Arcos de la Frontera es puerta a la Sierra de Cádiz. Uno de los pueblos más conocidos de los que son blancos, que es el color sin mancha, inmaculado. Aunque su casco histórico sí la tiene. Esa mancha es una obra eternizada, la de la plaza del Cabildo, entre el mirador de la Peña y la basílica menor de Santa María de la Asunción. Ambos son símbolo del pueblo y seguramente por aquello que Arcos más suena fuera.

Y aquí han coincidido varios problemas. Hubo vecinos -más de uno- que no querían que la plaza cambiara. No solo porque se iban a perder plazas de aparcamiento. Y eso que aparcar es importante ya que para subir hasta aquí, hasta donde está el parador, hay que caminar cuesta arriba sí o sí. No es inaccesible, pero tampoco sencillo: la espalda de casi todo el mundo suda. El esfuerzo merece la pena porque una planicie verde de campiña donde incluso se intuye algo de donde se unen Sierra y Alcornocales, suspendiéndose el pueblo a decenas de metros de altura.
Y esos vecinos -con hosteleros, claro, porque venir a comer a Arcos en fin de semana ha sido un plan de muchos municipios de la provincia- tampoco querían ver proyectos ni máquinas entrando en la plaza principal del pueblo por temor a que lo que viniera fuera peor. Y claro que iba a ser peor. Porque con la pandemia y la guerra de Ucrania -combo habitual al explicar estas cosas- encarecieron los materiales para la reforma de una plaza que contaba con fondos europeos, la ITI. Y el constructor dijo que si no se le pagaba más, no continuaba porque no se iba a comer el presupuesto.

Ahora, en 2025, teóricamente quedan unos seis meses para culminar la obra. El arco del mirador se mantiene en obras y no hay nadie que mire ya desde aquí. Y la plaza es una torta de hormigón grisáceo sin rastro de arbolitos ni bancos para sentarse. Está a medias la obra, claro. Tampoco hay baranda para acercarse al balcón, que si se puede, será de forja metálica. La sensación en Arcos ya no es solamente de hartazgo, sino de que se ha caminado hacia algo peor que lo anterior, como se venían temiendo.
El mirador alternativo a día de hoy en Arcos es la terraza del Parador, que es además el establecimiento más importante de la zona, seguramente uno de los espacios premium de la Sierra. De hecho, Paradores, la cadena del Estado, solo tiene dos hoteles en la provincia: el de Cádiz capital y este. Y desde este mirador, que es una terraza donde tomar café, se ven los restos de un incidente ocurrido este mes de agosto: un desprendimiento en el propio vertical.


Los desprendimientos en Arcos no son algo desconocido. La terraza del Parador, de hecho, perdió alrededor de un tercio de su espacio por una caída de tierra. Es expresión de la naturaleza, pero claro, cada metro cúbico de tierra perdido, cada tonelada que caiga, es irrecuperable para la historia. Hace unos 40 años que ingenieros ya inyectaron cemento en el Tajo para asegurar la zona. Y según ha conocido lavozdelsur.es, la empresa estatal va a mandar a especialistas a analizar el estado de la piedra, que cayó justo debajo del hotel.
Para el arcense, la idea de que el casco histórico podría suponer un problema no es que sea desconocida. Sin caer en el terror por el terror, es evidente que volverán a producirse desprendimientos. El último se ha llevado por delante una instalación que ilumina la Peña de Arcos. Hace un año, hacia el otro lado, también hubo otro desprendimiento. En esta ocasión, parece que lo que se ha caído es una higuera que había crecido en este vertical.
Pero es que hay otro punto donde es evidente, cuestión de tiempo, que se producirá otro desprendimiento. No se les pone nombre, pero este está entre el parador y la zona de San Pedro. Puede ser mañana por la tarde o dentro de un siglo, pero eso va a ceder. Al menos, si se mantiene en el estado actual, sin que nada lo impida. La cuestión es si lo hará controlada o descontroladamente.

La sensación entre algunos vecinos es que no hay que tenerle miedo a ninguna desgracia, pero que no se puede mirar para otro lado. Pasa como con Venecia, que se construyó sobre una laguna metiendo pilonas de madera en la tierra, dotándola de una estabilidad que aún permite flotar entre canales, pero que se sigue hundiendo. O como lo hace Manhattan, repleta de toneladas de hierro y hormigón sobre un suelo hueco por el metro. Arcos es como una octava maravilla, porque se construyó sobre un lugar que ni es piedra irrompible y que además está sobre un precipicio. Pero puede sufrir las consecuencias del tiempo y hay a quien le preocupa, como demuestra que Paradores no quiere otro desprendimiento.
En el casco antiguo, además, quedan solo algunos vecinos. El metro cuadrado no se ha disparado, por las dificultades propias que tiene el acceso. Ya apenas quedan niños. Alguno cifra en apenas 15 familias las que viven en las casas alrededor de la plaza del Cabildo. Han llegado migrantes que trabajan en negocios turísticos. Pero el que abre un negocio en Arcos no le ve interés a hacerlo en esta zona, sino en los barrios nuevos, a la entrada, donde hay comida rápida y Mercadona recién llegados hace no mucho.
Aquí, cuentan los vecinos, proliferan los pisos turísticos, el AirBnb y similar, el del turista que viene con pareja o amigos, compra en un supermercado del desayuno a la cena, ve el pueblo en una mañana y el resto de la estancia se dedica a acudir a pueblos de alrededor, o más allá, porque la playa está a menos de una hora. Agosto no ha sido especialmente boyante, explican los hosteleros. Un centro también turistificado que no tiembla ni se hunde, pero que podría hacerlo.

Miguel Rodríguez, alcalde: "La piedra arenosa tiene tendencia al desprendimiento"
El alcalde de Arcos, Miguel Rodríguez, llegó hace dos años a un Ayuntamiento donde heredó el problema de la plaza. Y no da fechas, pero sí dice que "pronto" podrá volver a abrirse el balcón. "Hablar en la administración de fechas es jugártela". Es tiempo de reuniones con la Junta, para que sea el Consistorio "el que lleve a cabo la licitación de las obras para agilizar los plazos" y salir de esta situación de bloqueo de la plaza.
Rodríguez recuerda: "Estábamos en contra de que se tocara la plaza". Hay quien dice por el pueblo que si el PSOE no tuvo números para gobernar frente al PP fue por este proyecto, que empezaba poco antes de las elecciones. Luego vendría el abandono de la obra por parte de la empresa cuando apenas había arrancado, pero cuando ya la plaza estaba empantanada. Eso ha dejado estos años sin epicentro turístico y cultural al pueblo.

El regidor desmiente que tengan relación el desprendimiento de hace un par de semanas en la Peña con las obras en la plaza. Una teoría que viene a decir que por aquí se han filtrado aguas durante los periodos de lluvias que se han acumulado desde el otoño de 2023. "Arcos es tan bonito como complicado. El propio material que sostiene el casco antiguo es una piedra arenosa que tiene tendencia al desprendimiento por su propia naturaleza".
Pero el Ayuntamiento está ya en contacto con las dos administraciones que pueden ofrecer luz, la Junta y el Gobierno central. Y el problema está ahí. De hecho, a cuenta del desprendimiento del pasado año hay dos viviendas desocupadas desde entonces a modo preventivo. El paralelismo que hace el propio alcalde es como quien construye en zona inundable. "Sabe que cuando haya una crecida lo van a tener que desalojar. La diferencia es que la construcción en zona inundable es ilegal y la construcción el filo del Tajo es legal y es histórica". La cuestión es que "es probable que siga ocurriendo" ese desprendimiento puntualmente, si bien no, de momento, con sensación alguna de emergencia. "Estamos acostumbrados a eso".
Cabría la opción de pensar en reforzar las piedras sobre las que se asienta la localidad con inyecciones de hormigón como sí hizo en su día el Parador y podría volver a hacer si se ve en esas. Una obra de ingeniería recordada en el casco antiguo de Arcos. Que no se hunde pero que vive al filo. En Venecia, ingenieros llevan años trabajando para idear alguna fórmula para que ni la subida del nivel del mar ni el propio peso de las edificaciones hagan de la Serenísima República una ciudad pasada. Tampoco es una emergencia de un día para otro. Pero es una amenaza a futuro innegable, como la de un pueblo asentado sobre piedras que se caen.





