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ENTREVISTA. Caroline de Haas/ Activista y exmilitante del PS.

Caroline de Haas (1980), mediática militante feminista, comenzó su actividad en los sindicatos universitarios, en la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), cuya Secretaría General ocupó desde 2006 hasta 2009, pero fue como portavoz de la asociación Osez le féminisme! cuando se dio a conocer en los debates televisivos. Paralelamente, en un plano más secundario, desarrolló una actividad política ligada al Partido Socialista francés (PS) que la llevó a ser secretaria de prensa de la ministra de Derechos de la mujer Najat Vallaud-Belkacem. En 2014, harta de la deriva conservadora del Gobierno, pegó un portazo tanto a sus responsabilidades en la Administración como a su militancia en el PS, sumándose a la lista de figuras críticas de la izquierda que piden un proceso abierto de primarias de cara a las presidenciales de 2017. Ha impulsado la petición contra la reforma laboral de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri, y ha estado a la cabeza de las primeras llamadas a la movilización. A ella se debe la rápida divulgación de la propuesta de reforma, cuya presentación oficial estaba prevista para el pasado 9 de marzo, pero que ya desde febrero originaba un terremoto social, con casi un millón y medio de firmas, manifestaciones y numerosas huelgas por todo el país pidiendo su retirada inmediata.

En febrero inicia junto a algunos militantes sindicales la petición Loi travail: non, merci! y recogen firmas a través de change.org, la petición se vuelve rápidamente viral y, con casi 1.500.000 firmas, logra doblar los récords precedentes en Francia, ¿qué ha pasado? 

Creo que el Gobierno no se dio cuenta de que con este proyecto de reforma de la ley laboral estaba tocando la médula de nuestra identidad social. Aquí en Francia, imagino que será parecido en España, cuando conoces a alguien lo primero que preguntas es “¿tú, qué haces en la vida?”, que quiere decir precisamente: “¿cuál es tu trabajo?”. El trabajo es fundamental para construirnos una identidad, aunque sea porque estás en el paro o porque trabajas en malas condiciones. Una reforma como esta, que bombardea la posibilidad de un trabajo digno, que pisotea derechos fundamentales, interpela a todos los trabajadores, incluso al que sea más indiferente. Así fue, desde luego, mi caso. En cuanto leí su borrador publiqué un par de cosas en Twitter, donde no pretendía más que desgranarlo, pues ya por sí solo me parecía suficientemente elocuente. Esos tuits los publiqué a medianoche, justo antes de dormir. Cuál sería mi sorpresa cuando al día siguiente veo que han sido compartidos unas cuatrocientas veces, nunca me había sucedido antes. Me dije que definitivamente yo no era la única en sentir tal indignación. Ese mismo día estuve leyendo muchísimas reacciones en las redes sociales, de gente que normalmente no aborda jamás problemas políticos, gente de todo tipo, que me hacía pensar que todo esto estaba llegando más lejos que al habitual círculo de militantes. Unas horas más tarde unos amigos y yo decidimos lanzar una petición en change.org pidiendo retirar el proyecto de ley, y sucedió lo que ya sabemos. 

¿No piensa que, a un año de las elecciones presidenciales, estas protestas está sacando a la calle algo más que una lucha por los derechos laborales? 

Claro, creo que así es. Estos días, en la calle he visto algo así como dos diferentes niveles de enfado: por un lado, uno centrado en el proyecto de ley; por otro, uno que viene de más lejos, de un hartazgo contra el recorrido de los sucesivos gobiernos de estos últimos años. Buena parte de esa gente que está en la calle votó a François Hollande, y lo hizo en muchos casos para que Sarkozy no volviera a ser presidente, ¿y para qué? Para encontrarse con una reforma que ni siquiera Sarkozy se atrevió a llevar en su programa. En la calle la gente está diciendo: “Si votar sólo sirve para esto, ¿para qué hacerlo?”. Es probable que ese sentimiento de decepción vaya a dejar en suspenso la intención de voto de cara a las próximas elecciones presidenciales. 

También es remarcable que las redes sociales y los canales de YouTube hayan tenido una importancia decisiva en la movilización de los jóvenes, que se han sentido más interpelados a través de esos espacios que a través de organizaciones tradicionales, como los sindicatos. ¿Estamos encaminándonos hacia una transformación de los espacios de militancia?

Quizás sea así en algunos casos. Probablemente tras estas protestas habrá que hacer una reflexión sobre las limitaciones de la acción de los sindicatos en sectores de la población relativamente desmovilizados y poco presentes en los sindicatos, sobre todo los jóvenes. Habrá que reflexionar sobre cómo unir espacios de movilización que ahora están excesivamente compartimentados, estoy convencida de ello. Sin embargo, no seré yo la que cuestione ahora la labor de los sindicatos, no porque no esté justificado, sino porque en esta batalla, en la que los medios andan deseando que rompamos filas, que comencemos a acuchillarnos entre nosotros por ver quién lidera el movimiento y miserias al uso, prefiero mantener la solidaridad. En todo caso, es indudable que la extensión de la protesta contra la reforma laboral a las redes nos ha permitido darle desde el primer momento una transversalidad que no habría sido posible por los canales más tradicionales de la lucha laboral.

Fue portavoz de la asociación Osez le féminisme!, con la que se propusieron alargar la lucha de las mujeres hacia espacios más amplios en la sociedad, entendiendo que no era posible un feminismo fuerte sin una alianza con los que están fuera del activismo. ¿Podríamos relacionar este planteamiento con la manera en que hoy se está consiguiendo extender la protesta hasta sectores generalmente desmovilizados?

En la forma en que encaro el compromiso militante, la prioridad que me marcó es convencer a la mayor cantidad posible de gente. Cuando iniciamos Osez le féminisme! nuestro objetivo fue que el feminismo fuera mayoritario en Francia, y de algún modo contribuimos a hacerlo posible. Hace un año un sondeo publicaba que el 51% de la población se identificaba con el feminismo. ¿Cómo se pudo lograr esto? La manera de dar la batalla pasó por movernos asiduamente en las redes sociales, ir a los medios cada vez que podíamos, hacer un trabajo que pasaba por divulgar, por ganar presencia en la vida de la gente normal, por hacer ver que el feminismo no es ningún cuerpo extraño, sino algo de puro sentido común. Al mismo tiempo, nunca nos dedicamos a polemizar con otras organizaciones feministas, nunca caímos en la trampa de los medios, que ocasionalmente quisieron vendernos como un grupo opuesto a las organizaciones clásicas tipo MLF (Mouvement de Libération des Femmes). Quisimos no meternos en las típicas discusiones internas que no interesan más allá del medio militante, y paralelamente nos marcamos como objetivo multiplicar lo más posible nuestra presencia mediática. No transformas una sociedad si eres minoritario, si tu discurso circula únicamente dentro de una pequeña sociedad, esto es algo que no hay que perder nunca de vista. Del mismo modo, la petición de firmas por Internet contra la reforma laboral y la labor de divulgación que hemos emprendido han buscado funcionar del mismo modo. Casi un millón y medio de personas han firmado en su contra, eso es lo que teme el Gobierno. Temen la movilización de un montón de gente, de la mayoría de la gente, y no de un pequeño grupo de militantes. 

En política económica, la fusión cada vez mayor de la socialdemocracia europea y los partidos conservadores ha impulsado las fuerzas euroescépticas. ¿Se puede pensar desde Francia una alternativa europeísta de izquierdas a la actual UE?

Cuando Valls, Macron y compañía afirman que esta reforma nos armoniza con el resto de Europa tienen razón. Esta Europa ha sido construida como un proyecto neoliberal que ha atacado cada vez más rudamente los derechos de los trabajadores, que ha desregulado las políticas financieras, desprotegido a los ciudadanos frente a los poderes económicos, etc., esto es un hecho. En Europa todo se liberaliza, salvo la libre circulación, claro. El mayor problema, sin embargo, no es que la UE sea neoliberal, eso lo sabemos todos, sino que la socialdemocracia europea no esté en absoluto en contra. Es probable que la mayor vergüenza de la socialdemocracia europea sea el Partido Socialista francés, que tiene entre sus filas individuos que podrían ser intercambiables con cualquier político derechista sin que nadie notase la diferencia. Es evidente que la falta de alternativas, elección tras elección, produce un desencanto cada vez mayor hacia la UE; ahora bien, no sabría qué decirte con respecto al disenso que tienen los partidos franceses de izquierdas sobre Europa. No creo que Francia pudiera salir de la UE por sí sola, como si el embrollo en que nos hemos metido pudiera deshacerse así sin más, aislados. En el caso de que en Europa hubiera un gran proyecto de izquierdas, consolidado en varios países, que permitiera pensar en una verdadera solidaridad para emprender un proyecto político diferente, entonces, claro, me parecería que valdría la pena intentarlo, pero me temo que es una hipótesis bastante alejada de donde estamos ahora. 

¿Qué reflexión cree que deberían hacer los partidos de izquierda sobre el ascenso del Front National? ¿Cree que habría que asumir algún tipo de responsabilidad al respecto?

Hace poco estuve en una reunión charlando sobre las elecciones presidenciales de 2017, discutiendo sobre la eventualidad de presentar una lista de izquierdas alternativa al PS, un amigo dijo “nuestro objetivo es impedir que Marine Le Pen llegue a la segunda vuelta de las elecciones”, y a mí eso me hizo pensar que realmente no está en nuestra mano decidir si Le Pen pasará a la segunda vuelta o no. Más bien será François Hollande el responsable, lo será él y las políticas que habrá emprendido, las mismas que han generado un electorado nihilista, dispuesto ahora a votar a ese partido con tal de que todos los Hollande y los Sarkozy de la política se vayan a su casa. No me cabe duda de que, de haber sido valientes y haber estado con su pueblo en vez de con los poderosos, Francia volvería a votar a los socialistas. Creo que las traiciones de Hollande a sus electores reaparecerán en forma de votos a Marine Le Pen. 

Ha declarado sentirse incómoda compartiendo con el PS el uso de la izquierda como categoría política. También ha afirmado que ni siquiera Sarkozy llevó la reforma laboral en su programa, y a todo esto, el PS sigue reivindicando su papel hegemónico en el espacio de la izquierda. ¿No cree que en Francia el uso de estas categorías ha perdido operatividad para poder imaginar una alternativa política, y que en cambio resulta muy útil para perpetuar en el poder a los dos grandes partidos del Parlamento?

Tengo 35 años, desde hace quince años milito en organizaciones de izquierda, la mitad de mi vida me he definido como militante de izquierdas, así que me resulta muy difícil renunciar a esa palabra, y en este sentido me doy cuenta de que no me siento en condiciones de reflexionar críticamente sobre el uso de los términos “izquierda-derecha”. A esto se suma que en las organizaciones sindicales en las que yo he militado siempre entendimos que salir de la categoría “izquierda” era meterse en la derecha, así que mi primera reacción cuando alguien me dice que no es de izquierdas ni de derechas es pensar que esa persona es de derechas. No es algo que pueda razonar mucho, es simplemente así, un resultado de la identidad política que construí a lo largo de mi actividad militante, lo cual no quiere decir que no lo viva conflictivamente. Lo que me indigna y entristece es que no podamos defender un proyecto político con la palabra “izquierda” sólo porque unos individuos como François Hollande o Manuel Valls la hayan ensuciado tanto. La izquierda, en cuanto idea, está llena de historia, de sentido, y vivo con dolor vetarla por culpa de esa gente. Por otro lado, nunca he querido ser fetichista de los símbolos, porque comprendo lo mucho que pueden llegar a bloquear una lucha. Esos símbolos son herramientas, y si ya no valen no cabe duda de que es necesario cambiarlos. El problema que yo veo en Francia con respecto a todo esto es que ya hay un partido que ha renunciado a construir su discurso sobre el eje “izquierda-derecha”, sustituyéndolo por el de “élite/pueblo”, y es el FN. Temo que el riesgo de salir en los medios hablando de este modo no haga sino hacerles un favor. Es difícil, tenemos que llegar a encontrar significantes nuevos, un vocabulario nuevo, que ayude a reunir a toda esta gente que ha firmado la petición contra la reforma de la ley laboral, y aún más allá. No tengo una solución, estoy buscando, como todo el mundo, y las cosas no salen solas, pero acontecimientos como los de estos días ofrecen pistas que nos van a obligan a reflexionar. 

 

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María Luisa Parra

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