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Claves para entender esta visita histórica.

Barack Obama se ha convertido este 20 de marzo en el primer presidente en ejercicio de Estados Unidos en visitar la Cuba castrista. Hace un año era impensable imaginar que el Air Force One iba a aterrizar en el aeropuerto internacional José Martí con toda la familia presidencial a bordo, la primera dama, Michelle, sus hijas hijas Malia y Sasha y su suegra, Marian Robinson.

Se ha explicado que el primer presidente negro estadounidense decidió dar un giro de 180 grados a la política hacia la isla tras admitir que en 54 años las sanciones del embargo económico no doblegaron la voluntad y resistencia de los gobiernos de Fidel Castro, desde 1959, y de Raúl Castro desde 2008. A esa determinación contribuyó el hecho de que el general presidente inició el proceso llamado de “actualización económica”, un eufemismo para no emplear el término reforma. Las modificaciones “sin prisa pero sin pausa”, como gusta de calificar Castro, han comenzado a ser visibles.

Con la eliminación de “prohibiciones absurdas” los cubanos -con acceso a divisas- tienen teléfonos móviles, una aplicación que no usa internet para revisar y enviar correos electrónicos desde esos dispositivos e incluso hacer videoconferencias gracias a las crecientes conexiones wifi instaladas en calles y plazas públicas. Cuestan casi 2 euros la hora, pero aún son 8 euros más económicas que las de los hoteles.

Los cubanos también pueden alojarse en hoteles de turismo, comprar y vender viviendas y coches, y finalmente, al eliminarse el odiado “permiso de salida”, pueden entrar y salir del país cuando quieran con la condición de que su destino no exija visado o se lo hayan concedido.

Aún antes de aplicar esos “cambios”, Obama flexibilizó las medidas del embargo que afectaban directamente a los ciudadanos cubanos. Llegó a hacer uso en cuatro ocasiones de sus facultades ejecutivas para ir haciéndole agujeros al embargo. Medidas encaminadas a facilitar los contactos “pueblo a pueblo”, que permiten a más ciudadanos estadounidenses viajar a Cuba para predicar las bondades de la democracia estadounidense.

Cierto que más dinero recala en la Mayor de las Antillas. Llega a manos de particulares y así han aumentado negocios privados, paladares (restaurantes), clubes, peluquerías o gimnasios, por citar algunos de los más numerosos. Desde que se ampliaron las categorías permitidas por el estado para la actividad “cuentapropista”, unos 550.000 cubanos han pasado a engrosar la lista de los autónomos, representan cerca del 25% de la fuerza laboral, y todos deben pagar impuestos al estado. Impuestos elevados si se superan los 2.000 dólares anuales de beneficios, cifra que muchos de estos lugares de moda hacen en pocos días. En este caso el 50% va para las arcas estatales.  

Es precisamente a este estrato social a quien Obama quiere conquistar. Con su presencia la Casa Blanca confía en que el restablecimiento de relaciones será “irreversible” incluso con una futura administración republicana. Y que el bloqueo, como le dicen al embargo aquí, sea eliminado más pronto que tarde.

Pese a que el levantamiento del bloqueo es considerado como una condición ineludible para normalizar plenamente relaciones bilaterales, el gobierno cubano ha emprendido “un camino sin retorno” en la “actualización” de su política económica, es decir de sus reformas, como admitió recientemente el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca.

Está claro que las diferencias fundamentales se mantienen. Se trata del bloqueo, la base naval estadounidense en Guantánamo -el territorio fue entregado en alquiler pero nunca desde que Fidel Castro llegó al poder en 1959 se cobró precisamente para exigir su devolución- y los derechos humanos -en Cuba solo se permite al partido único, PCC, y los opositores denuncian el recrudecimiento de la persecución en su contra.

Sin embargo, se han notado cambios en la mayor cantidad de estadounidenses que visitan Cuba, cerca de 150.000, un 75% más que antes de que el 17 de diciembre del 2014, Obama y Castro anunciaran simultáneamente la apertura del proceso de normalización.

Un efecto negativo del acercamiento ha sido el aumento de las salidas ilegales de la isla, unas 45.000 en el citado periodo. Anticipándose a que el restablecimiento de relaciones diplomáticas termine con la llamada “ley de pies secos, pies mojados” que permite a cualquier cubano que toque tierra estadounidense solicitar asilo con residencia legal, trabajo y ayudas durante el año que dura el trámite, se lanzan a la aventura de llegar por cualquier medio a lograr el sueño americano. Por esos beneficios muchos otros emigrantes los odian. Se han dado casos, sobre todo en México, una de las rutas preferidas para llegar por un tercer país, de asesinatos solo para robar la documentación que demuestra la nacionalidad cubana.

Obama llegó con empresarios deseosos de hacer negocios en una isla donde todo está por hacer. Otra cosa es que las aún restrictivas leyes cubanas lo permitan. El día de su llegada se anunció un acuerdo para que la cadena de hoteles Starwood construya en el archipiélago caribeño. Una competencia fuerte para la decena de empresas españolas del sector muy bien asentadas desde hace decenios.

Raúl Castro lanzó la zona especial de desarrollo de El Mariel con la esperanza de captar al menos 2.400 millones de dólares al año para situar el crecimiento anual en torno al 4%. El megapuerto va creciendo en instalaciones e infraestructuras, pero no en empresas. De momento, de un centenar de solicitudes, el Estado cubano solo ha autorizado ocho. Además los empresarios tienen muchas reservas por el sistema de pago, pues ellos deben pagar en dólares una cantidad elevada en torno a los 1.000 euros y los empleados apenas reciben 300. Una cifra elevada comparada con el salario medio de 20 euros mensuales, pero no proporcional al desembolso de los hombres de negocios que quieren pagar directamente a su fuerza de trabajo, pues son conscientes de que estaría mucho más motivada para cumplir las mucho más estrictas condiciones laborales de los extranjeros.

Obama ha logrado mejorar su legado histórico. Con su acercamiento al gobierno castrista, que algunos sugieren que será un caballo de Troya en la revolución cubana, ha habido una “avalancha de gobernantes, presidentes, empresarios y celebridades”, como señala el analista político Valentín Rodríguez. Asegura que “esta visita abre más las perspectivas de Cuba hacia el mundo y del mundo hacia Cuba”. Pero también abre grandes retos, entre ellos reconocer el papel del sector privado, demonizado aún por muchos funcionarios. Rodríguez admite que a ese sector hay que llamarlo por su nombre, “un naciente y pujante sector privado que se convierta en una salida a la economía cubana” y que en su opinión necesita que el Gobierno castrista reflexione sobre las regulaciones, las medidas aduaneras y de importación que propicien su empoderamiento. Agrega que el gobierno tiene que ser consciente de que no puede resolver problemas de insumos y abastecimientos”. Por ello concluye: “han cambiado los escenarios, y nosotros tenemos que estar preparados para este cambio. Si no estamos preparados, los retos pueden hacernos doblar la página".

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María Luisa Parra

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