El número de caballos presentes en la Feria de Sevilla este año parece mayor que nunca. Son protagonistas de las arterias del Real, con paseos por las calles como si fueran autopistas.
Y, en algunos momentos, acaban produciéndose ciertos atascos. Momentos en los que el paseo por la Feria deja de ser paseo, porque todo se paraliza.
Si pregunta a algún cochero o caballista, es posible que reconozca que hay un exceso de animales en el Real. Porque "así no es pasear". Entre atascos, es difícil. Eso sí, más difícil ponerle el cascabel al gato, o en este caso, al caballo. ¿Dónde se puede poner el límite?
En la tarde de este martes, un caballo se venía abajo en la calle Jiménez Chicuelo. Eran alrededor de las seis de la tarde. En un momento dado, se ha escuchado cómo el animal, en un coche de dos caballos, se escurría, parecía que resbalándose.
El animal ha quedado de lado en el suelo, aún atado al carruaje y al otro caballo que iba a su lado. En alrededor de un minuto, con ayuda de algunas personas, ha sido puesto en pie. La Policía Nacional ha evitado que la gente se echara encima, exigiendo que el público se echara en la acera.
Mientras algunos empezaban a grabar, otros se lo afeaban. "Esto no se graba, no grabes", decían. Sin embargo, otra parte animaba a hacerlo y respondía. "Es que los caballos no pueden estar así".
Los animales se encuentran en cierta vigilancia en el Real. No hay, entonces, razones para pensar que la exigencia a los caballos es excesiva, y a veces, los incidentes ocurren.
Pero lo cierto es que para muchos sevillanos, es un tema peliagudo. Porque a veces no se puede cruzar la calle, porque los propios cocheros a veces viven atascos -caso del domingo y de este martes, con más público que el lunes-.
Y porque imágenes como la del caballo que falleció el domingo, el primer día de Feria, levantan los ánimos. Este martes, el calor era enorme. Hay incidentes, pero relacionarlos con algo más que la mala suerte no es sencillo. Lo que no se puede dudar es de que la cantidad de caballos es excesiva. Lo dicen los cocheros y lo notan los viandantes. Cada año, más animales. Una reflexión que, parece, se acabará generando en la calle. ¿Hay que repensar las exhibiciones, el número de coches privados y los caballistas particulares?
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