Atentan con tomate frito contra el convento de las Hermanas de la Cruz de Lebrija

Un desaprensivo, que ya ha sido identificado, ha esparcido el contenido de un bote por todo el zaguán del convento de estas seguidoras de Santa Ángela dedicadas a ayudar a los pobres y que se han negado a denunciar

05 de julio de 2025 a las 08:27h
Las Hermanas de la Cruz de Lebrija, tras el ataque con tomate frito al convento.
Las Hermanas de la Cruz de Lebrija, tras el ataque con tomate frito al convento.

En la silenciosa paz del convento de las Hermanas de la Cruz de Lebrija, el tomatefrito esparcido por techo, suelo y paredes provoco más escándalo aún, como un sucio y rojo grito sin causa contra estas monjas dedicadas en cuerpo y alma a ayudar a los demás. Los hechos ocurrieron en la tarde del pasado miércoles, y un vídeo con el resultado del atentado que se ha viralizado ha dado pie en las redes sociales y en las últimas horas a todo tipo de conjeturas absurdas sobre si había detrás motivos religiosos. La realidad es más simple, porque el autor del estropicio, ya identificado por la Policía Local, es un vecino de Lebrija, conocido por muchos, drogodependiente y recién salido de la cárcel. 

Aunque las Hermanas de la Cruz se dedicaron a continuación a limpiarlo todo y se han negado a interponer denuncia alguna, sus colaboradores más íntimos suponen que el tipo pidió en el convento y no le convenció la respuesta. Las Hermanas de la Cruz reparten bolsas de alimentos a los lebrijanos más necesitados los martes en horario de mañana. También hacen una labor asistencial y educativa importantísima gracias a la permanente colaboración de otras entidades, empresas y hermandades. Afortunadamente, a pesar de lo escandaloso de la afrenta, no se han producido daños materiales ni personales. 

Muy queridas en Lebrija

De las Hermanas de la Cruz, como de las Concepcionistas franciscanas –algo más numerosas- no hay nadie en Lebrija que pueda hablar mal. Hace cinco años, el Día de Andalucía –poco antes de la pandemia del Covid- ambas congregaciones recibieron por parte del Ayuntamiento la Medalla de Oro de la Ciudad. Ninguna de ellas acudió entonces al teatro municipal Juan Bernabé para recoger las medallas, sino que lo hicieron por ellas dos estrechos colaboradores, Juan Arellano y Francisco Sánchez, quienes agradecieron en sus nombres la entrega del pueblo con aquel gesto. El acuerdo plenario insistía entonces en “su meritoria y desinteresada contribución social a la mejora de la calidad de vida de las personas, especialmente en momentos de dificultad”. El texto de la concesión destacaba que las hermanas “forman parte indiscutible del patrimonio humano, histórico y cultural de Lebrija, en cuya conservación y mantenimiento ayuda la presencia y pervivencia de sendas congregaciones”. 

“A toda Lebrija le duele esto”, han declarado los concejales de Seguridad Ciudadana y Cultura, Tere Serrano y Pepe Martínez, respectivamente. Este último ha informado de que, aunque las ocho hermanas han preferido no denunciar, la Policía Local ha actuado de oficio “y hará lo que tenga que hacer”. 

Desde la posguerra

Fue Antonio Halcón y Vinent, conde y tres veces alcalde de Sevilla, quien solicitó a la madre general de la Hermanas de la Cruz que le concediera un grupo de monjitas para llevarlas a Lebrija para remediar allí tanta necesidad recién terminada la guerra civil. El convento de las Hermanas de la Cruz, instalado en la casa de campo del Conde de Halcón precisamente, hoy calle Juan Pedro Vidal, se fundó el 2 de junio de 1939. Y desde entonces la labor humanitaria y apostólica de estas hermanitas no ha cesado con personas desvalidas, enfermas o pobres. Su ayuda se extendió también a la enseñanza, porque se acostumbraron a impartir clases a mujeres adultas de manera gratuita para enseñarles a leer, escribir, corte, confección y otras labores. 

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Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero

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