el mundo cofrade gaditano. Por un lado, está que la propia evolución de la banda, “hace años era impensable que las bandas de cornetas y tambores tuvieran cuerdas de tuba; ahora llevan hasta bombardinos y fliscornos”.

Para Márquez también existe un segundo motivo por lo que su banda es más valorada en la ciudad, “antes a los que iban a ver la Semana Santa de Sevilla se les llamaban sevillitas y ahora muchos de éstos pertenecen a las juntas de gobierno de las hermandades”. Esto ha posibilitado esta apertura en el panorama musical que ha hecho posible que una banda de cómo la de Rosario pueda tocar en la Tacita.

Organización

La banda la componen gente de muchas edades, unos 150 personas provenientes de varios puntos de la provincia y que “tienen esto como un hobby, pero al que hay que dedicarle cierto tiempo”.  Márquez entiende que se requiere mucha dedicación por parte de la gente para que suene como suena la banda. No solo tiempo, sino una buena organización, así para el vicedirector y uno de los máximos responsables del apartado musical, Sergio Figueroa, la banda tiene “mucho sacrificio y mucha autocrítica”. Parándose a reflexionar hace años, se dieron cuenta que, si bien no son músicos profesionales –porque no viven directamente de la música-, necesitan “que lo parezcamos”. Es por ello que los ensayos son duros, marcados por un comité de dirección donde se aglutinan unos 30 responsables de cada parcela.

La banda a la hora de ensayar se divide en grupos, prioritariamente por voces. “En un local no cabemos, por eso tenemos que ensayar en la calle”, apuntan los directores. “Al ser tanta gente es imposible que haya un solo director”, comenta otro de los responsables de la vertiente musical, José Antonia Cruz, quien enumera algunas de las voces para montar una marcha: alta A, alta B, piano, bajos, trompetas primera, trompetas segundas, fliscornos y tambores. “Cada grupo ensaya por su lado y luego nos unimos”, lo mismo que los nuevos que van aprendiendo la manera de tocar.

Detrás de todo este trabajo no existe una institución u organismo que se encargue de ello, sino que es la propia asociación la que hace la veces de centro docente, “enseñando tanto a leer partituras como a la manera de tocar los instrumentos”, según Cruz. Potenciándose una doble labor, la de enseñanza con “que no haya jóvenes dispersos en otros menesteres menos apropiados”. La labor catequética no está tan enfocada a la religión en sí, sino a la devoción que cada una profesa. “La mayoría es muy cofrade, pero entendemos que todos no llegan al mismo nivel”, resalta Cruz.

Autogestión

En la banda, según sus máximos responsables, no cobra nadie, pero tampoco tiene que pagar. “Nosotros hemos pasado muchos apuros económicos, vendiendo papeletas y todo, pero cobrar no cobramos”, comenta Márquez. Por su parte, Cruz sostiene que se trata de una banda que “al ser amateur no puede pagar contratos profesionales y lo que hace es que al menos los componentes no tengan que pagar”. Se trata, por tanto, de una autegestión, una banda que se nutre de sus propios ingresos y, según apunta Figueroa, “se intenta equilibrar con los gastos, para que a nadie le cueste el dinero”.

Al componente de las condiciones meteorológicas, que no es poco, se le une un hándicap más, propio de la ciudad: el carnaval. “Nuestros ensayos coinciden plenamente con la mayoría de los ensayos de las agrupaciones”, resalta Márquez entendiendo que “los componentes tienen que elegir, porque es muy complicado compatibilizar ambas cosas”. Tomarse en serio el trabajo es lo que tiene. O estás o no estás. A cambio, desde la dirección de la banda se asegura que las experiencias que se van a vivir van más allá de la propia Semana Santa y las actuaciones que puedan tener durante todo el año porque “son más de 180 días de convivencia en los ensayos”. Esto hace que Rosario sea considerada una familia en sí, porque son más de 20 años unidos por la música.

De esa evolución que anteriormente se citaba, también hay un hecho muy productivo a la hora de la discografía. “Antes se grababa toda la banda como si de una actuación normal se tratase, ahora se hace todo mucho más profesional”, comenta Figueroa estando en la antesala de grabar la banda su quinto disco. Un trabajo que verá la luz en diciembre y que “lleva un proceso de grabación y remasterización importante”. Todo en busca de esa anisada profesionalidad.

Historia en Sevilla

En este sentido, y como colofón a un trabajo de años, llegó una llamada que poco menos que fue “como si nos tocara la lotería”. Sevilla llamó a la puerta y Rosario estaba preparada. “Era impensable hace años que una banda de Cádiz tocase en Sevilla y, sin embargo, ocurrió”, comenta José Antonio Cruz, otro de los responsables de la dirección musical. Desde el barrio de Nervión, la Hermandad de la Sed se puso en contacto y se produjo el acuerdo “sí o sí”. Para Pedro Márquez supuso fue una “espinita que nos quitamos”, para Figueroa “una meta alcanzada” y para Cruz, “algo más que un sueño”. Un sueño que “no se puede contar, sino que hay que vivirlo”.

Y allá que se fueron un Miércoles Santo con sus instrumentos, sus uniformes y sus 150 ilusiones repartidas para que la capital hispalense escuchara los sones que vienen mecidos por las olas de la Caleta. “Las críticas fueron muy buenas, tanto durante el recorrido, como después”, comenta Figueroa sabiendo que el hecho en sí fue histórico. Histórico y paradójico que una banda como gaditana estuviera en Sevilla, pero no en su propia ciudad, en Cádiz. “Nos hemos llevamos mucho tiempo sin tocar aquí, porque no nos querían”, comenta con cierta tristeza Márquez, aunque con el orgullo de saber que sí eran muy valorados en ciudades donde la Cuaresma también se vive intensamente, como Jerez o Dos Hermanas.    
La mayoría de los expertos en la materia coincidieron en lo trabajada que estaba la banda, sabiendo que se trataba de un grupo amateur. “Y encima sustituyendo a un banda trianera como la de San Juan Evangelista”, incide Cruz, “algo que para nosotros se merecía mucho respeto”. La afinación en sí, las voces compactadas, el volumen, la solemne uniformidad o –como resaltan muchos comentarios- los detalles como el cambio a doble paso cuando el cortejo andaba de manera más rápida. Detalles que dan pie a saber que la base de todo esto es el trabajo y el esfuerzo. Hasta 2019 han renovado con la hermandad sevillana y no solo eso, sino que han vivido un aluvión de llamadas para ser contratados en todo el panorama andaluz. Lo curioso es que el rencor no se guarda en este capítulo, ya que es este año venidero cuando más veces van a tocar en su tierra, en Cádiz, “acompañando a cofradías de mucho peso”. A saber, La Palma, Columna y Afligido, estando también previsto su presencia en Jerez la Sed y Transporte; Santo Entierro de Alcalá del Río y la ya citada jornada del Miércoles Santo en Nervión.  

Sumando años, el poniente, los roces de la convivencia, la humedad, alegrías, penas, fracasos, carretera, el poniente, gente que va y gente que viene… se ha forjado una banda que tiene un secreto tan fácil de conocer, como complicado a la hora de llevar a la práctica: el trabajo. “El éxito no se busca, te viene con el esfuerzo”, sentencia Figueroa con en la mente puesta en los próximos objetivos. Para el presidente de la entidad, “la base está en los ensayos, en el trabajo que se hace en el mismo”, mientras que para el vicedirector, José Antonio Cruz, “son muchos años de trabajo para llegar hasta donde estamos llegando”. Sin duda, han marcado un camino, que deben seguir recorriendo llevando a Cádiz como estandarte por aquellos lugares donde precisen el sonido de su música. Con el único secreto de su constancia, esfuerzo y pasión por la música, por mucho frío que haga en los ensayos. 

Sobre el autor:

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Luis Rossi

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