Hace más de 25 años que Marina López coge objetos olvidados como libros rotos o corbatas viejas, y les da una nueva vida. Hace 27 que Jean Christoph recoge muebles abandonados y restos de otros materiales y los convierte en arte. Por aquel entonces no se conocían, pero su manera de vivir y trabajar en el día a día les hizo encontrarse. Hoy Marina López (Jerez, 1971) y Jean Christoph (Tours, 1966) son la presidenta y el tesorero de la Asociación de Moda Sostenible de España (AMSE), creada el pasado 27 de noviembre a través de la Asociación de Moda Sostenible de Andalucía (AMSA). "Nuestra asociación tenía ámbito regional y teníamos que ampliarlo a nacional por pura necesidad", comenta López, que explica que la intención de este cambio es "que todos se sintieran más integrados, además de para las próximas marcas que quieran apuntarse a la asociación". En la actualidad más de 30 empresas de moda sostenible, de diez comunidades autónomas, conforman AMSE. "Estamos creciendo a una velocidad impresionante. Cada dos o tres días tenemos un socio nuevo", sonríe la presidenta de la comunidad.

El hundimiento del edificio Rana Plaza en Bangladesh, en 2013, fue un mazazo para la conciencia social. Tras la muerte de 1.134 personas y 2.500 heridos es considerada la mayor tragedia de la industria textil de la historia. "Y a raíz de la caída de este edificio se dio a conocer quiénes estaban fabricando ahí. Entre los escombros había etiquetas de Inditex, Primark, H&M…", incide Marina López. Hace seis años la sociedad fue testigo de las condiciones en las que trabajaban los empleados textiles de Bangladesh (el 90% de los cuales son mujeres). Y es que además de los evidentes riesgos laborales, también estaban entre los peor pagados del mundo: 32 euros al mes. "En 2013 hubo un antes y un después, de ahí nació el movimiento Fashion and Revolution —una campaña que nace con el objetivo de pedir una revolución pacífica para exigir una industria limpia—". Fue una jarra de agua fría que caló en la mentalidad de algunos que decidieron cambiar su filosofía a la hora de producir y consumir. No obstante, para López el sector va de la mano del consumo de alimentación ecológica. "Cuando se empieza a concienciar, una comienza por la verdura de huerto, y el segundo paso es empezar a plantearte utilizar también ropa ecológica, con tejidos orgánicos y reciclados". España lidera el movimiento de moda sostenible en Europa en 2017, según El País, pero la presidenta de AMSE niega que esto sea cierto: “No, es demasiado positivo. Que yo sepa quien lidera este tema es Alemania. Este año ha sido bueno y el 2018 va a ser mucho mejor, para las marcas y para la asociación. Cada vez hay más gente que conoce esto y se conciencia”. Silvia Muñoz, natural de Sevilla y propietaria de la consultoría Ecolujo, fue quien fundó la Asociación de Moda Sostenible de Andalucía en 2015 y también su presidenta, hasta que a mediados de 2017 dimitió dejándole el puesto a Marina López, diseñadora jerezana, socia de AMSA desde 2016 y fundadora de la firma Miropavintage, de carácter upcycling —reciclado de ropa y de cualquier tipo de objetivo— y también de diseño originales con tejidos orgánicos.

Por su parte, Jean Christoph es socio de AMSA desde finales de 2016, cofundador —junto a su madre Conception Márquez— de la marca de moda sostenible La Higuera de Grazalema y tesorero de la asociación desde que se creó la nueva junta. Relata que nació en Tours (Francia), un pequeño pueblo cerca de París, pero que hace varios años regresó a Cádiz junto a su madre ya que sus abuelos son naturales de El Bosque y residen en Grazalema. "La marca tiene una relación muy estrecha con la localidad serrana por nuestras raíces y porque no es un pueblo cualquiera. En la gama alta de nuestra colección trabajamos paños de lana merina que proceden de Grazalema porque en el pueblo se conserva una fábrica que produce todavía mantas que se hacían en el siglo XIX". Mientras Christoph y su madre crean prendas con un diseño totalmente original con materiales nobles como la lana o el lino, López prefiere darle una nueva vida, con más valor, a algo viejo y que se iba a tirar a la basura. "Mis cosas se reencarnan, nacen de una forma y siguen reencarnándose hasta el infinito y más allá", ríe.

"Una marca Fast Fashion le gana a cada prenda un 800%, aunque la camiseta te haya costado 3 euros"

En la actualidad la moda sostenible, conocida mundialmente como Slow Fashion, produce ropa respetuosa con el medio ambiente a partir de materiales naturales como algodón orgánico, lana, cáñamo, lino, seda o piñatex (piel sintética con piña), reciclada o libre de tóxicos para el cuerpo, y trabaja en clave de comercio justo al dotar al trabajador de un suelo digno, se enfrenta a diario a la Fast Fashion. Normalmente la guerra está en los precios. No obstante, en el sector textil el concepto de caro y barato es totalmente ambiguo. ¿Qué es más rentable? ¿Una camiseta de algodón orgánico de Juana Barranco, firma malagueña de moda ética, que cuesta unos 30 euros y dura 100 lavados o una camiseta de poliéster —hecha con petróleo y que tardará más de 200 años en descomponerse— de Inditex (grupo multinacional español con fábricas en Bangladesh y China) que cuesta 6 y dura 10 lavados?

"Lo barato sale caro y una prenda demasiado barata es sospechosa, ahí hay alguien que no puede vivir a base de su trabajo. En Bangladesh las mujeres cosen con sus bebés al lado en el suelo y los ríos son del color de la próxima temporada. Esto es real. Es alucinante, pero es real", expresa López, al tiempo en que continúa: "Una marca Fast Fashion le gana a cada prenda un 800%, aunque la camiseta te haya costado 3 euros. De qué calidad será esa tela y cuánto le habrá pagado a la persona que lo haya cosido. No se puede permitir esto, es una barbaridad". Y así fue cómo surgió el movimiento Slow Fashion, en base a esta pregunta: ¿Vamos a seguir con este modelo? "No. Vamos a cambiar el paradigma", concluye Jean Christoph.

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Claudia González Romero

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