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Discapacitados, un rastafari e incluso una negra. Valiente aberración. Qué se creen estos. ¿Que nuestras cámaras de representación han de ser un reflejo real de la sociedad? ¿Que en el Congreso o Senado pueden entrar personas de distinta condición vestidas de diario a defender los intereses de sus conciudadanos? Pues menudo chasco para quienes pensaban así y nunca consideraron esta opción cargada de pluralidad y aire fresco que nos han traído el 20D, porque ayer la vida misma les supo poner los pies en el suelo al ritmo que avanzaba el juramento de cargos durante la constitución de las nuevas Cortes. En ese instante, muchos se han sujetado a lo anecdótico e incluso a la nada con la intención de lanzar dardos y pataletas cuestionando, posiblemente llevados por la impotencia, las maneras y hasta las pintas de algunos diputados de Podemos en redes sociales, prensa, radio y televisión cual si se tratase del horripilante Apocalipsis que hará que la tierra se abra en dos dejando entrever bajo ella las terroríficas fauces del Averno. O algo así. La recién elegida vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, hablaba de melenas piojosas y la periodista Pilar Cernuda daba un paso más y se hacía eco del mal olor de los nuevos inquilinos del hemiciclo, eludiendo ambas la honradez o capacitación de esos miembros para ir a lo importante: su presunto aroma corporal y sus parásitos. Aunque no me digan que no es irónico que hable de esto precisamente la señora que se ha pasado una parte de la anterior legislatura jugando al Candy Crush desde la mismísima tribuna de Presidenta. 

No le quieran dar más vueltas. En el Congreso, que es de todos los españoles, han entrado españoles distintos. Españoles cuya existencia no ha dependido jamás de un escaño al que otros llevan aferrándose mil legislaturas. Españoles cuyo objetivo no es otro que poner fin a lustros de corrupción y puertas giratorias cansados de ver desde casa mil y una borracheras de poder de la élite llena de políticos convertidos en nuevos ricos. Españoles que a partir de ahora también pasarán a decidir nuestro futuro, esperemos que con la cabeza y el tacto que se le presupone a un representante parlamentario que aún no nos la ha jugado por la espalda.

Nos guste más o menos, antes de rasgarnos las vestiduras anunciando el fin de los días, deberíamos detenernos fríamente e intentar entender el porqué de la situación política en la que nos hallamos actualmente. Y es que, al fin y al cabo, que en el Congreso hayan irrumpido chavales en jersey y vaqueros es, en buena parte, culpa de los Gómez de la Serna, Bárcenas, Rato, Matas, Granados y demás gentlemen ataviados impolutamente de traje a medida, corbata, maletín y zapatos de piel que han estado décadas robando a manos llenas. De ellos y de todos los políticos que lo consintieron  en su momento y decidieron guardar silencio y no dar la cara ante una ciudadanía que les necesitaba, y aun así seguir viviendo a su costa como auténticos reyes del rock.

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Jorge Miró

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