Cuadro en el que se refleja la circuncisión de Jesús.
Cuadro en el que se refleja la circuncisión de Jesús.

En el Evangelio de la infancia se cuenta que la anciana que realizó la operación guardó el prepucio en una vasija de alabastro llena de aceite aromático de nardo, se lo entregó a su hijo y le dijo: "Guárdate de vender este vaso lleno de nardo, aunque te ofrezcan por él trescientos dineros". El chico no hizo caso y vendió la vasija con el aceite y el prepucio. El destino de aquel anillito de carne divina es una cuestión que, aunque pueda parecer que no tiene importancia, encierra mucha teología.

 

La carne vera sacra, auténtica carne sagrada, puesto que durante mucho tiempo estuvo prohibido referirse a ella como "prepucio", era la punta del pene del niño Jesús, quien fue debidamente sometido a la ley judía. Este apéndice fue venerado en su momento porque las autoridades eclesiásticas de la Edad Media lo asumieron como un sustituto del habitual pene erecto de otras religiones, símbolo de la fertilidad. Lo cierto es que Cristo fue circuncidado al octavo día, el que ahora llamamos Año Nuevo, que desde el 567 fue declarado día de la Fiesta por la Circuncisión de Cristo con el fin de alejar a los fieles de las mascaradas erótico-salvajes de herencia romana que tenían lugar la primera noche del año en la Galia y en Hispania. Y su circuncisión es un hecho. Al menos para la Iglesia, puesto que viene relatado en el Evangelio de San Lucas.

 

Tal vez lo de las reliquias, hoy por hoy, nos parece cosa de mofa, pero en la antigüedad no lo era ni mucho menos. No solo porque la gente creyese que tenían poderes, que obraban milagros, sino porque constituían un negocio de primer orden precisamente por ese motivo. Tras las reliquias iban los peregrinos, que dejan limosnas, lo que se traducía en pingües beneficios,

 

El Santo Prepucio era la gallina de los huevos de oro y no pararon de aparecer por Europa. Se podían encontrar en todos los top-manta del Medievo y su abundancia trajo cola. Jerez de la Frontera naturalmente tuvo esta santa reliquia, posiblemente en la iglesia San Miguel para poder competir con la Sábana Santa de los mercedarios.

 

Un cura amigo dice que El Vaticano, en su momento asustado ante los progresos del carbono 14, decidió hacer desaparecer el único vestigio del cuerpo de Cristo que quedaba en la Tierra. Se dijo que ese tipo de reliquias las ha retirado de todas las iglesias porque entendía que eran excesos del pasado, poco presentables hoy, que ya no queda nada. Lo cierto es que, si existió y no la han destruido, esa reliquia tiene que andar aún por Jerez, o en manos de un coleccionista, juntamente con el Pendón de la ciudad. En la iglesia San Miguel se puede contemplar aún, en su fabuloso retablo mayor, la Circuncisión del Señor, seguramente como complemento explicativo a la reliquia que guardaba.

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Eduardo Arboleda Ballén

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