repor_esperteria_04
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Después de relevar a su padre, lleva más de 30 años trabajando el esparto, un arte que espera poder enseñar a otras generaciones: "Si tuviera que cobrar por las horas que hecho sería imposible que la gente comprara. Me gusta este trabajo porque es algo sentimental".

Aprovecha las horas de menos calor para trabajar con más precisión mientras el olor a esparto seduce al cliente. Sentado en una silla con un kit de herramientas personal que usa también para coser en el suelo, Manuel Becerra es el propietario de la espartería situada en la calle Porvera junto a la muralla. Este establecimiento es uno de los supervivientes en la ciudad dedicado a los productos artesanales. Los vecinos del barrio conocen a Manuel de toda la vida y se convierten en parte fundamental del alma de este establecimiento tan encantador.

Cuando era tan solo un crío se fijaba en cómo su padre trabajaba el esparto. Cuidadosamente y de manera tradicional, su padre hacía los lazos para los cinturones de algunas hermandades de la ciudad o barnizaba las sillas de enea. Ya han pasado más de treinta años desde que Manuel comenzó a trabajar el esparto, un periodo que lógicamente le ha servido para coger más práctica e innovar en sus técnicas artesanales. “Cuando era un crío mi padre era empleado de una espartería. El antiguo dueño del negocio le ofreció la posibilidad de hacerse cargo de él. Era el año 1940 cuando empecé a ayudar a mi padre haciéndole de recadero. A lo largo de los años fui creciendo, fijándome en lo que hacía mi padre y aprendía de él. No he querido perder por nada del mundo esta labor”.

Este negocio artesanal es de los pocos de la ciudad que sigue imponiendo su esencia manual por encima de las nuevas tecnologías. Aunque para Manuel sea un negocio, él prefiere llamarle afición. “El negocio no puede sobrevivir solo siendo una espartería. He tenido que buscar otras fórmulas como las persianas, eléctricas o de madera, aunque sin dejar de lado lo tradicional. Este tipo de trabajos artesanales no están suficientemente valorados por el público. Por la simple elaboración por ejemplo de una persiana de esparto, te puedes tirar tres horas y eso no está valorado por el cliente. Si tuviera que cobrar por las horas que hecho sería imposible que la gente comprara. Me gusta este trabajo porque es algo sentimental”.

“El único avance tecnológico que se puede aplicar a este tipo de negocio es ofrecerte en Internet y vender a otros lugares". No es poco para sobrevivir.

A lo largo de sus más de treinta años dedicados al negocio, Manuel Becerra ha trabajado tanto para las hermandades y bodegas como para diferentes lugares del territorio nacional. “He llegado a mandar trabajos a Valencia, Barcelona o Extremadura. Hay clientes que han pasado por aquí, por ejemplo ingleses que se han quedado encantados con el trabajo. Me piden un encargo y se lo hago. “Trabajo a bodegas o personas de fuera. He mandado persianas a Valencia, Barcelona, Extremadura, hay gente que si valora el trabajo y otras no. Lo más laborioso que he llegado a hacer, han sido las persianas de esparto de las tres plantas del Ayuntamiento de Jerez. Eran veinte y fue un trabajo duro pero quedé muy satisfecho porque ha sido un producto que he hecho para mi ciudad. A Lolita, la hija de Lola Flores, le hice tres persianas para su casa de Madrid y quedó muy contenta”.
En cuanto a los utensilios usados por el espartero, no hay que pensar muy allá de las herramientas. La
sencillez y el cariño que pone en sus productos son parte fundamental de sus armas de trabajo. “Soy tradicional para todos los trabajos. Me siento en el suelo a coger con las herramientas que tengo. A veces tengo que fabricar los utensilios porque no hay material específico para el esparto. Hay que buscar las mañas para cada trabajo sin olvidar por supuesto colocarse en las manos elementos para la seguridad”.

Las sillas de enea es lo más complicado de hacer. Limpiar la silla para buscar el color natural y posteriormente barnizarlo son los pasos preliminares para un producto que debe quedar finalmente con el color que el cliente elija. “Mi padre me enseñó algunos trucos para la enea pero hacer la trenza por ejemplo es difícil y hay que saber hacerla muy bien".

Aunque Manuel haya obtenido el traspaso del negocio por el paso generacional de su padre, al espartero le encantaría poder enseñar las dotes de la espartería en el futuro. “Echo de menos que este tipo de trabajos no tengan algún apoyo económico. Yo no quiero el dinero, pero me gustaría poder dar clases en el futuro y que esta labor pase a diferentes generaciones. Mis hijos están estudiando actualmente pero me gustaría en el futuro poder enseñar a la gente cómo trabajar el esparto. No quiero que oficios tan puros como este se pierdan con el tiempo”. Aunque el tiempo pase por las manos trabajadas de Manuel, este jerezano confía ciegamente en que un gremio tan tradicional como el de los esparteros perdure por residual que sea. “El único avance tecnológico que se puede aplicar a este tipo de negocio es ofrecerte en Internet y vender a otros lugares". No es poco para sobrevivir.

Sobre el autor:

Borja García Tejero

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