El Carnaval de Bornos: el gran desconocido que desafió al franquismo y cuenta con ritmo propio

Junto al de Trebujena es el único Carnaval que no cesó durante el régimen de Franco y mantiene intactas sus tradiciones y su estilo primigenio

Vicente Sierra, un amante del Carnaval de Bornos.
Vicente Sierra, un amante del Carnaval de Bornos. MANU GARCÍA

Pese a que el Carnaval de Bornos está reconocido como uno de los más importantes de la provincia de Cádiz, de hecho fue declarado como Bien de Interés Turístico de Andalucía en 2008, son muchas las personas que no están familiarizadas con él ni conocen cómo se celebra.

A la sombra del gran evento carnavalero por excelencia, el de Cádiz, se encuentra una fiesta muy especial, con una historia única y que durante el mes de febrero envuelve cada rincón y a cada habitante del pueblo. Y es que desde el colegio ya se inculca a los más pequeños lo que es esta fiesta, sus tradiciones y su valor cultural.

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Vicente Sierra lijando una de las máscaras de la carroza.  MANU GARCÍA

"Es inconcebible que a alguien de Bornos no le guste el Carnaval", afirma Vicente Sierra, vecino y amante de este evento desde niño. A través de unos amigos comenzó a coquetear con este mundo y, como señala, "ya no he parado". 

Durante varios años estuvo cantando en distintas agrupaciones y hace un par de años decidió dar un paso al lado en ese sentido para dedicarse al montaje de las carrozas que participarán en la cabalgata que tendrá lugar el 26 de febrero y que supondrá la culminación a tres semanas de fiesta que comenzarán este domingo 12 de febrero con la morcillada popular a cargo de la Peña Carnavalesca de Bornos y la presentación de las agrupaciones.

El segundo fin de semana también será muy intenso con el pregón, que este año estará protagonizado por un antiguo miembro de la Asociación Cultural La Máscara, a la que pertenece Vicente, los primeros pasacalles y el concurso de disfraces. Paralelamente tendrán lugar diferentes eventos de carácter gastronómico que se mantendrán hasta que finalicen las celebraciones. Tanto él como sus compañeros tienen claro que "quien viene una vez a ver el Carnaval repite", porque es algo "casi hipnótico".

Vivir por y para el Carnaval

A pesar de durar tan poco tiempo, la preparación de todo lo que está por llegar comienza una vez termina la feria, a primeros de septiembre. Desde ese momento comienzan a diseñar las carrozas, un trabajo titánico que realizan con calma pero sin parar, porque "cuando menos te lo esperas llega la fecha y se te viene todo encima".

El caso de Vicente es representativo de lo mucho que aprecian el Carnaval en Bornos. Él trabaja entre semana en Sevilla y todos los días cuando acaba su jornada laboral regresa a su pueblo para echar una mano en las distintas tareas que deben llevar a cabo. "Es cansado, claro, pero al final estás haciendo lo que te gusta, así que lo soportas mejor", cuenta. De hecho, de lunes a viernes suele quedarse desde las 16:00 hasta pasadas las 20:00 o las 21:00 horas en el taller sin inmutarse.

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Trabaja en Sevilla pero viene cada día para echar una mano en el taller.  MANU GARCÍA

Como no puede ser de otra forma él se considera amante de todos los carnavales, no solo del de su pueblo y ha tenido la oportunidad de vivir en sus carnes varios de ellos. Su reflexión sobre ellos es clara: "En muchos lugares el objetivo es hacer negocio, se ha perdido la esencia y ya no son lo que eran".

El año pasado tuvieron la oportunidad de participar en el Carnaval de Cádiz, aunque por distintos motivos organizativos finalmente no pudieron hacerlo. Su intención era llevar a la capital su carroza, su estilo y su forma de vivir la fiesta, siendo conscientes del choque cultural que se iba a producir.

El Carnaval contra el franquismo y la censura

El Carnaval es la fiesta más arraigada en Bornos, principalmente porque, junto al de Trebujena, fue el único que no cesó su actividad durante el franquismo. A pesar de vivir bajo un régimen totalitario y luchando contra la intensa censura que imponían, esta festividad consiguió mantenerse en pie gracias al empeño de los vecinos que, en muchos casos, llegaron a jugarse el pellejo con letras o disfraces que no eran bien encajados por Franco.

Fue una época muy complicada, ya que la represión condicionó el día a día de millones de personas. En el caso de Bornos hubo algunos murguistas que pagaron muy caras sus canciones y otros tantos fueron arrestados o vivieron con miedo mirando quién estaba en cada esquina hasta 1975 cuando falleció el dictador.

Durante esos 40 años de terror las coplas tenían que pasar la supervisión previa del juez de paz, conocido popularmente como el censor, tras lo cual obtenían el permiso para poder ser cantadas durante las fiestas. Realmente esto no les protegía totalmente de sufrir algún tipo de represalia, ya que la aprobación o no de los temas estaba sujeto únicamente a la impresión que dieran al encargado de esta tarea y podían ser denunciados a posteriori por otras personas, acabando sus responsables en los calabozos o encontrándose con un destino mucho peor.

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Vicente Sierra junto a Francisco Jiménez en el taller.  MANU GARCÍA

En este contexto, la organización popular permitió que el Carnaval pudiera seguir celebrándose de forma independiente a los dictámenes de las administraciones de la época, por lo que los vecinos mantuvieron la identidad de lo que a la postre se convertiría en uno de sus grandes símbolos.

Esta situación ha permitido que hoy en día el Carnaval de Bornos conserve una serie de rasgos característicos que son autóctonos del municipio y que no comparte con ningún otro. Por ejemplo, a las tradicionales comparsas, romanceros y chirigotas se suman las murgas, diferentes a las existentes en otras localidades, que años atrás iban cantando sus coplas por los cortijos y ahora se desplazan sin cesar por las calles del pueblo.

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Preparación de las piezas. Todo está hecho de forma artesanal.  MANU GARCÍA

Tan única es la fiesta de este pueblo que incluso cuenta con un ritmo propio que se diferencia del que puede escucharse en otros municipios. En este aspecto también hay otra peculiaridad y es que en Bornos la música está prohibida. Tan solo se escuchan los bombos, las cajas y los pitos de caña -que también son diferentes a los que se usan, por ejemplo, en Cádiz- siendo, probablemente, el que mayor número de instrumentos de este tipo aglutine.

En cuanto a los disfraces, antiguamente lo habitual era recurrir a trapos y pintarse la cara con colorete o con añil para pintarse de azul o de rojo. Esto lo completaban con una máscara, otro rasgo característico que define esta fiesta.

Al igual que la pintura las máscaras se hacían con lo que se encontraba, por ejemplo, era habitual recurrir a las cestas de mimbre que se utilizaban para transportar los huevos que se recogían. Una vez completado el disfraz y con el rostro oculto lo único que quedaba era salir a cantar y a bailar en la calle.

De niños a ancianos, todos tras las carrozas

Hasta las carrozas son especiales. Aunque ya quedan pocas que mantengan esta tradición antiguamente todas se montaban para ser trasladadas dando la espalda al remolque y mirando a los grandes grupos de figurantes que danzaban, brincaban y cantaban tras ella. Esto responde principalmente a la enorme participación existente en torno a este desfile, tanto de niños como de adultos y ancianos, y que puede llegar a congregar a 180 personas tras las dos carrozas más importantes (la de La Máscara es una de ellas) y en torno a 90 o 100 en las demás. Teniendo en cuenta que cada año suelen salir entre 9 y 10 carrozas y que la población de Bornos es de algo más de 7.600 habitantes "casi está más gente detrás de las carrozas que en la calle viéndolas".

Hace aproximadamente 40 años que comenzaron a desfilar por Bornos. Las primeras se fabricaban con caña y escayola pero hoy en día sus fabricantes han desarrollado "técnicas falleras". En el caso de la de La Máscara, se encuentran lijando el corcho especial que han adquirido para montar las figuras que encabezarán su carroza. Este año la temática versa sobre las tribus africanas. Para ello han fabricado unos espectaculares escudos que coronarán una puesta en escena "que todavía no podemos revelar". 

Esta agrupación es muy joven, ya que nació en 2017 —la más veterana es La Charanga, que está cerca de alcanzar los 30 años— pero ya se ha ganado la fama de crear montajes realmente impresionantes. "Cada agrupación que monta una carroza recibe una subvención, en esta ocasión de unos 1.000 euros. Hay quienes justifican el gasto raspado y luego estamos nosotros que lo duplicamos", cuenta Vicente entre risas.

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Dos de las imágenes que guardan como recuerdos de años anteriores.  MANU GARCÍA

Como recuerdo tienen guardados montajes fotográficos de cada uno de los años que han desfilado por el pueblo y, ciertamente, a cada cual es más llamativo que el anterior. Especialmente reseñable es el que hicieron en 2019 bajo la temática del reino de Siam. A mano lijaron, pintaron y montaron las diferentes piezas que formaban el dragón, la pérgola y el enorme buda que coronaba aquella impresionante performance.

Aunque aún quedan cosas por hacer, Vicente reconoce que ya nota el gusanillo de lo que está por llegar. El Carnaval va a arrancar en breve y, a la vez que fantasea con cómo será la experiencia de este año "ya vamos dándole vueltas a lo que haremos el año que viene". Así es la vida de un carnavalero, un no parar de planificación, organización y preparación extenuante pero que se lleva a cabo con ganas, con pasión y con una sonrisa perenne.

Sobre el autor:

Pablo Mata

Pablo Mata

Periodista, graduado en la Facultad de comunicación de Sevilla en el año 2020. Miembro de la Asociación de Prensa de Jerez. He hecho prácticas y colaborado en varios medios para ganar experiencia. También escribo en mi propio blog sobre mi pasión, el deporte, y ahora tengo la oportunidad de aportar mi granito de arena en lavozdelsur.es.

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